Miradores, paisajes volcánicos, lagartos y otras razones para enamorarse de El Hierro
Del místico árbol garoé al Ecomuseo de Guinea y el Lagartario, con paradas en la coqueta villa de Valverde y las piscinas atlánticas de aguas turquesas de la isla canaria
Acariciada por el océano Atlántico y declarada geoparque mundial de la Unesco, la isla de El Hierro sigue siendo un destino perfecto para una escapada. Asombra su belleza, con bosques de laurisilva, laderas cubiertas de flores salvajes, árboles vencidos por el viento en un quiebro casi imposible, calas soleadas bajo anfiteatros de lava, silenciosos senderos que se adentran en asombrosos paisajes volcánicos y todo un mundo esculpido por las fuerzas de la naturaleza.
Una serie, Hierro, consiguió hace unos años la mejor tarjeta de presentación de esta original isla canaria e incluso la puso de moda como destino turístico. Con una fotografía hipnótica, los paisajes parecían sacados de otro planeta. ¿Dónde estaba aquello? Pues ahí están: en la isla española más remota, la más alejada de la Península y del continente africano, casi descolgada, como alejándose en el Atlántico camino de América. Sus paisajes volcánicos, su aislamiento y su peculiar cultura son razones más que suficiente para visitar la isla. Pero hay muchas más.
Más información en la nueva guía El Hierro de cerca de Lonely Planet y en www.lonelyplanet.es.
El garoé, el árbol que llora
En medio de los paisajes volcánicos envueltos en brumas que son seña de identidad de la isla, encontramos uno de sus emblemas más originales: el místico garoé, un tilo que para los bimbaches (antiguos pobladores de El Hierro) era un árbol milagroso creador de agua. Hace mucho que se sabe que la presencia de agua fresca se debe a un curioso fenómeno meteorológico cerca del majestuoso árbol: la lluvia horizontal.
El garoé sagrado está a tres kilómetros al norte de la localidad de San Andrés, entre los terrenos más antiguos de la isla. Hay que bajar por un empinado camino por las faldas del macizo de Ajonce para llegar hasta el árbol, rodeado de ingeniosas piscinas naturales creadas por los antiguos bimbaches aprovechando la singular geografía de la zona, con sus suelos porosos impermeables que permiten la acumulación del agua. Así, cuando el mar de nubes sube por el barranco, se condensa al entrar en contacto con las hojas del árbol, condensando el agua pura que cae y se almacena en los hoyos.
En realidad, el árbol original fue destruido por un huracán en el siglo XVII y durante siglos la zona quedó abandonada, hasta que en 1949 se plantó el joven tilo que ahora descansa a la sombra entre las brillantes albercas, con su tronco inclinado. El árbol es ahora uno de los reclamos turísticos de la isla, pero el encanto de acercarse hasta el garoé está, sobre todo, en explorar los paisajes rurales que lo rodean, la zona protegida del Ventejís, con sus muros de piedra. Hay incluso una ruta espectacular, la Ruta del Agua, que pasa por el garoé en su itinerario circular desde San Andrés.
El Julan, los grabados en piedra de los antiguos bimbaches
Un magnético mar de lava fluye desde el pico Malpaso, en el corazón de la isla, hasta la costa sur, donde se adentra en el océano Atlántico. Es lo que se conoce como El Julan. Y allí, esculpidos en la colada volcánica por los antiguos moradores de la isla, se encuentran los misteriosos petroglifos geométricos de El Julan, que son uno de los grabados rupestres más importantes del archipiélago canario. No se conoce todavía su significado pero pueden servirnos de excusa para una interesante excursión a la zona arqueológica y a su museo.
Como cuentan en el moderno Centro de Interpretación, estos grabados líbico-bereberes eran ya conocidos por los pastores herreños antes de que a finales del siglo XIX fueran descubiertos oficialmente por el sacerdote Aquilino Padrón y su hermano Gumersindo. Al carecer de elementos árabes, se piensa que son anteriores al siglo VII, cuando se produjo la conquista árabe del Magreb. En el Centro de interpretación se pueden ver réplicas en resina y conocer su significado y todo lo que hasta el momento se sabe sobre ellos, y, ya de paso, sobre la vida y la cultura bimbache. El Centro está a unos ocho kilómetros del pueblo de El Pinar, con unas magníficas vistas sobre la costa sur de la isla.
