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Myke Towers: “Myke Towers es mi uniforme de superhéroe”

Empezó rapeando en las calles de su barrio de San Juan, Puerto Rico. Dejó la universidad y lo apostó todo por la música. Le fue bien. Ahora, decir el nombre de Myke Towers es referirse a cifras récord de reproducciones, colaboraciones exitosas y canciones números uno en todas las listas

Myke Towers
“Uno no puede cogerle amor a la fama. Respeto sí”, dice el cantante, que lleva camiseta y pantalón de Emporio Armani, y gafas de sol Panthère, de Cartier.Adrià Cañameras
Margaryta Yakovenko

Llega con unas gafas de sol negras, zapatillas de deporte, un pantalón y una camiseta de tirantes blanca con las letras MYT. Le rodea una nube de acompañantes. “Así puedo sentirme en mi hábitat”, confiesa. El día que quedamos en Madrid, la guardia pretoriana de Myke Towers (29 años, San Juan, Puerto Rico) está compuesta por siete hombres y una mujer. “Algunos son amigos de la infancia”, asegura, y prosigue: “Sé que son gente que, si yo me quito de hacer esto, van a estar conmigo”. A su lado, uno de sus amigos permanece silencioso, impasible y acostumbrado a los maquilladores, fotógrafos y estilistas que rodean a Towers. “Goldo, ponte un poco de salsa”, le dice el cantante desde su butaca de maquillaje. El amigo manipula el móvil y del altavoz en manos de otro de sus acompañantes empieza a fluir una melodía caribeña. “Yo soy el cantante / porque lo mío es cantar / y el público paga / para poderme escuchar”. Towers se ríe. “Te pusiste primitivo, goldo”, le dice al amigo del móvil. La canción que suena es El cantante, del puertorriqueño Héctor Lavoe, lanzada en 1978, que cosechó tanto éxito en su momento que le mereció al artista el apodo de Cantante de los Cantantes. Primus inter pares. Un título del que Towers es legítimo heredero.

Myke Towers, con chaqueta y pantalón, camiseta y gafas de Louis Vuitton. Las botas son de Timberland.
Myke Towers, con chaqueta y pantalón, camiseta y gafas de Louis Vuitton. Las botas son de Timberland.Adrià Cañameras

El artista tiene el curioso poder de convertir en platino casi cada canción en la que colabora; de acumular temas con otros cantantes del momento como Sebastián Yatra o Bad Bunny o Quevedo o, uno de sus ídolos, Daddy Yankee; de gustar, gustar mucho, y llegar al número uno de todas las listas que intentan ponerle números a la música. También tiene el privilegio de haberle puesto banda sonora a este verano con el tema Lala, la canción de artista solista latino que más tiempo ha permanecido en el número uno global de Spotify y que alcanzó la cima tan solo 11 días después de su lanzamiento.

A pesar de los números de récord y la fama, Towers se muestra desde el primer momento de la conversación retraído y cuidadoso. No da pasos en falso. En sus entrevistas se percibe que no es dado a confesiones ni a contar asuntos de su vida privada. Está Myke Towers y está Michael Anthony Torres Monge. Y no son la misma persona. “No me gusta que me digan Myke en mi familia. Myke Towers es mi uniforme de superhéroe. Para la calle, para ir afuera. En mi casa soy Michael y afuera me pongo el uniforme”, cuenta.

Myke Towers, autor de 'Lala', la canción que ha marcado el verano, lleva chaqueta y pantalón de Prada.
Myke Towers, autor de 'Lala', la canción que ha marcado el verano, lleva chaqueta y pantalón de Prada. Adrià Cañameras

A diferencia de otros cantantes de su quinta que comparten podio de éxitos, Towers no suele hablar de su infancia. Considera que no hay mucho que decir. “Yo era un chamaquito normal. No tuve muchas cosas caras, no tenía lujos pero no era pobre tampoco. Soy el producto de todo ese ambiente que había en Puerto Rico, mi flow, mi estilo, como yo soy. Puerto Rico me hizo”. Antes de llegar a ser Myke Towers, Michael Torres nació y creció en San Juan, en el residencial de Quintana. De padres separados, creció con su madre, su hermana, su hermano pequeño y su abuela. Fue la abuela la que le inculcó el amor por la música. “En casa sonaba de todo: salsa, merengue, bachata. Tengo primos a los que les gusta cantar. A mi abuelita, también”, relata. Esa música que sonaba entonces es la misma a la que el cantante vuelve una y otra vez en busca de inspiración. “No me gusta correr detrás de las tendencias. Para ser tendencia tienes que aislarte. Sí, escucho lo nuevo, pero lo escucho una vez y ya. Me gusta descubrir a la gente de otros países y salir de Puerto Rico, pero los viejos siempre están en la playlist”, cuenta.

