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A Mariña madruga para votar sin intimidarse por el virus

La participación electoral sube en la zona cero del rebrote del coronavirus en Galicia. El alcalde de Burela pide que se habilite un método para que los contagiados no pierdan su derecho al voto en próximos comicios

Varias personas, en el colegio electoral en Burela (Lugo), localidad confinada por uno de los rebrotes de la covid-19.
Varias personas, en el colegio electoral en Burela (Lugo), localidad confinada por uno de los rebrotes de la covid-19.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

Con la mascarilla y la pantalla protectora puestas de sol a sol, bajo la cubierta recalentada del polideportivo reconvertido en colegio electoral, a Susana Fernández se le empañan constantemente las gafas de ver. Es un problema de cierta enjundia cuando a una le ha tocado ser presidenta de mesa en medio de una pandemia y además debe proteger su salud hasta el último resquicio porque vive en el epicentro del rebrote galaico, el segundo más grave de España, en la localidad lucense de Burela (9.566 habitantes).

Este domingo, según explica el alcalde, el socialista Alfredo Llano, hay 140 casos activos de los 190 que ha sumado el foco de momento. Además, cerca de 400 personas guardan cuarentena por haber mantenido contacto con algún positivo. Ayer sábado, según explican tanto el regidor local como el portavoz municipal del BNG, Mario Pillado, los infectados y las personas del entorno de estos que permanecen en observación recibieron una llamada del Servizo Galego de Saúde en la que se les advirtió de su situación. Los positivos no pueden votar y los que de momento han dado negativo no deben permanecer en espacios públicos más que 15 minutos.

Hace un calor que pocas veces se repite durante el verano en la comarca costera de A Mariña de Lugo, y a eso del mediodía la participación ya ronda el 16%, 2,65 puntos por encima de la registrada a la misma hora en 2016. El comentario generalizado, a pie de urna, es que la gente quiere aprovechar esta extraña ausencia de nubes sobre el mar Cantábrico e ir a la playa después de comer, por eso desde bien temprano se forman colas nunca vistas a las puertas de los dos colegios habilitados.

Lo normal, en Burela, sería que hubiese cuatro colegios electorales, pero las excepcionales medidas sanitarias han obligado a fusionarlos en espacios más grandes. La mitad de los 7.250 vecinos con derecho a voto lo hacen en el pabellón del instituto Monte Castelo y la otra mitad, en la punta opuesta de la localidad marinera, el polideportivo del IES Os Castros. En cada uno de los recintos, se han distribuido cinco mesas electorales muy espaciadas, separadas con cintas, y todo el suelo ha amanecido sembrado de pegatinas que indican las distancias y un itinerario de entrada y de salida. A las puertas, voluntarios de Protección Civil como Águeda García Rivera se encargan de rociar con líquido desinfectante las manos de cada elector y darle una mascarilla quirúrgica envuelta en plástico si ven que viene de casa con una de tela. “No, no se saque la otra”, le advierte a un hombre que trae una protección facial decorada con el mismo logotipo de Armani que el polo rosa que viste. “No puede tocarla, tiene que ponerse encima la que le doy yo”.

Al llegar a la mesa electoral, para evitar todo contacto con los miembros que la componen, los vecinos depositan su DNI en una bandeja blanca. Nadie les hace bajarse la mascarilla para comprobar que su cara coinciden con la foto del carné. “Lo que importa ahora es extremar las precauciones sanitarias”, explica Susana Fernández al frente de su mesa del IES Monte Castelo.

A Mariña es una comarca gobernada mayoritariamente por alcaldes de izquierdas. Diez de los 14 lo son, y aseguran que no tuvieron constancia oficial de la gravedad de este rebrote originado en una fiesta familiar hasta el pasado domingo, cuando la Xunta les comunicó el confinamiento de sus municipios durante cinco días. Entonces todos protestaron por la sorprendente brevedad de un cierre que solo bloqueaba el salir y el entrar en la zona hasta la jornada previa al sábado de reflexión. Burela, considerada el epicentro (que no el origen) del foco, recibió sin embargo este viernes la noticia de que quedaba aislada. Todo ello en términos oficiales, ya que al menos este domingo no se ven controles en ninguno de los accesos por carretera.

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El alcalde lamenta que la Junta Electoral Central no aceptase la propuesta que presentaron de posponer aquí los comicios, y no comprende cómo no se habilitó ningún sistema para garantizar el voto de los infectados que tienen la obligación de quedarse en casa. “Es evidente que para las próximas elecciones que se celebren hay que buscar un método”, dice, “porque sería muy fácil organizar un sistema en el que un cartero pasase a recoger las papeletas y un notario levantase acta de la entrega. Al fin y al cabo, no son más que 138 personas”.

La cifra puede parecer minúscula “en unas elecciones generales o autonómicas”, comenta el nacionalista Mario Pillado, que hoy se divide entre los dos colegios como apoderado de su formación política, “pero en unas locales puede ser completamente decisiva”. En noviembre de 2019, en Burela se repitieron elecciones municipales por orden del Tribunal Superior de Justicia de Galicia. En una mesa salieron seis papeletas nulas y se produjo un empate que ponía en juego un edil, disputado por el Bloque y Burela Sempre. La repetición otorgó ese concejal a los primeros por un solo voto de ventaja. “No entendemos cómo, si ya se suspendieron las elecciones autonómicas de abril por la pandemia, se llegó a esta convocatoria sin un sistema” que garantizase el derecho constitucional al sufragio de los infectados, concluye Pillado. “Desde luego, si viene alguna persona infectada, en el colegio no nos vamos a enterar. Es una cuestión de su conciencia... sus nombres no los sabemos por la ley de protección de datos”.

Hay electores, sin embargo, que este domingo votan precisamente por la pandemia. Si no fuera por el coronavirus, Roberto Casariego, amante de los festivales y frigorista de profesión, a estas alturas de julio “estaría de vacaciones” y de concierto en concierto. Tal y como reza su camiseta, la semana pasada este trabajador de 30 años habría iniciado su temporada melómana en el Resurrection Fest de Viveiro, “y esta estaría acampando en el festival de Ortigueira”, comenta nostálgico. “Pero los suspendieron todos, y hay que fastidiarse”.

A Casariego lo paran a la puerta del pabellón del Monte Castelo porque bajo su playero sombrero de paja trae una mascarilla con los colores de la bandera de Jamaica. “¡Yo que la traía para presumir!”, bromea mientras se coloca la blanca y azul desechable que le han entregado. Sin embargo, Miguel Ángel Fernández hace valer la suya y se resiste a ponerse otra. Acaba convenciendo al vigilante de que, a pesar de las apariencias, su mascarilla “tiene filtro interior” y está homologada.

Por nada del mundo quiere votar sin ella bien a la vista, porque es la que han preparado en el comité de Alcoa para esta jornada. La plantilla de la factoría de aluminio primario del Ayuntamiento vecino de Cervo, cuyo cierre está previsto para el próximo día 24 si ninguna decisión política logra ponerle freno, lleva semanas manifestándose y trae también su mensaje a las urnas. “A Mariña se salva luchando”, dice el lema impreso en la mascarilla. “Entré en la planta el 9 de noviembre de 1998. Llevo casi 22 de mis 43 años allí dentro y todo se va a echar a perder”, lamenta. Son 534 empleos directos y unos 600 de empresas auxiliares. Alcoa es el “motor económico” de la comarca, y este domingo todos sus operarios, en los municipios de A Mariña, votan con el casco y la ropa de trabajo puesta porque el futuro les va en esta lucha.


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