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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cataluña desnuda

La espesa burbuja en que ha sobrevivido el Govern, paradójicamente protegido por el coronavirus, tañe su ocaso

Xavier Vidal-Folch
El presidente del Govern, Quim Torra, en una rueda de prensa.
El presidente del Govern, Quim Torra, en una rueda de prensa.Europa Press

Esta legislatura “no tiene recorrido político”, reconoció el miércoles el inquilino de la Generalitat, Quim Torra. Se repite. Ya lo dijo, con iguales palabras, en su declaración institucional del 29 de enero. Entonces atribuyó a su socio la falta de “lealtad” sin la que “ningún Gobierno puede funcionar”; ahora lo hace oblicuamente. Entonces prometió convocar elecciones anticipadas tras aprobar el presupuesto de 2020; ahora, con el presupuesto ya aprobado, sigue en la poltrona hasta que se aclare la crisis sanitaria.

Debería convocar ya, como en Galicia y Euskadi, que es lo propio cuando un ejecutivo “llega a su fin”. El de Torra, por sus “reproches constantes” a los republicanos, su “más que probable inhabilitación judicial” (por la desobediencia al colgar símbolos partidistas en edificios públicos) y su “falta de mayoría” en el Parlament, como sintetiza Carles Mundó (LV, 4/6). O al menos, debería anunciar la circunstancia en que convocará.

Pronto vendrá obligado a ello. La espesa burbuja en que ha sobrevivido el Govern, paradójicamente protegido por el coronavirus, tañe su ocaso. Se desvanece al compás que se acelera la desescalada y se incrementan las pullas mutuas entre los dos socios gubernamentales. La Cataluña oficial vuelve al punto de partida del 29 de enero. Muestra así su creciente desnudez.

Esa burbuja se ha alimentado del empeño de los ciudadanos de disponer de gobierno próximo en tiempos de turbación, eficazmente aprovechado por el uso en favor propio de un altavoz prestado, las convocatorias de la Conferencia de Presidentes; y por el goteo propagandístico cotidiano. Se ha nutrido también de la elegante benevolencia de la oposición: mientras la del Congreso ejercía con menos sentido de Estado que el lepenismo en Francia, la del Parlament solo ha puesto en cuestión la retórica… y la inevitable reclamación por el desastre de las residencias geriátricas.

Y se ha completado exprimiendo la coartada para sus limitaciones y yerros en la acerba crítica al Otro —como Donald Trump con la OMS o Boris Johnson con los europeos— centrándose en la presunta confiscación de competencias autonómicas. Y soslayando que la concentración de poder en el Ministerio de Sanidad se las amplió: ha podido controlar también la Sanidad privada. E incluso los laboratorios, con escaso logro.

El éxtasis barroco de esa coartada fue el presunto argumento de que la independencia habría minorado el número de fallecidos: hipótesis de ficción, que en todo caso para nada avalan los resultados de Ejecutivos de Estados independientes como los dos anglosajones citados. Pero su función no era solo vigorizar el decaído entusiasmo de los fieles, sino difuminar los reveses propios en el ámbito competencial propio: las residencias; la infradotación durante semanas del hospital de Igualada; las estafas sufridas en la compra de material; el lío de la desescalada por regiones sanitarias que niegan el hecho metropolitano de Barcelona, un 70% de la Cataluña real; los frívolos vaivenes ante la ayuda del Ejército; o los esotéricos planes del médico de cabecera de Torra y sus histriónicos ataques a sus colegas.

Guardemos proporción en la crítica. Todas las Administraciones, aquí y fuera de aquí, cometen errores en las crisis graves, porque estas desbordan los saberes. Por eso son crisis más graves. Lo que carece de justificación alguna es la asimetría en la vara de medir: autocomplacencia sobre la propia ejecutoria, sin admitir deslices; agresividad contra la de otros, peor si se acompaña de consignas patrióticas.

Pero eso cotiza ya a la baja. Al pinchar la burbuja, disminuye la eficacia de la coartada del enemigo exterior, se acrecienta la competición con el rival interior y cada uno debe rendir cuentas. Reaparece así lo que había dentro. Dentro del Govern. Deslealtad, desunión, final de recorrido.

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