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Del lince al urogallo cantábrico, España en ocho animales

Viajes donde la fauna es la protagonista en el entorno de Doñana, Sierra Morena, Valencia, la isla de El Hierro o el valle de Laciana

Animales España
Primer plano de un urogallo cantábrico.Javier Fernandez Sanchez (Getty Images)

Si el toro y el lobo han sido durante décadas las fieras de cabecera para contar España, la supervivencia de esos tótems depende de muchas otras especies menos vistosas, pero enormemente decisivas, que sostienen los ecosistemas pese a que casi nadie las incluya en sus relatos. Ahora más que nunca vale la pena explicar cómo y dónde nos relacionamos con ellas. Lagartos gigantes, urogallos o linces ayudan a entender por qué la isla de El Hierro, el valle de Laciana o Sierra Morena son como son. Los ejemplares que aparecen a continuación integran Lagarta, libro que presenta historias donde animales a menudo tan invisibles como emblemáticos conectan asombrosamente con personas dotadas para lo natural. Las alianzas entre estos seres invisibles determinarán nuestro futuro.

1. Lince

Aunque en la Península coincidieron el lince ibérico y el boreal, de este último ya no queda ni rastro y el ibérico se salvó por los pelos a finales del siglo pasado, cuando España se resistió a ser el primer país del mundo moderno donde desapareciera un gran felino. El dinero logrado con un proyecto Life eu­­ropeo reconcilió a políticos, ecologistas, cazadores, ganaderos, vecinos y otros colectivos que habitan los territorios rondados por este felino. Resultado: tras calcular unas 30 hembras reproductoras, el último censo de linces ibéricos ha sido de 1.111.

Primer plano de un lince ibérico.
Primer plano de un lince ibérico.Daniel Hernanz Ramos (Getty Images)

El coto de Doñana fue clave para mantener con vida a la especie, si bien ha perdido su gancho. El ibérico solo come conejo y el lentisco es su refugio ideal, pero ambos están escaseando en Doñana, mientras los linces se multiplican a un ritmo que los incita a diseminarse por Sierra Morena (con Andújar reclamando la capitalidad lincera) y a seguir rutas que conectan el río Guadalmellato y Cardeña (Córdoba), en un viaje imparable hacia el norte que ha permitido avistarlos en los Montes de Toledo, la Extremadura de Valdecigüeñas o el valle del Matachel.

2. Murciélago

En el escudo de Valencia hay un murciélago, y mucha gente no sabe por qué. La pandemia estigmatizó aún más a un animal tocado por leyendas de vampiros, si bien los valencianos campesinos e ilustrados aprecian de lo lindo lo que vale un ratpenat. Dicen que su lugar en el escudo tiene que ver con una noche en la que las tropas de Jaume I acamparon en el barrio de Ruzafa. Mientras los soldados dormían, un murciélago cayó del cielo sobre la tienda del rey, provocando un estrépito de armas y armaduras. Jaume I se despertó a tiempo de percatarse de que los musulmanes estaban a punto de atacarles y se libró de la derrota.

Un murciélago a la salida de una cueva.
Un murciélago a la salida de una cueva.Rudmer Zwerver (Getty Images/iStockphoto)

Los agricultores de arroz y horchata adoran al supuesto chupasangre porque les libra de millones de mosquitos y de la bactra que pulveriza la chufa, y por eso hasta les fabrican dormideros. Massanassa, un pueblo arrocero, o la chufera Carpesa, como tantas localidades del extrarradio, son ideales para contemplar los beneficios de este mamífero, al que también salvaguardan en el Centro de Recuperación de Fauna de la Albufera.

3. Ballena vasca

Ya no hay ballenas vascas en la costa cantábrica, pero quien desee recordarlas puede seguir la línea litoral que une la Getaria guipuzcoana con la Guéthary francesa, por donde los cetáceos nadaron durante siglos dando pie a una industria ballenera de vanguardia… hasta que su historia se silenció. El secreto entre pescadores reacios a revelar sus caladeros y, luego, la corrección política, que desaconseja reivindicar la caza industrial de animales, casi han volatilizado los relatos que vinculan al País Vasco y la ballena, si bien desde que la historiadora británica Selma Huxley rescató la historia en los archivos de Oñate el mamífero está recuperando su lugar en el imaginario de unos pueblos que fabricaron traineras y barcos velocísimos y llegaron a delimitar sus jardines con huesos del coloso.

Una ballena saltando en aguas del Atlántico.
Una ballena saltando en aguas del Atlántico.Thomas Sbampato (imageBROKER)

Así, es posible explorar la relación siguiendo la heráldica de localidades como Hondarribia, Ondarroa o Motrico, además de visitando los astilleros de Albaola en Pasaia o los puertos de las Getarias, Zarautz u Orio, que luce un equipo de traineras de élite y rememora la caza de la última ballena vasca con una fiesta.