Los petroglifos originales se pueden ver en la zona arqueológica, en el anfiteatro volcánico que rodea el centro de interpretación, de acceso restringido. Fueron tallados en las coladas de lava con lascas de basalto, usando la técnica del picado. Para preservarlos, solo se puede visitar como parte de una ruta guiada, que se debe reservar con al menos un día de antelación. La excursión se puede hacer a pie, en todoterreno o en una combinación de ida por el sendero y vuelta en vehículo.
Y para completar la excursión, nada mejor que asomarse al mirador de El Julan, un aislado mirador al que se llega por una sinuosa carretera. Desde allí, se extiende una de las cuestas de lava más extensas del mundo, que baja hasta el mar de las Calmas, con las vistas al fondo de la cala de Tacorón y los volcanes de La Restinga.
Valverde, una capital en miniatura
Sobre una colina, a casi 600 metros de altitud, Valverde es la única capital canaria que no está situada a orillas del mar aunque tiene unas vistas espectaculares del Atlántico, la isla de la Gomera y, en días despejados, incluso del Teide (Tenerife). Es una población tranquila, de apenas unos 5.000 habitantes, que antes de la llegada de los castellanos (en 1405) ya era un asentamiento bimbache conocido como Amoco. Desde entonces, es la principal localidad de El Hierro.
La villa tiene un gran encanto, típicamente herreño, con empinados callejones bordeados por casas pintadas en tonos pastel, piedra volcánica y bancales de cultivo. Recorrerla a pie invita a disfrutar de todo el encanto isleño y a pararse ante algunos edificios llamativos, como la impresionante iglesia de la Concepción, con una fachada neobarroca, un campanario de estilo morisco y un sencillo artesonado mudéjar de madera de tea de pino, o el Ayuntamiento, frente a la iglesia, con su clásica arquitectura canaria, rematada en piedra volcánica. A sus pies, desde la plaza del Cabildo, se abre la magnífica vista del Atlántico. Nos queda darnos un paseo por la calle principal, la del Doctor Quintero, con sus elegantes edificios encalados de aire herreño, animadas cafeterías y restaurantes y pequeñas tiendas.
Tres visitas pueden ser las claves para terminar de conocer Valverde. Por un lado, el museo Etnográfico de la Casa de las Quinteras, que celebra la tradición artesanal de la isla, desde la alfarería aborigen hasta la más reciente industria del tinte. Es una curiosa casa del siglo XIX construida en piedra volcánica, en el barrio alto de Tesine, que fue el hogar de las hermanas Quintero, hoy convertida en museo. Se pueden ver desde antiguos telares hasta cerámica aborigen, y las exposiciones recuerdan la vida rural herreña y su larga tradición artesanal, haciendo hincapié en su especial carácter autosuficiente debido al aislamiento de la isla. Es también un buen sitio para comprar algo de artesanía herreña si buscamos un recuerdo: tejidos de lana, delicados bordados, cerámica de Guarazoca, piezas de madera tallada de Frontera y otras curiosidades elaboradas a mano que solo se encuentran aquí o en algunos de los mercadillos semanales de Frontera y Valverde.
Una segunda visita puede ser la cueva de Lemus, ubicada en un extremo de la ciudad es una pequeña gruta que recuerda la primera visita de la Virgen de los Reyes a la villa de Valverde en 1614. Un grupo de pastores, desesperados por la intensa sequía, trasladaron la imagen hasta aquí desde La Dehesa, dando lugar a la famosa Bajada de la Virgen que aún se celebra cada cuatro años en julio, y al popular Camino de la Virgen que cruza El Hierro.
La tercera visita puede ser gastronómica, por ejemplo, a la fábrica de quesadillas Adrián Gutiérrez e Hijas. Preparada en forma de flor, con el famoso queso de la isla como ingrediente estrella, la quesadilla es el dulce más típico de El Hierro. Fue en esta fábrica de Valverde, pintada de amarillo vivo, donde se creó la receta original en 1900. Aún se elabora aquí de forma artesanal en horno de leña, bajo la dirección de la familia de los fundadores Adrián Gutiérrez y Encarnación Padrón.
Que mejor que una quesadilla familiar recién sacada del horno con su hojaldre crujiente para disfrutar en familia, con los amigos o con desconocidos.
