Acuicultura: alimentos para cuidar el planeta
Generar pescado, moluscos y algas para la demanda alimentaria a la vez que se respetan los recursos naturales y se perfeccionan técnicas más sostenibles es el objetivo de esta práctica.
Desde hace más de 3.500 años, el ser humano ha desarrollado la cría de peces y otras especies acuáticas para su consumo en entornos controlados. A semejanza de la ganadería, esta práctica, que hoy llamamos acuicultura, ha permitido a distintas civilizaciones consumir un alimento básico para nuestro desarrollo, pero es en las últimas décadas cuando se ha perfeccionado para hacer frente a retos como el aumento mundial de la población y el cuidado del medio ambiente. Su proliferación ha asegurado la producción de pescado mientras que se respetan las reservas naturales, y sus técnicas son cada vez más sostenibles.
En la actualidad, la acuicultura produce algo más de la mitad de todo el pescado que se consume a nivel global, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). España es uno de los principales productores de estos productos dentro de la Unión Europea, con un 25% del total. Un sector que sigue evolucionando para ser más eficiente y respetuoso con el medio ambiente.
Bienestar animal para una alimentación de calidad
En el desarrollo de la acuicultura, ofrecer unas mejores condiciones a las especies que se crían es clave. “Una granja de peces se considera como una granja de vacas, de cabras o de cerdos, en el sentido de que hay que respetar el bienestar animal y no hacer sufrir al animal”, explica Morris Villaroel, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y experto en bienestar animal. “Europa es de los continentes más avanzados en el tema de legislación de bienestar animal. Si los animales se crían con menos estrés, tienen un mejor sistema inmune, mejores defensas y su efecto en nuestra salud también es más beneficioso. Hay un vínculo entre el bienestar animal y la salud”.
Para lograrlo, la acuicultura ha avanzado técnicamente, de manera que se proporcione un entorno de mejores características a las especies de mares y ríos. “Ha sido difícil desarrollar la acuicultura, porque hay que cuidar mucho las características del medio, por eso ha tenido un despegue más tardío que la cría de otros animales”, apunta Villaroel. La calidad del agua, en ese sentido, es fundamental. “Hay muchos elementos que controlar: el pH del agua, el oxígeno disuelto, la temperatura, los niveles de CO2… En la actualidad, la calidad del agua que se utiliza en la acuicultura es muy similar a las condiciones que se encuentran en los entornos naturales”.
La evolución técnica ha permitido desarrollar estos entornos. “Ahora existen sistemas de monitorización automática, de los niveles de oxígeno, por ejemplo, se controlan los tanques de peces con cámaras, indicadores de luz… Un control exhaustivo del estado en el que se crían los ejemplares”.
Producción más sostenible
La acuicultura también permite aumentar la producción de pescado de manera controlada y con técnicas que causan un menor impacto en el medio ambiente. “Nos permite tener una producción mucho más controlada, desde el momento del nacimiento de cada ejemplar, y desarrollar especies que son más efectivas y resistentes”, explica Villaroel. “Por ejemplo, puedes crías especies que consumen menos cantidad de alimento para desarrollarse que las que crecen en libertad”. Otra manera en la que la acuicultura preserva su entorno se encuentra en su proximidad, con lo que se consiguen reducir emisiones de CO2.
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