Marga Massanet y Jacobo Cobián, los creadores de la marca de ropa española que triunfa lejos de España
Se conocieron hace 20 años en un avión y nunca más se separaron. Juntos crearon la firma de moda Masscob y hoy venden sus prendas en las mejores tiendas de las principales capitales del mundo. Esta casa en Corrubedo es su refugio de calma
Masscob es una palabra inventada. La combinación de Massanet y Cobián, los apellidos de Marga y Jacobo, dos estudiantes de Derecho que nunca ejercieron y un día se encontraron en un vuelo Madrid-A Coruña y primero se hablaron y luego cambiaron sus asientos para volar juntos a pesar de ser auténticos desconocidos. Más de 20 años después, quien mira en los almacenes más exclusivos del mundo —Le Bon Marché y Merci (París), Barneys (Nueva York), Warm NY (Los Hamptons), Liberty y Aimé (Londres), pero también en tiendas muy escogidas de Madrid, Vitoria y San Sebastián, o en Cutter Brooks, una multimarca de una minúscula localidad británica de 2.000 habitantes llamada Stow-on-the-Wold— encontrará una etiqueta minimalista, en crudo y negro: Masscob. Una marca de moda nacida en 2003 en A Coruña que suele recibir un piropo envenenado: “No parece española”.
En las antípodas filosóficas y estéticas de su paisana Inditex, Masscob apostó desde el principio por la artesanía y la sostenibilidad (cuando el término no había entrado ni se le esperaba en el glosario de marketing). Hoy un abrigo de su colección de 2004 es un objeto de deseo en el vigoroso mercado de moda de segunda mano, y sus piezas ya se pasan de madres a hijas. “El sitio más insólito donde hemos encontrado una prenda nuestra es una tienda vintage de Los Ángeles”, dice Marga. Comercializan en 200 puntos de venta de todo el mundo y en España tienen cuatro tiendas físicas: Madrid, A Coruña, Barcelona y Palma.
“Los tejidos salen de nuestras manos, contamos cada cuánto se repite el dibujo en un estampado, lo diseñamos sobre el cuerpo. Cuando te pones la prenda hay una armonía que favorece mucho. Todo está calculado: los largos, los escotes, las espaldas. Trabajar así consume mucho tiempo, por eso no hacemos —ni queremos hacer— más de dos colecciones al año”, explica Marga desde su casa de Corrubedo, a 75 kilómetros de Santiago de Compostela. Un “lienzo en blanco” firmado por el arquitecto Laurent Deroo donde vienen a bajar revoluciones y a refugiarse de la hiperactividad del taller de A Coruña.
Masscob funcionó, sostienen sus creadores, porque en un contexto de moda rápida, recordó cómo era la ropa de las madres: “Confeccionada a medida por muy buenas modistas, bien rematada y acabada por dentro. Trajimos de vuelta la sensibilidad por el detalle, por lo bien hecho”, intuye Marga. Algo debió pasar porque sin plan de negocio —”no sabíamos qué era eso”, confiesa Jacobo— salieron en un coche con su primera colección de camisas en unas perchas. “No sabíamos nada, llegábamos fuera de temporada a ver a las encargadas de tienda, íbamos a ferias internacionales y nadie nos hacía caso, nos echaban de los stands y al rato volvíamos a aparecer y a insistir”, recuerdan. Al final del día, revisando los pedidos, empezaron a pensar que su ropa gustaba. Entonces comenzó el segundo problema, no sabían cómo iban a producir todos los pedidos aceptados. Se lanzaron a la búsqueda de proveedores que, 18 años después, siguen siendo los mismos. “Hemos crecido juntos”, dice Jacobo con satisfacción.
Llamémosle discreción gallega a lo que hoy se conoce como lujo silencioso. En las tiendas multimarca suele compartir espacio con The Row o Loro Piana. Masscob nunca quiso hacer ruido. “Al principio no teníamos dinero para invertir en marketing y preferimos centrarnos en el producto”, explica Jacobo. La mesura ha acabado siendo identidad. Y los clientes de Masscob disfrutan compartiendo una especie de código cerrado que solo reconocen los iniciados.
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