En cierto momento, la música del altavoz se aleja del Caribe y se va al cemento de los suburbios estadounidenses. Empieza a sonar rap. Towers, que sostiene que sus influencias van de Tego Calderón a 50 Cent, en realidad no empezó cantando el reguetón que le ha hecho famoso, sino que se hizo un hueco en las calles boricuas lanzando barras. Después de terminar el instituto, el puertoriqueño empezó la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Puerto Rico. Fue por esa época en la que pasaba cada vez más tiempo con los amigos que hacían música. Pero, a diferencia de ellos, él no escribía ni cantaba. “Empecé bregando su ritmo, enseñándoselo a la gente que le podía sacar provecho. Pero yo no quería cantar. Lo mío era más de mover la música, el negocio”, recuerda. Quizá fueron esos primeros inicios ayudando a los demás y aprendiendo cómo funcionaba la industria los que le hicieron desentrañar el proceso por el que una canción muta en número uno.

Cárdigan oversized y jersey, 'joggers', gafas de sol G Ride y botas en piel con cordones, todo de Givenchy. Abrigo largo en fieltro de Saint Laurent para Anthony Vaccarello.
Cárdigan oversized y jersey, 'joggers', gafas de sol G Ride y botas en piel con cordones, todo de Givenchy. Abrigo largo en fieltro de Saint Laurent para Anthony Vaccarello.Adrià Cañameras

Pasar tiempo con otros cantantes al final le hizo también probar a grabar algo él mismo. Nunca había recibido estudios musicales (hoy por hoy asegura que solo ha tomado clases para respirar y modular mejor la voz) y no estaba convencido siquiera de querer cantar. “Cuando empecé a tener más confianza, si ponían algo, le cantaba arriba y la gente empezó a sacarle provecho y a motivarme, pero no es hasta que uno decide hacerlo que lo hace. No es fácil. Yo no me atrevía. Cuando pensaba en cantar me atacaba la inseguridad. Al principio me preocupaba el qué dirán, pero dejó de importarme. Dije: si esto a la gente le está gustando, voy a seguir mejorando. Y eso fue lo que me propuse”, cuenta. Había nacido una estrella. “Yo lo veo como que tenía que pasar. Lo mío fue así: como que un día me cayó un rayo sin darme cuenta y tenía que ponerme para eso. Ahora siento que estoy haciendo lo que debería. Antes sentía que estaba haciendo las cosas que me iban a llevar a eso. Como un camino. Como en un laberinto. A veces tenía como déjà vues y yo decía: será que esto ya está escrito”, confiesa rememorando esos días.

En ese momento también trabajaba de dependiente en una tienda de zapatillas de San Juan y cuando terminaba su turno, iba directo a la universidad. El poco tiempo que le quedaba lo aprovechaba para hacer música. La percepción exacta de que había encontrado su camino le hizo abandonar la universidad en su segundo año. “Tal vez sea un error mío, pero yo prefiero ayudar a mis primos que están estudiando. Gracias a Dios se me dio bien esto, pues vi esta salida y dije me voy a meter de lleno acá. Seguí estudiando pero lo dejé. Quién sabe si volveré”, cuenta ahora.

Las canciones que componía y cantaba las empezó a subir a SoundCloud. Aún no era Myke sino Mike y, la mayoría de las veces, ni siquiera eso. Se hacía llamar a sí mismo Young King, apodo con el que se ha quedado y que sigue utilizando —hoy con una z final, Young Kingz— para referirse a alguien con integridad. De internet, en 2016 Towers pasó a debutar con su primer mixtape, El final del principio. Después de eso vinieron los exitazos: Si se da, con Farruko; Dollar, con Becky G; Pareja del año, con Sebastián Yatra; Playa del Inglés, con Quevedo; Ulala, con Daddy Yankee. Towers empezó a tener algo que todos los cantantes querían. Y también, 46 millones de oyentes mensuales en Spotify. “Yo no mido cómo va creciendo mi fama porque el día de mañana puede que la fama no esté, pero yo quiero estar bien económicamente”. ¿Qué es estar bien económicamente para alguien que en 2016 cantó “Quiero llegar a ser millonario. / Quiero llenar de tenis mi armario. / No pararé hasta ser legendario”? “Que no te falte nada. No solo lo material. No tener el estrés de pensar cómo voy a vivir mañana. Yo lo tenía. Ahora hay muchos que quieren la posición que yo privilegiadamente tengo, pero hay que trabajar duro para eso”, explica.