Posted by Quesadillas Adrián Gutiérrez e Hijas on Wednesday, June 13, 2018
Las Playas, un maravilloso anfiteatro al Atlántico
En El Hierro decir “Las Playas” no es hablar de todos los arenales de la isla, sino que se refiere a un lugar muy concreto: un espectacular anfiteatro de lava que se desploma hacia el Atlántico en la costa oriental. Declarado Monumento Natural, el asombroso escarpe de Las Playas abarca desde la orilla atlántica del sudeste de El Hierro hasta los tupidos pinares a más de 1.000 metros de altitud en la cima del risco. Son nueve kilómetros de tranquilo litoral que van desde el roque de La Bonanza hasta el elegante parador de El Hierro, entre inmensos paisajes volcánicos protegidos, pasando por una de playas más extensas de la isla
El Roque de la Bonanza es uno de los elementos geográficos más emblemáticos de la isla, una curiosa formación rocosa, de origen volcánico y 200 metros de altura, que ha sido esculpida en forma de arco durante siglos por la fuerza del viento y el océano. La playa del Pozo discurre a lo largo del pie del risco de Las Playas; un delicioso arenal de piedra volcánica con un área recreativa y una pasarela de roca que termina en una escalera que baja hasta el Atlántico.
Para los amantes del senderismo, se puede llegar hasta aquí por el Camino de Isora, que sigue en parte una antigua ruta de mulas que usaban los habitantes del pueblo de Isora para llegar a la zona baja del valle de Las Playas, donde recogían agua. Es un duro y empinado trazado circular de 15 kilómentros.
Y en la punta sur de Las Playas encontramos el parador de El Hierro, envuelto entre palmeras, acantilados y jardines de aloe vera. Se construyó en los años setenta en un estilo colonial, con paredes encaladas y los típicos balcones de madera. Además, tiene uno de los mejores restaurantes de la isla y una tranquila terraza para tomar algo con vistas al mar.
Mirador de la Peña: la creación herreña de César Manrique
Uno de los mayores placeres de El Hierro es perderse caminando entre sus singulares paisajes volcánicos. La isla tiene 15 senderos oficiales señalizados, que suman algo más de 250 kilómetros y a menudo aprovechan antiguas rutas usadas por los herreños desde hace siglos, las tradicionales mudadas o las peregrinaciones religiosas, atravesando entre la niebla los bosques de laurisilva hasta los acantilados costeros.
En estos caminos nos encontraremos rincones extraordinarios y, sobre todo, vistas aún más extraordinarias, como las del mirador de la Peña, sin duda el balcón más privilegiado de la isla, creado por el gran artista lanzaroteño César Manrique en la costa norte, a 700 metros de altitud sobre el escarpado valle de El Golfo. Desde las pasarelas de roca que rodean el original edificio de piedra volcánica se observa la enorme pared curva de El Golfo, con su irregular costa volcánica, sus plantaciones plataneras, los roques de Salmor y los pueblos de Las Puntas, Tigaday y Los Llanillos a sus pies. Enormes ventanales bañan de luz natural el blanqueado salón del restaurante del mismo nombre, donde una serie de columnas volcánicas rodean un frondoso jardín interior y un lagarto de colores decora la pared. En este restaurante, en el salón diseñado también por Manrique, se puede probar el producto más fresco de la isla con un punto de creatividad. Es perfecto también para un café o una copa de vino en la terraza al borde del acantilado, con fantásticas vistas de El Golfo.
Y en lo alto de todo, la ermita, también labrada en la pared volcánica, un kilómetro al sur del mirador de la Peña. Es una iglesia muy sencilla que venera a la Virgen que, según la tradición, protegía los peligrosos caminos que históricamente daban acceso al valle de El Golfo, entre ellos, el de Tibataje, hoy en día cerrado debido a su enorme dificultad.
Otras miradas espectaculares al Atlántico
El de la Peña no es el único mirador de la isla. Casi todos son espectaculares. Como el de Jinama, con unas espectaculares vistas del cautivador anfiteatro volcánico de El Golfo, con un vertiginoso voladizo que sobresale hacia el precipicio desde una estructura de hormigón y piedra basáltica integrada en el entorno natural. A su lado se encuentra la pequeña ermita de la Caridad, de color amarillo mango. El mirador marca el punto más alto del Camino de Jinama, el antiguo sendero de mudada entre El Golfo y el la cordillera del centro de la isla, hoy una de las rutas estrella de senderismo de El Hierro.
El observatorio de Malpaso, en el pico más elevado de la isla, con 1.501 metros de altitud, mira también sobre la depresión de El Golfo y en días claros se puede ver La Palma en el horizonte. También se ve La Palma desde el mirador de La Llanía, ventoso y espectacular, en un escarpe que se desploma hasta El Golfo.
Hacia el otro lado de la isla, el mirador de Isora es un fabuloso conjunto de terrazas sobre la depresión de Las Playas, a unos 800 metros de altura, descendiendo en curva hasta la orilla atlántica y el Roque de la Bonanza. El espacio fue renovado en 2021 por el artista canario Tomaso Hernández, incorporando una serie de terrazas de roca volcánica en la ladera, fragantes jardines autóctonos y motivos florales forjados en hierro. Hay varias rutas de senderismo que pasan por aquí, incluido el difícil camino de Isora.
