Mis 17 lugares secretos en España, uno por comunidad autónoma
De la ermita de la Virgen de Gracia, en la malagueña Archidona, al pueblo murciano de Aledo pasando por el Museo Etnográfico de Grandas de Salime o Sahagún y su románico, una lista repleta de iglesias, paisajes y pueblos bonitos
España es un lugar tan lleno de lugares fascinantes que, en ocasiones, pasamos ante pequeñas joyas ocultas y ni nos damos cuenta, eclipsadas por los hitos de renombre. Estos son 17 lugares que me fascinan y no aparecen en las listas de los más visitados de cada comunidad autónoma, y todos ellos merecen un desvío.
Andalucía: la ermita de la Virgen de Gracia (Archidona, Málaga)
Archidona es una de las grandes ciudades históricas andaluzas, con un importante pasado romano y árabe. La vieja ciudad musulmana estaba arriba, sobre el cerro que domina el actual conjunto urbano. Allí los cristianos trasformaron la vieja mezquita aljama en la ermita de la Virgen de Gracia, patrona de la localidad. Ubicada a unos 60 kilómetros de Málaga capital, es un deleite para los sentidos porque, en vez de destruir el templo, simplemente lo readaptaron al nuevo culto y ampliaron un poco la nave principal. Gracias a ello hoy podemos disfrutar de una auténtica mezquita hispanomusulmana del siglo IX sin apenas alteraciones. Se conservan seis columnas de mármol rojo, tres naves orientadas al este —hacia la Meca— y un sencillo artesonado de madera, un caso único en toda Andalucía. La ampliación del siglo XVII consistió en otras tres naves, orientadas en perpendicular a las musulmanas, cubiertas por una bóveda ovalada. Un siglo más tarde, se amplió el conjunto hasta la apariencia que ahora vemos.
Aragón: Montañana (Huesca)
Montañana aparece citada ya en documentos del año 987, y es uno de los mejores ejemplos de núcleo rural medieval que se ha conservado en los Pirineos. Y todo gracias a que la población fue paulatinamente trasladándose al nuevo burgo, Puente de Montañana, dejando el viejo abandonado, pero intacto.
Perdido en el fondo de un barranco lateral del río Noguera-Ribagorzana, lo forman dos barrios distribuidos a los lados de un torrente que salva un puente gótico. El vehículo hay que dejarlo a las afueras y continuar a pie por unas calles llenas de arcos, pasadizos y rincones abovedados a los que la ingente rehabilitación llevada a cabo por particulares ha devuelto la vida. Varias torres vigía rodean aún el pueblo. La más grande es la torre de la Cárcel, que perteneció a una antigua fortaleza. Se llega desde Huesca en dirección Barbastro, hasta enlazar con N-230.
Asturias: Museo Etnográfico de Grandas de Salime
Obra personal de José Naveiras, más conocido como Pepe el Ferreiro, el último herrero del pueblo, cuyo amor a la cultura popular le llevó a reunir varios miles de objetos de todo tipo relacionados con las artes, los oficios, las fiestas y el quehacer diario de los pueblos del noroeste peninsular, el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, a 141 kilómetros al oeste de Oviedo, es toda una referencia en el occidente astur.
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Posted by Museo Etnográfico de Grandas de Salime "Pepe el Ferreiro" on Wednesday, December 7, 2022
Lo que hace especial a este museo etnográfico es que no tiene objetos expuestos en vitrinas. Son escenas completas que reproducen el hogar, la vida y el trabajo en el medio rural asturiano. La cocina, la lareira, la botica, el zapatero, el barbero, la tienda de ultramarinos… Objetos reales en su ambiente real reunidos por Pepe a lo largo de una vida. Como si sus propietarios se hubieran marchado de repente hace 60 o 70 años y lo hubieran dejado todo tal cual. El mejor túnel del tiempo a una Asturias preindustrial, pero no tan lejana.
Baleares: S’Espalmador (Formentera)
Nada define mejor la imagen de Formentera que un mar transparente y templado y un cielo azul impoluto. Como suele ocurrir en S’Espalmador, una islote llano y arenoso, cubierto de dunas y sabinas, que prolonga la isla balear más allá de la barra arenosa de la Punta de Es Trucadors, al norte. La isla es privada y pertenece desde 2018 a una familia de Luxemburgo que la compró por una cifra astronómica, pero está permitida la visita a sus bellísimas playas, donde el agua es color azul y verde malaquita y el Mediterráneo tan dócil que el bañista cree flotar suspendido en el aire.