El cantante nació y creció en un barrio de San Juan. “Puerto Rico me hizo”, dice. En la fotografía, lleva chaqueta y pantalón, camiseta y gafas CD Diamond S3F, todo de Dior Homme.
El cantante nació y creció en un barrio de San Juan. “Puerto Rico me hizo”, dice. En la fotografía, lleva chaqueta y pantalón, camiseta y gafas CD Diamond S3F, todo de Dior Homme.Adrià Cañameras

La fama en la que nada el cantante no parece que le haya pillado por sorpresa. De hecho, cuando habla de ella lo hace solo para dejar claro que lo suyo no es un idilio romántico, sino un matrimonio de conveniencia. “Uno no puede cogerle amor a la fama. Respeto sí”. Celoso de su privacidad, no es muy dado a mostrarse en redes sociales. “No me gustan mucho. Soy un poco antiguo, analógico”. En internet no hay casi ninguna foto de su mujer. Se sabe que llevan juntos desde antes de que Towers fuera mundialmente famoso, que vive en Puerto Rico y que juntos tienen un hijo de tres años llamado Shawn. El niño salió en el vídeo de la canción Cuando me ven, del disco Like Mike, en el que Towers volvió a sus raíces del rap más callejero. “Ese chacho, si lo dejan, canta. El chamaquito va muy rápido”, cuenta sobre él.

Durante la conversación, Towers ha ido modulando el primer nerviosismo que le hacía morderse los labios a sentirse más cómodo con las preguntas. Su equipo sigue revoloteando alrededor. Interrumpe la conversación para pedir señas de un buen spa en Madrid y para decirle al estilista que le gustan sus sandalias (“son bien duras esas Diol”). Está cansado por el jet lag pero no pide café (“para mí que de chamaquito bebí demasiado por rebeldía y ahora aggg”, confiesa con cara de asco). Asegura que el humo de los escenarios le estropea la voz y le obliga a beber té. Para las fotos, pide maquillaje natural, y cuando llega el momento de ponerse la ropa pregunta: “¿Qué flow me pongo?”. Cuando las preguntas ya han terminado y se coloca delante de la cámara es cuando se relaja absolutamente. Se adueña de la situación. Controla sus gestos, su expresión. Los músculos faciales solo responden a sus órdenes. No pide consejo. Después de una ráfaga de tomas, mira las fotos en la pantalla. “La primera es la buena”, dice al verlas.

—Te gusta controlarlo todo.

—Por lo menos lo que puedo.

—¿En tu vida?

—Lo que pueda, mientras pueda, voy a tratar de tener el control.

—¿Lo revisas todo?

—Trato, sí.

Una de las particularidades de Towers es que, al mismo tiempo en el que millones de personas escuchan sus canciones cada día, acceder a él es prácticamente imposible. Tiene tres teléfonos móviles. Si no le localizas en dos de ellos, es improbable que lo hagas en el tercero. Ese es solo para la familia y, a veces, confiesa que también lo apaga. “Hay que cumplir para uno y después cumplir con los demás. Yo no voy a complacer a todo el mundo. El que trata de eso, se pierde como persona. Gracias a Dios no he llegado a ese punto de colapso. Cuando lo siento así, corto todo. Por eso mi método es alejarme de todo para aclararme y después vuelvo al trabajo”, confiesa. Para eso usa muchas veces a su país como punto de partida y sostiene que Puerto Rico es siempre la orilla a la que vuelve antes de lanzarse de nuevo a alta mar. Lo mismo ocurre con su familia, esa a la que le pide que no le vean como cantante. “Ellos son mi motivación y yo soy su orgullo”, sentencia.

Después de alcanzar el número uno de todas las listas con las canciones de su último álbum, La vida es una, Towers contempla otros horizontes. Quizá, incluso, Hollywood. “Me gustaría hacer películas. Ser actor o productor de grandes películas”, dice. Aun así, no pone fechas y dice que disfruta día a día. “Como decía Kobe Bryant: ‘Juego por juego”. Por el momento, el cantante está en un momento dulce. Utilizando sus palabras, ya no es un chamaquito normal. “Le doy gracias a Dios todos los días hasta para lo malo. Me siento agradecido a la vida, a Dios, a mi familia. Hay veces que uno no se da cuenta de todo lo que tiene por querer más, pero hay que agradecer todo”, relata. ‘Lo logré’, la última canción de su último disco, La vida es una, es un himno de recompensa a sí mismo. El chamaquito normal que creció en las calles de un barrio puertorriqueño “haciendo maldades”; el cantante al que le daba miedo cantar, el artista que sintió que le partía un rayo. Michael o Mike o Young King o Myke Towers lo logró.

créditos de producción

Estilismo:  Juan Cebrián
Maquillaje y peinado:  Carmen de Juan /@ Another Agency.
Asistente de estilismo: Paula Alcalde.
Asistente de fotografía:  Edy Pérez.
Producción:  Maia Hoetink.

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Sobre la firma

Margaryta Yakovenko
Periodista y escritora, antes de llegar a EL PAÍS fue editora en la revista PlayGround y redactora en El Periódico de Cataluña y La Opinión. Estudió periodismo en la Universidad de Murcia y realizó el máster de Periodismo Político Internacional de la Universitat Pompeu Fabra. Es autora de la novela 'Desencajada' y varios relatos.

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