4. Desmán

El desmán es un micromamífero que solo habita junto a ríos de aguas impolutas y circunscribe su actividad a la noche. Además, desde la estética humana se ve más bien feo y no es lo mismo concienciar sobre la importancia de un lince que sobre este topillo de cuerpo peludo. Pero aún hay quien ha visto colear al desmán en España. Al principio lo llamaron pirenaico porque lo descubrieron en la occitana Tarbes, pero luego aparecieron en el Sistema Central o en Asturias y lo apellidaron ibérico. En cualquier caso, marca la pureza de un ecosistema.

Un ejemplar de desmán en los Pirineos.
Un ejemplar de desmán en los Pirineos.Daniel Heuclin (AGE FOTOSTOCK)

Hace una década asomó en el río Eresma, en Valsaín, si bien las talas de árboles lo han desplazado y ahora se concentra en cauces prístinos del Sistema Central y, sobre todo, de Galicia, los montes cántabros y el norte de Portugal.

5. Cigüeña negra

Su carácter reservado, el deseo de alejarse de las cigüeñas blancas y el número cada vez más reducido de ejemplares perfilan a la cigüeña negra no solo como bastante indetectable, sino también como virtuosa buscadora del silencio y la discreción.

Hay quien la llama gitana debido al plumaje negro que la cubre como una gran mantilla por donde asoman sus intrigantes ojos rojos y ese soberbio pico escarlata que hace pensar en labios pintados.

Un ejemplar de cigüeña negra sobrevolando el entorno de Doñana.
Un ejemplar de cigüeña negra sobrevolando el entorno de Doñana.Michael Schroeder u. Iris Loeser (Getty Images)

Solitaria, recelosa y devota de ríos y embalses, de riscos y bosques, también fan de la umbría del encinar que refresca a los pollos y camufla las plumas, la cigüeña negra no quiere ruido ni más desconocidos que los peces que ensarta o atenaza con el estuche-espada que tiene por pico. Lo mismo hace con cangrejos, reptiles, ranas, salamandras y todo tipo de anfibios, que igual captura en el siberiano embalse de Valdecaballeros (Badajoz) que en la sierra de Malcata, al filo de Portugal, además de en el parque natural de Arribes del Duero o la desembocadura del Guadalhorce. Pero, sea donde sea, ¿quién la ve?

6. Urogallo

En España existe un ave de biología singular: el urogallo cantábrico. Todas las poblaciones europeas de urogallo viven en regiones boreales con bosques de pinos y abetos, mientras que el cantábrico, desplazado por una glaciación, recaló en estas montañas, logrando sobrevivir entre hayedos y robles. A cambio, ha desarrollado un plumaje que le blinda las patas y los orificios nasales del frío. Se trata, en fin, de un ser poderosamente excepcional.

Cuando en 2017 la especie entró en la UVI de la fauna salvaje hubo quien se estremeció ante la posibilidad de no volver a escucharle cantar. De ahí que se haya prohibido acudir a cantaderos, y que en Castilla y León y el suroccidente asturiano se activara un plan de rescate que, entre otras cosas, favorece la proliferación de arándanos (le encantan). Los amantes del urogallo prefieren callar dónde están los cantaderos, pero quien desee sentir su aliento puede asomar por Villablino (León), sede del Centro del Urogallo, o el centro de cría en cautividad de Sobrescobio (Asturias), además de pasear por la Umbría de Cerredo, donde las madrugadas de apareamiento se escuchan vuelos, cantos o aleteos.

7. Lagarto gigante de El Hierro

El Hierro está marcado por el malpaís y una geología abrupta culminada por acantilados como el Risco, una sucesión de crestas dentadas donde aún corretean lagartos de tamaño inusual que hoy emergen como emblemas de la isla canaria. También hay lagartos gigantes en La Gomera y Tenerife; las variaciones entre unos y otros son mínimas, pero la ubicación extrema del herreño, su aura de superviviente en la isla límite, le confiere un simbolismo imantador. Retiro, soledad, vejez, volcán, extinción.

Retrato de un lagarto gigante de El Hierro.
Retrato de un lagarto gigante de El Hierro.HENNER DAMKE (Getty Images/iStockphoto)

Además, su historia se vincula a la memorable amistad entre el pastor y luchador canario Perico Machín y el biólogo Miguel Ángel Rodríguez: el tándem que, desde el lagartario de la isla y el Ecomuseo de Guinea, diseñó un plan de protección que ha preservado a la especie.

Hoy se distinguen siete puntos de El Hierro con lagartos en libertad, la mayoría de ellos acantilados al borde del océano, aunque el lugar más inexpugnable es el Roque Chico, un islote al que solo se puede acceder escalando sus rocas desde el mar o en helicóptero.

8. Bucardo

La apasionante historia del bucardo se narra desde el parque nacional de Ordesa (Huesca). Allí, en enero de 2000, la nieve partió un abeto que aplastó la cabeza de una bucarda. Al ser la última de su especie, se convirtió en el primer animal extinguido en el siglo XXI. Como científicos españoles habían congelado células de bucarda, procedieron a clonarla en Zaragoza. La cría vivió ocho minutos. Para rastrear su pista cabe viajar a Torla, de donde partían los cazadores, y seguir hasta la Faja de Pelay, donde Javier Seijas detectó a una hembra tras muchos meses de espera, para acabar en la Muralla de Duáscaro, su último refugio.

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