S’Espalmador es uno de los últimos vestigios de naturaleza balear no alterada por el hombre. Se llega en barco privado o en las excursiones turísticas que parten durante la temporada veraniega desde el puerto de La Savina y desde la playa de Ses Illetes. También hay excursiones desde la isla de Ibiza.
Canarias: miradores de El Hierro
El Hierro es una isla vertical, en la que los volcanes modelaron laderas cortadas a pico. Nada mejor para visitarla que una ruta por los miradores naturales que dejaron las escorias y las lavas. El más famoso de todos está en la carretera vieja de Valverde a Frontera. Es el mirador de la Peña, en el que César Manrique levantó, o más bien enmascaró, una construcción de piedra volcánica. Otro impactante balcón es el mirador de Jinama sobre el valle de El Golfo, sumido siempre en esa humedad verde y melancólica con la que los alisos impregan la roca herreña. El de Tanajara queda cerca de El Pinar. Una atalaya perfecta para disfrutar de los atardeceres sobre los pinares que han dado nombre a la localidad. Y, poco antes de la aldea de Isora, se encuentra el mirador de Las Playas, uno de los más soberbios de la isla canaria, con una pared negra de mil metros de desnivel que cierra la vertiente oriental de este territorio de desniveles descomunales.
Cantabria: iglesia de San Martín, en Cigüenza
En medio de un paraje rural de líneas perfectas, junto a un grupo de casas que no alcanza la condición de aldea, aparece de repente, en mitad de Cantabria, un pedacito de Sudamérica. Es la iglesia de San Martín de Tours, un bello ejemplo de arquitectura colonial. Fue mandada construir por Juan Antonio de Tagle Bracho, un vecino del pueblo que emigró a Perú y llegó a ser un alto personaje del Virreinato. Queriendo traer un pedacito de Lima a su terruño natal, copió los planos de la iglesia de las Capuchinas de la capital peruana y le encargó al arquitecto una igual en Cigüenza.
Se trata de un templo barroco de planta de cruz latina y gran fachada escoltada por dos torres rematadas por sendas pirámides de piedra. Tagle Bracho no llegó a contemplar su obra porque murió en Lima en 1790 antes de que fuese terminada. La señorial casona de piedra que hay frente al templo también perteneció a la familia Tagle.
Castilla-La Mancha: Alcalá del Júcar (Albacete)
Para visitar este pueblo serrano hay que dejar el coche al otro lado del puente que salva el río Júcar y adentrarse a pie en una de esas ciudades laberínticas que ha sabido conservar su legado histórico y, sobre todo, su urbanismo medieval. Alcalá del Júcar no es lugar de grandes monumentos ni de edificios singulares. Todo lo contrario. El encanto de este enclave de la provincia de Albacete radica en lo sencillo, en lo popular. En su estampa encaramada sobre la hoz del Júcar, en uno de los rincones más puros y más desconocidos de la comarca de La Manchuela. Tiene restos de un castillo de origen árabe, una iglesia barroca, como todos. Sus apenas 700 habitantes se han dedicado siempre a la agricultura, pero ese invento llamado turismo rural ha transformado el pueblo: docenas de visitantes llegan cada fin de semana en busca de sus agrestes alrededores y de actividades en los dos ríos de aguas limpias del entorno: el propio Júcar y el Cabriel.
Castilla y León: románico pobre de Sahagún (León)
A Sahagún, en pleno Camino de Santiago a su paso por León, se le llamó el Cluny español por el cobijo que los peregrinos encontraban en el gran monasterio medieval de San Benito, una de las instituciones claves en el reino leonés y de la presencia de la orden francesa de Cluny en suelo español. Fueron los monjes cluniacenses los que hicieron de San Benito un monasterio rico, famoso y con buenas rentas. Aquel foco de riqueza atrajo al burgo que iba creciendo en torno a la abadía a un buen número de nuevos residentes, entre ellos muchos artesanos mudéjares de la España musulmana que convirtieron a Sahagún en la capital del románico pobre por el uso de ladrillo de barro, en vez de piedra, en iglesias aún hoy tan monumentales como la de San Tirso, la de San Lorenzo o La Peregrina.
