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La historia de las velas Diptyque, el lujo que arde

De un gabinete de curiosidades a ser la marca de fragancias del hogar más deseada. Visitamos la pequeña tienda de París donde nació hace 60 años

Boutique Perfumes
Exterior de aquella primera tienda en el 34 del bulevar Saint-Germain, en París, con el escaparate en forma de díptico que inspiró el nombre de la marca.Léa Crespi
Karelia Vázquez

Es posible que las velas de Diptyque sean el símbolo universal del lujo pequeño. Un mundo de objetos que merece, incluso, un índice económico. Tras los atentados del 11 de septiembre, Leonard Lauder, entonces CEO de Estée Lauder, acuñó el término “índice de la barra de labios” para describir el inusitado crecimiento de la venta de labiales durante tiempos inciertos. Había pasado durante el crash de 1929 con el maquillaje, y en el otoño de 2020, en plena pandemia, los expertos se preguntaban si las velas, cuyas ventas estaban disparadas, serían esa pequeña dosis de hedonismo que nos permitimos en los malos tiempos (con precios a partir de 58 euros). El ritual de encender una vela de Diptyque, también el de apagarla, clasifica, sin dudas, entre los lujos de la vida contemporánea.

No había velas en la primera boutique de Diptyque, situada en el número 34 del bulevar Saint-Germain. Tampoco fragancias. Era 1961 y tres amigos, la interiorista Christiane Gautrot, el pintor Desmond Knox-Leet y el escenógrafo Yves Coueslant, se juntaron para abrir una tienda de telas y papeles pintados que luego evolucionó a un concepto extraño: también venderían lo que trajeran de sus viajes. Aquel pequeño local parisiense se convirtió en un gabinete de las maravillas donde se juntaban mapas, estatuillas africanas, alfombras persas y maoríes, grabados a plumilla, vajillas exóticas, teteras inglesas, cojines y postales. Todo mezclado sin aparente orden ni concierto, pero conservando un raro equilibrio. Hasta 1963 no se lanzaron las tres primeras velas perfumadas: té, canela y espino. Lo hicieron como un experimento. Y triunfaron porque no había impostura: olían exactamente a lo que prometían.

De izquierda a derecha, Fabienne Mauny, directora; Laurence Semichon, vicepresidenta, y Cristina Celestino, diseñadora de la nueva colección.
De izquierda a derecha, Fabienne Mauny, directora; Laurence Semichon, vicepresidenta, y Cristina Celestino, diseñadora de la nueva colección.Léa Crespi

Diptyque, propiedad del grupo inversor Manzanita Capital desde 2005, conserva ese espacio como un templo. El bulevar Saint-Germain, 34 sigue siendo su boutique. Elisa­beth Boucheron, una apasionada del archivo de la casa, nos conduce por unas escaleras angostas a la primera planta, donde se ha replicado el interior de aquella primera tienda. Ni minimalismo ni espacios abiertos a la luz. Aquí hay muchas más cosas de las que caben. “Todo está exactamente como era, los muebles, los libros, los cuadernos de viaje y hasta el amarillo de esa pared”, dice Boucheron mientras extiende una tela que conserva su colorido a pesar de andar por los 60 años. “Trabajaban con buenos pigmentos, cuando la tienda empezó a tener éxito usaron las telas para hacer grandes cojines, que era lo que se llevaba en 1968, tener el suelo de la casa cubierto de cojines para tumbarse”.

Viajaban por todo el mundo: Turquía, Grecia, Líbano, Argelia, Marruecos. Todas esas aventuras quedaron dibujadas a carboncillo en los abultados cuadernos de viaje de Desmond. Se necesitarían varios días para verlos todos. “Probablemente dibujara un boceto diario durante el desayuno”, dice Boucheron. En su opinión, Christiane era la que tenía los pies en la tierra. “Diseñó unos collares con unas cuentas enormes que se vendieron muy bien porque estaban muy de moda”. También se vendía un dispositivo extravagante para cubrir las velas. “En el siglo XIX se usaba en los teatros británicos por razones de seguridad. Con la luz eléctrica desaparecieron, pero ellos los importaron de Inglaterra”. Elisabeth asegura que estas ideas extravagantes eran cosa de los tres. “Eran grandes amigos, muy conectados. Y así fue hasta el final de sus vidas”.

