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Clara Aynié, la diseñadora que convirtió el viejo costurero de su abuela en un bolso de moda

Hace más de 100 años, el bisabuelo catalán de Clara Aynié fundó una talabartería en Buenos Aires. Ella ha cruzado la marroquinería con técnicas de indumentaria para crear bolsos y accesorios de lujo que se venden en todo el mundo.

“Mi abuelo se murió cuando yo nací, pero hay algo en habitar sus espacios que, de alguna forma, me hace conocerlo”, dice la diseñadora, Clara Aynié, bisnieta del fundador de la firma Aynié de Buenos Aires
“Mi abuelo se murió cuando yo nací, pero hay algo en habitar sus espacios que, de alguna forma, me hace conocerlo”, dice la diseñadora, Clara Aynié, bisnieta del fundador de la firma Aynié de Buenos AiresMariana Eliano

Clara Aynié (Buenos Aires, 28 años) sonríe y acaricia la mesa en la que hace más de 100 años su bisabuelo, el catalán Ginés, cortaba el cuero. “Yo a mi bisabuelo no lo conocí. A mi abuelo casi que tampoco, porque se murió cuando yo nací”, dice. “Pero hay algo en habitar sus espacios, sus materiales, que de alguna forma me hace conocerlos”. Está contenta porque acaba de venir de una curtiembre: consiguió unos cueros de oveja y disfruta pensando cómo y en qué diseño de su nueva colección los usará. Sonríe y cuenta la historia de su familia, de la talabartería; de cómo el oficio fue pasando de generación en generación.

En 1919, Ginés fue el primero en llegar a Buenos Aires. Las consecuencias de la I Guerra Mundial en Europa lo habían convencido de emigrar desde Torroella de Montgrí, en Girona, donde había aprendido a trabajar con el cuero, hacia Latinoamérica. Aquí, encontró un terreno, próximo al hipódromo. “El barrio era Las Cañitas: dentro de un cañaveral, cerca del río Maldonado, un lugar muy propicio para curtiembre”, dice Clara.

En ese terreno, el bisabuelo Aynié construyó dos pisos: arriba, vivía y dormía. En la planta baja, armó un taller donde, también, vendía monturas, riendas y rebenques. La talabartería se fundó en 1920, y desde entonces funcionó como negocio familiar. Siempre se hacía cargo el hijo mayor. Cuando le tocó su turno, el padre de Clara, Gustavo, lo tomó como una herencia natural, sin cuestionarlo demasiado. Clara y su hermana Martina se preguntaban, en chiste, cuál de las dos iba a seguir con el negocio. Y ambas, después de mirarse, decían: ni locas.

El emprendimiento de Clara Aynié empezó como un hobbie y, tres años después, vende en Río de Janeiro, México DF, Miami, Nueva York, Barcelona y París.
El emprendimiento de Clara Aynié empezó como un hobbie y, tres años después, vende en Río de Janeiro, México DF, Miami, Nueva York, Barcelona y París.Mariana Eliano

Pero, desde chica, a Clara le gustaba la moda. Cuando alguien quería saber qué iba a hacer de grande, ella respondía: “Diseñadora”. Le encantaba disfrazarse y vestirse, elegir su propia ropa. Al terminar la secundaria, estudió Artes Visuales y luego se cambió a diseño de indumentaria.

Trabajó en la revista Harper’s Bazaar y en Catalogue. Y, después, durante cinco años, con la diseñadora Jessica Trosman. Allí, le pasaba que un cliente se acercaba y le decía: “¿Vos sos Aynié, de la talabartería Aynié?”, o le preguntaban si tenía algo que ver con el negocio de monturas. Y ella, como si fuera obvio, que sí, claro, era el de su papá. La respuesta eran elogios o comentarios: monturas que habían durado toda la vida.

“De tan cerca, no lo podía ver. Para mí era algo natural. Además, estaba cargada con una energía que no me entusiasmaba, pero con todos estos halagos hacia el negocio surgió la idea: ¿y si hiciera algo relacionado?”. Se lo propuso a su padre y él, una y otra vez, le preguntó si estaba segura.

