Cruzar una calle y cambiar de provincia
El desconfinamiento deja divididos a pueblos como el andaluz de El Cuervo y el aragonés de Puente de Montañana
María López duerme todas las noches en Cádiz, pero cuando se levanta cada mañana compra el pan en Sevilla solo con caminar unos pasos. Algo similar le pasa a Juana Puyol, que se despide de su hijo Abel cuando este sale de su casa, en Cataluña, para ir a la granja de cerdos en Aragón. Esta singularidad no es un reto a la física. En el casco urbano de Puente de Montañana (Huesca, 93 habitantes) hay una frontera en la mitad de una de sus calles que lo divide de Lleida. La misma excepcionalidad ocurre en el pueblo sevillano de El Cuervo (8.600 personas), donde dos de sus vías se encuentran en la provincia gaditana. Esta extraña situación lleva consigo una duda en el proceso de desconfinamiento, que, en principio, prohíbe los desplazamientos entre provincias hasta, al menos, finales de junio: ¿qué se hace con los que viven en el lado contrario de la vía? Varios presidentes autonómicos han pedido al Gobierno poder tomar para el desconfinamiento otra referencia geográfica distinta a la de la provincia, entre otras cosas, por casos tan singulares como los de estos dos pueblos, que tampoco son únicos en España.
Para los moradores de los números pares de la avenida de Cádiz y de la totalidad de las casas de la calle Huerta del Juncal en municipio de El Cuervo la extraña realidad de que 300 de sus vecinos se encuentren en otra provincia es cosa de todos los días. Lo que sí les resulta desconocido es que, a partir del lunes, con la llegada de la fase 1, solo ellos podrán moverse con relativa libertad por la provincia gaditana, lo que incluye poder visitar —aunque no bañarse— unas playas que añoran. “Ellos podrán ir, mientras a nosotros nos toca esperar. Tiene guasa, tenemos mucha broma con eso”, reconoce Inma Jiménez, vecina del lado sevillano, mientras empuja el carrito de su hijo justo por el centro de la avenida que es el límite fronterizo. Gracias a un bando municipal, los vecinos gaditanos de El Cuervo sí podrán moverse también por el municipio, pero no por el resto de Sevilla, como explica el alcalde, el socialista Francisco Martínez.
En Puente de Montañana, su regidor, José Peris Morancho, también del PSOE, prefiere no darle tantas vueltas: “Nosotros seguiremos como antes, como si todo fuese Huesca”. Administrativamente las cosas siempre han funcionado como si el pueblo no estuviese partido no solo en dos provincias, sino en dos comunidades autónomas diferentes. Son únicamente cinco personas las que están del lado catalán, y desde el punto de vista administrativo pertenecen a Tremp, una localidad de Lleida distante a 35 kilómetros. Peris recuerda que todos los trámites y servicios básicos los proporciona el Ayuntamiento oscense.
Las autoridades no terminan de resolver este dilema en Huesca. La Delegación del Gobierno en Aragón señala que de momento no se contempla dividir al municipio entre calles. Pero deja la duda en el aire: “Al tratarse de un pueblo tan pequeño y particular” este caso no está contemplado literalmente en los planes de desescalada, según cuentan fuentes de la Delegación. La Consejería de Sanidad se limita a garantizar que se mantendrá “la normalidad con la que siempre se ha vivido allí”.
En El Cuervo también invocan el sentido común, mientras que desenredan una maraña burocrática de cambio de lindes que comenzó mucho antes de la pandemia y que tendrá que pasar hasta por el Congreso de los Diputados. Los vecinos gaditanos del municipio llevan años enfrentándose a complicaciones como tener que ir a votar en las elecciones a la pedanía jerezana de Gibalbín o a pagar impuestos o hacer gestiones municipales a Jerez de la Frontera, situado a 23 kilómetros. Por ello, desde 2019, El Cuervo y Jerez ya han iniciado un expediente de alteración de términos que debe acabar este desaguisado histórico. Tendrán que contar con el visto bueno de la Diputación Provincial de Cádiz, la Junta de Andalucía y, en última instancia, las Cortes.
Otro problema que trae consigo el límite entre provincias es la interdependencia, ya sea para el ocio como para la actividad económica. En El Cuervo muchos vecinos suelen ir a la provincia de Cádiz a hacer sus compras. El problema para los habitantes de Puente de Montañana no es la calle que los divide de Cataluña, sino que la desescalada los deje sin los turistas procedentes de Lleida y Barcelona. El municipio aragonés descansa a la orilla de la N-230, que conecta a Lleida con Francia. Esto convierte a la localidad en un punto de paso para quienes toman la vía para ir al Val d’Aran. Justo frente a la carretera, Cristina Cambray, hispano-rumana de 51 años, descuelga el teléfono. El restaurante-bar que regenta con su esposo está cerrado desde el 15 de marzo. Aunque legalmente puede abrir el lunes, una vez iniciada la fase 1 del desconfinamiento, no lo hará: “Mientras no permitan el movimiento entre Cataluña y Aragón, no tiene sentido que abra”, explica.
Para muchos en estos dos municipios, el desconfinamiento pasará con viento en popa. La nueva normalidad se ve en el horizonte con los bajos niveles de contagio en Huesca y Sevilla. Al final, los habitantes esperan que impere el sentido común, como así ha sido toda la vida, antes de los tiempos de la pandemia. El regidor de Puente de Montañana lo deja claro: “Yo no me imagino a un guardia civil pidiéndote que des unos pasos atrás porque estás en otra provincia. Sería ridículo”.
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