Los archivos de Diptyque, en la primera planta de la boutique, replican cómo fue aquella primera tienda.
Los archivos de Diptyque, en la primera planta de la boutique, replican cómo fue aquella primera tienda.Léa Crespi

Más de 60 años después, Diptyque conquista el mundo, y su ADN 100% parisiense es comprendido incluso en China, un país donde hasta hace poco solo triunfaban los aromas florales muy básicos. La razón de ese entendimiento universal la encuentra Fabienne Mauny, directora de la firma, en aquellos primeros códigos marcados por los fundadores. “Crearon un mensaje tan cosmopolita como ellos: uno era francés, pero había pasado la infancia en Asia; el otro era inglés criado en el sur de Francia, y ella era de Normandía y había emigrado a la capital. Eran un mix and match de culturas y sensibilidades que se hizo fuerte en un París abierto”.

Diptyque ha conservado su nombre, cuyo origen es diptychs, una palabra del griego antiguo que alude a las pinturas de dos paneles que se pliegan como la tapa de un libro, justo la forma del escaparate de la primera boutique. También mantiene el logo ovalado que creó Desmond, inspirado en una medalla del siglo XVIII que a su vez recordaba un antiguo escudo romano. Tampoco ha renunciado a la tipología desordenada ideada como imagen para el pequeño negocio. Pero Diptyque ya no es un pequeño negocio, tiene tiendas en todo el mundo, sus mercados más grandes son Estados Unidos y Europa, y sus planes inmediatos pasan por hacerse fuerte en Asia, nos informa Laurence Semichon, vicepresidenta de la marca.

La primera boutique de Diptyque era un gabinete de las maravillas donde se acumulaban objetos que los fundadores traían de sus viajes.
La primera boutique de Diptyque era un gabinete de las maravillas donde se acumulaban objetos que los fundadores traían de sus viajes.Léa Crespi

Mauny explica el imbatible reinado de Diptyque en el mundo de las velas. “No es lo mismo crear una fragancia que una vela porque hay que encontrar moléculas que no alteren su aroma cuando se queman, algo que suele suceder con los aromas cítricos, por ejemplo. Llevamos décadas trabajando solo para componer el aroma perfecto. Después hay que encontrar la cera que mezcle bien con esa molécula, y eso suele llevarnos varios meses. Y luego, cuando la mezcla de cera y la molécula olfativa queman juntas, el olor tiene que ser el que buscamos”. Todavía queda un detalle más: cuando la vela se apaga tiene que seguir oliendo bien.

El 60º aniversario de las tres primeras velas de la marca se celebra con una colección de cinco velas que recrean sensaciones complejas y viajes lejanos.
El 60º aniversario de las tres primeras velas de la marca se celebra con una colección de cinco velas que recrean sensaciones complejas y viajes lejanos.

Aquellas tres primeras velas perfumadas que cambiaron el mercado de las fragancias de ambiente cumplen 60 años y la marca lo celebra con la colección Les Mondes de Diptyque: cinco velas recargables, cuyo packaging es un monolito ovalado de vidrio firmado por la diseñadora italiana Cristina Celestino. Estas velas, creadas por la perfumista Olivia Giacobetti, ya no recrean olores concretos, sino sensaciones y mundos complejos: un paseo por un bosque de musgo húmedo, el aroma de un jardín encantado del Renacimiento y de una plantación de té en China o la violencia del Oeste americano. Y créame que huelen a todo eso. Incluso apagadas.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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