Las piscinas atlánticas de El Golfo
La costa escabrosa de El Hierro es una verdadera joya, con piscinas naturales, arenales perdidos entre coladas de lava, playas de arena negra y asombrosas bahías entre acantilados. Pero, sin duda, una de las propuestas más interesantes y originales de la escarpada e inaccesible costa son las pozas naturales de agua salada, las conocidas como piscinas atlánticas. Hay varias y muy diferentes, desde lagunas marinas con duchas, sombrillas, merenderos y animados chiringuitos hasta pozas solitarias en las que olvidarse del mundo. El mejor momento para disfrutarlas es con marea baja, ya que con pleamar las corrientes oceánicas pueden ser peligrosas.
La reina de las piscinas naturales herreñas es la de La Maceta, una encantadora poza cinco kilómetros al norte de Tigaday compuesta por tres piscinas de cristalina agua color turquesa que relucen al pie del acantilado, con diferentes profundidades, accesibles por escaleras. Además, tienen duchas, baños, un chiringuito-restaurante, una terraza para tomar el sol y una sombreada zona de pícnic y barbacoa. Las vistas de la costa son una maravilla y un precioso sendero de 2,5 kilómetros conecta con el vecino pueblo pesquero de Las Puntas.
En El Golfo, el Charco de los Sargos es una tranquila colección de piscinas de lava con agua de color esmeralda a las que se accede por una serie de pasarelas de madera y escaleras volcánicas. Y el Charco Azul es famoso por sus llamativas formaciones volcánicas esculpidas por la lava y la erosión del océano a lo largo de los siglos.
Viajamos al sur de la isla para encontrarnos la zona de baño de Tacorón, en el corazón del malpaís, a nueve kilómetros al noroeste de La Restinga. La tranquila cala de Tacorón es un pequeño paraíso en el llamado mar de las Calmas: los acantilados de lava rojiza caen en cascada hasta las aguas color turquesa y una serie de pasarelas de terracota y escaleras metálicas bajan directamente al agua. Muchas de las escuelas de buceo de La Restinga ofrecen aquí inmersiones y alquiler de kayaks y un chiringuito espera junto a la playa, de arena negra.
Cerca de Valverde, en el norte, la tranquila piscina natural del Tamaduste es otra bella laguna color turquesa, y uno de los más deliciosos lugares para darse un baño en El Hierro, con sombrillas bajo palmeras y escaleras que bajan directamente a la bahía atlántica desde pasarelas de madera. Alrededor se extienden las típicas casas blanqueadas del antiguo pueblo pesquero de Tamaduste, en medio de los paisajes lunares de la costa noreste y hoy lugar de veraneo por excelencia.
Otro de los baños más exquisitos es el de La Caleta, a cuatro kilómetros de Valverde, en las piscinas de agua salada o en el mismo océano. Un pequeño paseo marítimo bordea esta serena aldea costera. Sus tres maravillosas piscinas saladas se han construido en el rocoso litoral junto al Atlántico; también tiene una serie de escaleras para sumergirse en el océano, donde se puede bucear con tubo. Bajando los escalones de piedra volcánica inmediatamente al este se verán restos de varios grabados rupestres de época bimbache.
La solitaria belleza del mar de las Calmas
La costa sur de la isla se conoce como mar de las Calmas por las pacíficas y solitarias olas que bañan sus costas, desde La Restinga al aislado faro de Orchilla. Espectaculares cascadas de lava y áridos conos volcánicos dominan el paisaje de la zona, dando paso a los viñedos, olivares y huertos frutales en lo alto, en la zona de El Pinar y los tradicionales pueblos de Taibique y Las Casas. Un refrescante baño, una salida de buceo o una ruta en kayak desde La Restinga son algunas de las atracciones de cualquier visita a la isla.
La reserva marina del entorno de la Punta de La Restinga-Mar de las Calmas protege 1.180 hectáreas de aguas atlánticas conocidas por su enorme biodiversidad, con profundidades de hasta 300 metros y rocosos fondos marinos que albergan curiosos habitantes subacuáticos. A la vez, su existencia (y las restricciones que conlleva) impulsa la pesca artesanal sostenible y el buceo responsable. Bajo las aguas tropicales se esconde una riquísima variedad de vida: muriones, gallos, morenas, barracudas, grandes meros, langostas herreñas, camarones y corales, además de tortugas, mantas y tiburones ballena. También pueden aparecer delfines y cetáceos, como los cachalotes y los poco conocidos zifios. La mejor forma de conocer las maravillas subacuáticas del mar de las Calmas es en una excursión de buceo desde La Restinga. De allí también zarpan excursiones en barco, a menudo con opción de buceo con tubo.