Cataluña: el casco histórico de Girona
Tener una provincia llena de maravillas ha eclipsado desde siempre a la capital de Girona, así que esta es una de las ciudades de Cataluña más desconocidas para el viajero. Y, sin embargo, tiene un casco histórico maravilloso. Su fotografía más pintoresca es un paño de fachadas de suaves color pastel que se alinea a lo largo de la ribera del río Oñar. Las casas coloreadas fueron construidas en el siglo XIX para reemplazar los trozos de muralla derribados por los franceses. Pero mucho antes, una comunidad judía vivía en laberínticos barrios intramuros, llenos de escaleras y callejuelas, hoy restauradas. Es la judería de Girona, una de las mejor conservadas de España. Entre todo este amasijo histórico hay también protagonismo para los baños árabes (de finales del XII), una catedral que mezcla el gótico y el barroco y piedras que pertenecieron a la Vía Augusta, la calzada romana que unía Tarragona con Roma. Un museo de historia al aire libre.
Comunidad de Madrid: La Pedriza del Manzanares
No es ningún lugar secreto: los madrileños acuden en masa cada fin de semana. Pero sí es de todos los espacios naturales de la Comunidad de Madrid el que tiene una morfología más curiosa. El granito de la cuenca alta del río Manzanares fue modelado por la erosión y los movimientos tectónicos hasta convertirse en un gigantesco caos de bloques redondeados, los domos, que se van amontonando en altura hasta culminar en el pico del Yelmo (1.714 metros), la cima de La Pedriza. Entre estos canchales nace el río Manzanares y se refugia una buena porción de la vida natural de esta sierra, lo que llevó a las autoridades a protegerla bajo la denominación de parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
Muy frecuentada por excursionistas y escaladores madrileños, La Pedriza es, geológicamente hablando, la porción más joven de la sierra de Guadarrama y una de las más atractivas para los amantes de la naturaleza. El punto de entrada habitual es el aparcamiento de Canto Cochino, a 6,5 kilómetros de Manzanares la Real.
Comunidad Valenciana: valles de la Marina Alta (Alicante)
A veces basta con separarse unos pocos kilómetros de los lugares transitados para descubrir joyas ocultas. Eso pasa en la costa alicantina, donde años de desarrollo sin control han dejado un muro de apartamentos y chalés. Pero si desde Dénia dirigimos nuestros pasos hacia el interior, en dirección a Pego, en apenas media hora de viaje en coche sentiremos que hemos atravesado el túnel del tiempo. Un estrecho congosto de roca y palmeras da acceso a los tres valles de la Marina Alta: Gallinera, Alcalá y Ebo, último reducto morisco de Alicante. Un paisaje de otro tiempo: huertas y azarbes, almunias y acequias, aldeas blancas de callejuelas frescas, palmerales y campanarios que despuntan sobre la techumbre de adobe de las casas morunas. La cara más costumbrista de la provincia.
Extremadura: judería de Hervás (Cáceres)
Además de por ser uno de los pueblos que mejor ha sabido conservar la arquitectura popular de la montaña cacereña, Hervás merece una visita por su famosa judería: un laberinto de calles frescas y retorcidas donde residía su importante comunidad hebrea. El estilo constructivo tradicional de balcones voladizos y fachadas con vigas de madera a la vista han pervivido en aquí como en ningún otro lugar de la sierra extremeña. De las 45 familias de artesanos y comerciantes judíos que había en el pueblo en 1492, catorce se marcharon tras la orden de expulsión de los Reyes Católicos; las restantes se convirtieron a la fuerza. También sobresalen en Hervás algunas casas señoriales, como el palacio de los Dávila o el Ayuntamiento, una construcción barroca que antes fue enfermería de un convento franciscano.
Galicia: Fragas do Eume (A Coruña)
Una fraga en gallego es un espacio montañoso donde crece salvaje la vegetación. Un bosque, vamos. Y este de Eume, a poco más de una hora de los ruidos de la ciudad de A Coruña, es uno de los bosques atlánticos mejor conservados de Galicia. Fresnos, castaños, abedules, sauces, arces, avellanos, laureles y, por supuesto, carballos (robles) forman una pantalla densa de verdor y misterio, acrecentada por los helechos relictos del Terciario que crecen en las zonas más húmedas. La magia de la fraga se ve acrecentada por las ruinas de algunos molinos y presas, por viejas torres defensivas y por el monasterio de Caaveiro. Es el bosque milenario, la cubierta vegetal que cubría Galicia hace algunos millones de años. 80 kilómetros de biodiversidad extendida a lo largo de las riberas del Eume que fueron declarados parque natural en 1997. Se accede desde A Coruña por la AP-9 hasta salida 21F a Pontedeume (42 kilómetros). Desde allí, por la carretera AC-114 para tomar el desvío de Ombre hasta Caaveiro.
