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Dentro de la gran convención de Twitch en Ámsterdam, la plataforma que ha revolucionado el entretenimiento ‘online’

Acudimos al encuentro de Twitch más grande de Europa, una cita en la que ejecutivos y ‘streamers’ debaten sobre el futuro de esta plataforma y el público se disfraza y juega a meter bolas dentro de ollas

Ilustración de Roberta Vázquez
Ilustración de Roberta VázquezCelia Fernández

Cada mes, más de ocho millones de personas se filman en vivo en Twitch. La plataforma de transmisiones en directo, que pertenece a Amazon, ya compite con los medios tradicionales: en España, las uvas el año pasado las retransmitió en este medio Ibai Llanos, que superó en visitas a TVE. Los streamers españoles son, por cierto, referentes internacionales. En el alfabeto idiosincrático de Twitch hay una sigla que se repite para puntualizar: IRL, in real life, en la vida real. Nada más pisar Twitch Con, su mayor evento en Europa que se celebró en julio en Ámsterdam, a uno se le cruzan cientos de personas que comen, bostezan y charlan con una cámara encendida al hombro, la portan cual loro. En la ceremonia inaugural, el público celebra el carisma de la presentadora, que gesticula con aires de televisión americana, ríe con el resumen de los momentos virales del año y aplaude ante las nuevas herramientas que anuncia el CEO, Emmett Shear. A los pocos segundos, vierten esos mismos gestos en sus móviles, sirviéndose de emojis de corazones y manos alzadas.

Twitch celebra sus dos mejores años. Los creadores, aplaude Emmett Shear, no han dejado de entremezclar los videojuegos con maquillaje y política, deporte y música, o charlas. Desde las gradas hasta las inmediaciones del recinto, los más de 10.000 asistentes dan prueba de ello. DEP al friki vampírico y asocial. En este circo de cabellos tintados —de lilas, verdes, caobas—, los chándales se cruzan con los trajes de iconos manga, y las sandalias de moda con las camisetas de Fortnite.

La plataforma nació con pretensiones de Gran Hermano bajo el nombre de Justin TV. Entre broma y broma, Shear y su amigo Justin decidieron grabar a este último las 24 horas, los siete días de la semana, “incluso en el cuarto de baño”, como reza su eslogan. Se percataron del filón que supondría abrir la plataforma a que otros subieran su contenido. Resultó que lo que más gustaba a la audiencia era ver a otros jugar a videojuegos. Desde entonces, en paralelo con la profesionalización de los e-sports, Twitch se ha convertido en el referente del recreo electrónico. En España fue la octava página más visitada en 2021, según la clasificación de Alexa, otra empresa de Amazon.

La pandemia terminó por convertir a este gigante en algo casi inclasificable: su contenido no relacionado con videojuegos creció un 60% en 2021. Como explica el streamer mexicano Zilverk, autor de un canal de videojuegos que arrancó hace ocho años y hoy se asimila más a un show de comedia: “Yo tengo que hacer una novela para que mi comunidad se entretenga y quiera venir a la mañana siguiente. Las personas que tienen más seguidores hoy no han alcanzado tanto el éxito por el videojuego, sino por sus eventos”. La velada de boxeo organizada y retransmitida por Ibai Llanos en su canal batió en mayo el récord de audiencias de Twitch (3,3 millones de dispositivos conectados simultáneamente).

El día en el Twitch Con avanza hasta culminar con los brillos, los labios contraídos en playback y las roturas de rodilla de un drag show, símbolo de una comunidad que habla con naturalidad sobre temas LGTBI mientras destruye bloques en Minecraft. Hay puestos de maquillaje y de arte manga. Y juegos, muchos juegos. Los hay de mesa y retro. Algunos recrean los escenarios míticos del cosmos virtual, y otros simulan el salón de una casa, el metatexto cotidiano que abraza al cibernauta.

La entrada a la convención cuesta 65 euros por día. Y aun así, se ven situaciones como la de una pareja de alemanes que debe llevar como mínimo dos horas apalancada en uno de los sofás. ¿Por qué han pagado para estar aquí tirados? “Un partido de baloncesto también puedes verlo en tu casa, pero te gusta ir al estadio, ¿no?”, aseveran. “La comunidad es la cualidad mágica más especial de Twitch”, asegura Damian Burns, su vicepresidente: “El público y los creadores son uno, y la comunidad es como el abono a un equipo de fútbol. Estás en cada partido y estableces una relación”. Suena a cliché promocional, pero lo cierto es que las reuniones espontáneas brotan por todo el recinto como setas. Entre los planes de futuro de la plataforma está potenciar los encuentros presenciales que idean los propios streamers.

Quizás sea errada la estampa del niño que oculta su timidez tras una pantalla; quizás el zeitgeist del siglo XXI trae otras formas de diversión que van más allá de las hasta hoy aceptadas casi como universales, y en ellas se puede acoger a solitarios y descastados. Para el streamer italiano Pow3r TV, Twitch es su familia: el refugio al que acudió cuando tenía pocos amigos. Algo similar a lo que cuenta Perxitaa, uno de los streamers españoles más conocidos que hace 10 años aborrecía la televisión normal y ahora sale en un anuncio para Movistar: “Es muy bonito convertirse en un referente para gente que tiene sus problemas y durante unas horas se puede evadir y crear comunidad”.

La última jornada es un resumen del día a día twitcheriano. Minecraft Rivals representa el corazón gamer. Como en una arena romana con revestimiento galáctico, compiten varios equipos mixtos, sentados en despachos morados. Son aupados o sepultados por los chillidos del público y los comentarios online. Le sucede otra competición. Esta vez, con retos en la vida real, tipo feria de toda la vida. Las pruebas incluyen acertar a meter objetos en unas ollas. Con contador y comentaristas profesionales. Esto es lo más parecido a una mezcla entre la más pura sociedad del entretenimiento y el metaverso.

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