Un viaje al pasado en el Ecomuseo de Guinea y el Lagartario
Muchos han oído hablar del legendario lagarto gigante de El Hierro. Se puede ir al encuentro de esta especie endémica en El Golfo donde, además, está uno de los mejores yacimientos arqueológicos de la isla. Fue habitado hace siglos por los bimbaches antes de convertirse en un asentamiento castellano tras la conquista del siglo XV y, finalmente, quedar abandonado a mediados del siglo pasado. El Ecomuseo de Guinea es un centro pionero que acoge también el proyecto de recuperación del lagarto de Salmor, el reptil gigante de El Hierro que hasta hace unas décadas se creía extinguido.
El ecomuseo está formado por una curiosa colección de 20 antiguas viviendas de piedra volcánica (hoy restauradas con materiales originales) de entre los siglos XVII y mediados del XX, aunque anteriormente existió aquí un poblado indígena. Un paseo (guiado) por sus calles de piedra ofrece un viaje por la historia y las costumbres de los diversos habitantes de la isla a lo largo de los años. Las casas, con sus vigas de madera y robustos muros de piedra, conservan muebles originales, piezas arqueológicas, jardines de cultivo y utensilios cotidianos. Además, se puede visitar un tubo volcánico subterráneo de 90 metros, uno de los llamados juaclos, en el que originalmente vivían los bimbaches.
Ubicado junto al yacimiento arqueológico, el Centro de Recuperación del Lagarto Gigante de El Hierro muestra el trabajo del equipo encargado de reintroducir el amenazado lagarto gigante de El Hierro (Gallotia simonyi) en la naturaleza. Estos reptiles endémicos, completamente inofensivos, pesan alrededor de 700 gramos, miden hasta 60 centímetros de longitud y pueden vivir cerca de 20 años en libertad. Hacia la década de los cuarenta se pensó que se habían llegado a extinguir, pero en los setenta se descubrió una pequeña colonia en la casi inaccesible Fuga de Gorreta, encima de El Golfo, y en 1985 se puso en marcha el plan de recuperación. Hoy, unos 400 ejemplares viven en libertad en El Hierro, sobre todo en el roque Chico de Salmor y la Fuga de Gorreta, y se pueden observar algunos ejemplares en el lagartario.
La Bajada: la fiesta grande
Cada cuatro años, los herreños celebran el primer sábado de julio desde 1745 su gran fiesta: la Bajada. Para ellos es un acontecimiento casi sagrado, y participa prácticamente toda la población. Escondida entre la naturaleza se halla la sagrada ermita de la Virgen de los Reyes, dedicada a la patrona de los herreños. Toda la isla se reúne para presenciar o participar en esta enorme romería de 28 kilómetros, que traslada la imagen de la patrona en un palio desde su santuario en La Dehesa hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, en Valverde, por el famoso Camino de la Virgen, acompañada por grupos de bailarines vestidos de blanco y el ritmo del tambor herreño, con relevos en las rayas (lindes) de los distintos pueblos a lo largo del recorrido. Durante el resto del mes, la virgen visita las localidades de la isla, antes de volver a su hogar entre las brumosas laderas de La Dehesa a principios de agosto.
El escenario principal es el aislado, deshabitado y ventoso extremo oeste de El Hierro, dominado por salvajes paisajes cubiertos de conos volcánicos, coladas de lava y arenas negras o rojas, pero también de sabinas retorcidas por el viento, fuertes arbustos y antiguas cancelas que desvelan su papel tradicional como zona de pastoreo.
No hay transporte público en esta parte de la isla, y la única manera de visitarla es contar con un vehículo propio. También se puede descubrir la zona a pie, por el sendero GR131 (entre otros), que coincide en gran parte con el famoso Camino de la Virgen. En un maravilloso entorno natural, con vistas al reluciente Atlántico, se alza la pequeña ermita hogar de la venerada patrona de la isla, que socorrió de forma milagrosa a los herreños durante épocas pasadas de sequía. El sencillo templo que hoy aguarda al peregrino data del siglo XVIII, aunque aquí existía ya un lugar de culto desde mediados del XVI. Un arco blanqueado, bordeado por sabinas, da paso al tranquilo patio, donde brillan llamativos geranios en primavera.
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