La Rioja: cueva de los Cien Pilares de Arnedo
Los cantiles de areniscas y arcillas que bordean la localidad riojana de Arnedo parecen un queso de Gruyère (aunque, en realidad, este queso no tiene agujeros). Los de Arnedo fueron excavados por el hombre desde los albores de la Edad Media como habitación, granero y también eremitorios. Años de excavar y excavar dieron como resultado un laberinto de túneles conocido hoy como la cueva de los Cien Pilares. Uno de los lugares más impactantes para el viajero que se adentra en esta tierra de La Rioja Oriental. Se cree que durante el alto medievo pudo albergar el monasterio de San Miguel. En su interior podrás seguir el camino habilitado y reparar en las escenas recreadas en sus rincones y estancias, además de disfrutar de las vistas. Hasta mediados del siglo XX, se mantenían en uso alrededor de 200 casas cueva en esta zona.
Navarra: Santa María de Eunate (Muruzábal)
Magia y misterio se aúnan en la solitaria iglesia de Santa María de Eunate, en la llanura navarra, en pleno Camino de Santiago. Se cree que fueron los caballeros templarios (aunque no hay evidencias escritas) quienes construyeron a finales del siglo XII este templo de planta octogonal, que sigue el diseño la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén. Eunate significa en euskera “cien puertas”, pero por qué los templarios la ubicaron en esta solitaria llanura sigue siendo un enigma. Su construcción parece deberse al auge de la Ruta Jacobea que se produjo en torno al siglo XII y que originó numerosas construcciones religiosas por donde discurría el camino. La arquería poligonal que rodea el templo a modo de claustro exterior destaca tanto como su bóveda de ocho nervios y su espacio interior lleno de simetrías. Un templo único que guarda cierto halo místico, ideal para el recogimiento de peregrinos y para el deleite de los amantes de lo mágico y lo esotérico. Solo por la belleza y la armonía del lugar merece la pena el viaje.
País Vasco: la ermita de la Antigua (Zumárraga)
Una carretera de dos kilómetros asciende desde Zumáraga entre colinas y prados bucólicos —en fuerte contraste con la frialdad de la zona industrial que rodea la ciudad guipuzcoana—, hasta la ermita de la Antigua, una de las iglesias más originales e impactantes del País Vasco. Basta acceder a su interior y mirar hacia el techo para saber el por qué. Un entramado perfecto de jabalcones, cerchas, ménsulas, zapatas y vigas componen su artesonado de madera. Un trabajo de carpintería tan perfecto que dicen que si le diéramos la vuelta a la iglesia y la echáramos al agua, flotaría. Como un barco. Todo lo que los ojos ven, y lo que no, está fabricado mediante ensamblaje de madera, sin un solo clavo. La Antigua ocupa el lugar de una antiquísima torre de vigilancia. Durante los siglos XII a XIV fue ampliada hasta su aspecto actual mediante el trabajo comunitario de todos los vecinos, que se encargaron de cortar y trasladar la madera para que maestros canteros gallegos levantaran esta joya de la arquitectura medieval.
Región de Murcia: Aledo
La descripción del itinerario entre la Región de Murcia y Almería que hizo el geógrafo árabe Al Idrisi en el siglo XII cita ya la fortaleza de Aledo, un pueblo a 59 kilómetros de Murcia ciudad por la A-7, donde la vida discurre a un ritmo sosegado por unas callejas estrechas y frescas a las que asoman casas de teja moruna y paredes encaladas, apretujadas unas contra otras, como si temieran caer rodando por los riscos sobre los que se aúpan la fortaleza y el pueblo.
Lo que ha hecho famoso a Aledo es la torre de La Calahorra, un fortín construido en el siglo XI, uno de las más antiguos de la región, que domina el valle desde una peña. Contiguo al castillo se levanta la iglesia de Santa María, un templo barroco con dos torres gemelas. Cada 6 de enero las tranquilas calles de Aledo se ven desbordadas por una marea de gente que acude a ver su famoso Auto de los Reyes Magos, un antiquísimo drama litúrgico que interpretan los vecinos. El pueblo es también una de las puertas de acceso al parque regional de Sierra Espuña, uno de los pulmones verdes de la región.
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