Podemos desaparece en Galicia y se hunde en el Parlamento vasco
El partido de Iglesias no logra rentabilizar su presencia en el Gobierno central y firma sus peores resultados
Nunca tuvo tanto poder y nunca tuvo menos votos. Podemos ha continuado este domingo la caída en las urnas que sufre desde 2015, año en el que se presentaron por primera vez a unas generales, y desde las autonómicas de 2016, cuando llegaron a ser segunda y tercera fuerza en Galicia y Euskadi, respectivamente. Ni un vicepresidente ni una de las ministras mejor valoradas, Yolanda Díaz, lograron atraer a los electores de izquierdas, que este 12-J optaron por fuerzas nacionalistas -BNG y EH Bildu- hasta convertir en casi una anécdota a uno de los partidos del Gobierno de coalición.
“Nuestro espacio político ha sufrido hoy una derrota sin paliativos. Perdemos buena parte de nuestra representación en el Parlamento vasco y quedamos fuera del Parlamento de Galicia. Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido”. La reacción de Pablo Iglesias, a las once de la noche electoral a través de sus redes sociales, fue tan contundente como la derrota que sufrió el partido que lidera en las urnas este 12-J.
La primera cita electoral de Unidas Podemos desde que entró en el Ejecutivo central con el PSOE ha acabado de forma estrepitosa. Fue una noche de pocas sorpresas, pero los de Iglesias protagonizaron sin duda una de las mayores. Con una pérdida de más de 200.000 votos, Podemos —en estas elecciones con la marca Galicia en Común— desaparece del Parlamento autonómico gallego, donde en la pasada legislatura ostentaba el papel de segunda fuerza política con 14 escaños. Algo mejor fue el resultado en Euskadi, aunque los seis diputados se quedan muy lejos de los 11 que lograron hace cuatro años.
Nuestro espacio político ha sufrido hoy una derrota sin paliativos. Perdemos buena parte de nuestra representación en el Parlamento Vasco y quedamos fuera del Parlamento de Galicia. Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido.
— Pablo Iglesias 🔻{R} (@PabloIglesias) July 12, 2020
El mayor poder en Madrid del partido de Iglesias no ha servido como catalizador de una profunda debilidad territorial que ha pasado factura a la formación. Los cambios de marca en Galicia y las luchas de liderazgo en Euskadi han acabado socavando la fuerza que lograron en 2016, un año en el que un recién creado Podemos logró aglutinar el hartazgo de los votantes de izquierdas con los partidos tradicionales. Cuatro años después, la novedad ha dejado de serlo, Podemos ha perdido el tirón y sus electores han vuelto a refugiarse en el PSOE y los partidos nacionalistas.
La pérdida de votos, sin embargo, no es una excepción autonómica. En las pasadas elecciones generales, que se celebraron en noviembre de 2019, Podemos ya firmó su peor resultado desde sus primeras generales en 2015. El anuncio del acuerdo con el PSOE para formar un Gobierno de coalición apenas 48 horas después de la jornada electoral convirtió en una aparente victoria lo que había sido un mal resultado electoral. Su destacada presencia en el Ejecutivo actual, con una vicepresidencia y cuatro ministerios, actúa como un espejismo que a pesar de todo no oculta que el partido pierde apoyos en cada cita electoral que se celebra.
Pablo Iglesias pedía esta campaña repetir en Galicia y Euskadi lo que había logrado en Madrid: gobernar en coalición desde su posición en minoría. Se presentaba como el socio indispensable para acabar con el poder del PP en Galicia y del PNV en el País Vasco. La idea de exportar los acuerdos pasaba por formar tripartitos con el PSOE y el BNG en Galicia y el PSOE y EH Bildu en Euskadi en los que los de Iglesias buscaban ejercer un papel fundamental para el entendimiento entre socialistas y nacionalistas. Las encuestas ya auguraban que era una estrategia de corto recorrido, pero las urnas confirmaron el peor escenario. En Euskadi, donde podrían dar los números, el PSOE ya ha avanzado que prefiere sostener al PNV en el poder antes que pactar con Bildu. En ambas comunidades, Podemos quedó muy lejos tanto del PSOE como de los nacionalistas.
Iglesias comenzó su única intervención felicitando tanto al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, como al lehendakari, Íñigo Urkullu, y aseguró que habían sido unas “campañas muy difíciles”. Las campañas no empezaron bien para Podemos. Su idea de asentar su discurso en abanderar las medidas sociales aprobadas por el Gobierno de coalición en los primeros seis meses de legislatura se vio en parte devorada por el enredo judicial del caso Dina, que investiga la relación entre Villarejo y el robo de un teléfono móvil a una de las exasesoras de Iglesias y sobre el que el vicepresidente ha pasado de ser considerado perjudicado a señalado por el juez por las contradicciones de la víctima. Un entramado que todavía dará que hablar este verano y que junto a los malos resultados electorales ensombrecen un arranque de legislatura que, a pesar de la pandemia, en Unidas Podemos valoraban como positiva. Los cero escaños de Galicia y los seis de Euskadi devuelven al partido a la realidad de la noche de las generales del 10-N, cuando la coalición parecía muy lejos y los 35 escaños muy cortos.
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