“Mi papá es fanático de navegar a vela”, dice Clara. “Le gusta este mundo, la calidad, diseñar, pero en realidad su gran pasión es el río. Sin embargo, no pudo elegir. La talabartería era el negocio familiar y, por ser el hermano mayor, le tocó hacerse cargo. Por otra parte, creo que quería saber si no dudaba de emprender en un país como este, con una economía tan cambiante”. Cada vez la respuesta de ella fue la misma: sí, estaba segura.

21/07/2023 - Reportaje sobre el establecimiento de marroquinería Aynié de Buenos Aires. Clara Aynié, bisnieta del fundador - ©Mariana Eliano    ----PIEFOTO----    “Calidad, durabilidad y artesanalidad” son las ideas de la talabartería familiar que Clara busca retomar en sus diseños.
21/07/2023 - Reportaje sobre el establecimiento de marroquinería Aynié de Buenos Aires. Clara Aynié, bisnieta del fundador - ©Mariana Eliano ----PIEFOTO---- “Calidad, durabilidad y artesanalidad” son las ideas de la talabartería familiar que Clara busca retomar en sus diseños.Mariana Eliano

También le pidió instalarse en un cuarto donde se cortaba cuero: la pared cubierta por antiguos moldes de monturas, el piso con polvo. Y él, después de pensarlo, aceptó. Lo primero que hizo Clara fue convertir ese cuarto en una oficina. Luego, pensó en hacer carteras. Pero ¿cómo? Venía de realizar colecciones grandes, con muchos artículos, colores y talles. Si quería armar una colección pequeña, para empezar, debía confeccionar al menos 12 productos. En ese momento, recordó el costurero que le había regalado su abuela. Le gustaba como accesorio: guardaba el celular dentro y lo llevaba a todos lados. Pensó: “Debería hacer algo así”.

El material, decidió, sería el cuero. Lo probó. Pero no le quedaba bien, no le quedaba igual. Dijo: “Voy a hacerlo de tejido”. Tejió y, aunque era simple, le gustó. Estaba contenta. Sin embargo, el comentario de una amiga le impactó: “¿Eso vas a vender? Es lindo, pero casi no cierra…”. Dos días después, aceptó que su amiga tenía razón. Se puso a pensar cómo modificarlo y se le ocurrió hacer un cruce entre marroquinería y técnicas de indumentaria: hilo de algodón encerado tejido a mano y cuero de oveja. Una reversión del costurero de su abuela.

Luego, usando los mismos materiales, siguió con pañuelos y cinturones. Pero sucedió lo que nadie había imaginado: en marzo de 2020 irrumpió la pandemia y, en Argentina, se estableció una estricta cuarentena. “Empecé a ofrecer los productos por internet y todo lo que había producido para vender en seis meses se agotó en una semana”, cuenta. En redes sociales le escribían y le preguntaban si tenía más barbijos de seda, si todavía quedaban carteras. “Yo no lo podía creer. ¿Quieren comprar mis cosas en serio?, me preguntaba”.

La entrada actual de la talabartería.
La entrada actual de la talabartería.Mariana Eliano

El emprendimiento empezó como un hobby y hoy, tres años después, vende en Río de Janeiro, Ciudad de México, Miami, Nueva York, Barcelona, París y Tokio. Clara se da cuenta, y su padre se lo repite, de que tiene varias cosas en común con su bisabuelo: la pasión por los materiales, por hacer las cosas de determinada forma, cierta obsesión por los detalles y la perfección.

Hay una idea que le ronda desde que empezó a trabajar en esta oficina. ¿Se va a hacer cargo de la talabartería? “Por un lado me da ansiedad. No innovaría en productos y materiales. Pero es una marca centenaria que no tiene redes sociales ni presencia en internet. Y hoy se pueden hacer muchas cosas para potenciar un negocio”, dice risueña. “¿Qué piensa mi padre? Tiene sentimientos encontrados. Yo creo que le gustaría, pero al mismo tiempo debe pensar: ‘Ojo con tocar eso que hace más de 100 años lo usaba mi abuelo”.

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