Italia más allá de su deliciosa cocina y cultura: 15 experiencias para disfrutar de su naturaleza
Vuelos en tirolina en los Dolomitas, senderismo por el parque nacional de las Colinas Metalíferas, una visita a las minas de los lagos de Lavagnina, body rafting en las gargantas del Alcantara... Planes al aire libre en algunos de los paisajes más emocionantes de Europa
Desde los Alpes italianos cubiertos de nieve y de esquiadores hasta las soleadas rutas en coche y en bicicleta de montaña por Sicilia o Apulia, Italia es un paraíso para las actividades al aire libre. A pie, esquiando, en bicicleta o a vela se pueden disfrutar inolvidables puestas de sol en Cinque Terre, alcanzar montañas que rozan las nubes, recorrer onduladas colinas cubiertas por viñedos o surcar mares color azul intenso. A lo que se suma que en el país, con 7.600 kilómetros de costa y 450 islas con playas de postal, están algunos de los volcanes más activos del mundo.
Todo un arsenal asombroso de paisajes naturales que compiten con la inagotable riqueza artística y monumental de Italia.
1. Tras las huellas del lobo en Val Borbera (Piamonte y Liguria)
Val Borbera es uno de los últimos valles del interior del Piamonte, en la frontera entre las provincias de Alessandria, Génova, Pavia y Piacenza, allí donde los viñedos dan paso a los bosques y los paisajes de los Apeninos se suavizan. En la parte alta de este territorio salvaje todavía es posible escuchar el aullido de los lobos rompiendo el silencio nocturno en una zona muy poco habitada que el viento azota a menudo al anochecer.
Más información en las guías Italia y Explora Italia de Lonely Planet y en lonelyplanet.es
No quedan muchos ejemplares de lobo en estas tierras, pero se puede participar en excursiones organizadas para seguir las huellas de este depredador rebelde y tímido siguiendo uno de los tramos del proyecto Life Wolfalps, creado para garantizar la conservación a largo plazo de esta especie en los Alpes y en los Apeninos y para mejorar la coexistencia entre los lobos (que hasta hace muy poco estaban condenados a la extinción) y los pastores y agricultores de estas zonas de montaña. Se trata de un recorrido de cuatro horas al alcance de todos, incluso para familias con niños, por el camino que va desde el santuario de Cà del Bello, en Borghetto di Borbera, y la localidad de Ca’ del Lupo. Para los más intrépidos, la alternativa es adentrarse en la inquietante garganta del Strette di Pertuso, un entorno duro y pedregoso surcado por las aguas del arroyo Borbera.
Para llegar aquí lo más cómodo es el tren, hasta Arquata Scrivia, y desde allí hay autobuses hasta varios lugares del valle.
2. Senderismo por los lagos de Lavagnina (Piamonte y Liguria)
La búsqueda del oro comenzó a finales del siglo XVI en esta zona de las montañas del norte de Italia, alrededor de los lagos de Lavagnina. La iniciaron los duques de Mantua, que en aquel período eran también marqueses de Monferrato, y continuó hasta a mediados del siglo XIX, cuando se construyó en la zona una planta metalúrgica para la fundición de los lingotes. De aquellos tiempos y de la particular fiebre del oro italiana quedan 40 minas cerca de los pueblos de Casaleggio Boiro, Mornese y Bosio, dentro del parque natural de las Cabañas de Marcarolo.
Fueron abandonadas gradualmente por agotamiento a principios del siglo pasado, y hoy los túneles húmedos y oscuros se han convertido en el refugio perfecto para una fauna cavernícola que incluye cinco especies de invertebrados (un crustáceo, dos arañas, un insecto y un molusco) y cinco de vertebrados (un anfibio, el tritón Speleomantes strinatii, endémico de este lugar, y cuatro variedades de murciélagos). Dos de las antiguas minas, la M1 y la M13, se han abierto para uso turístico y se pueden visitar entre abril y octubre, previa reserva y acompañados por un guardabosques que proporciona a los participantes información geológica y naturalista en el medio ambiente subterráneo. Se visitan siempre equipados con casco y usando zapatos adecuados, y alumbrados con antorchas que permiten contemplar los animales y los colores de los diferentes minerales presentes.
La mejor forma de moverse por la zona es en coche, no es sencillo hacerlo en transporte público y la estación de tren más cercana está en Serravalle Scrivia (a 30 kilómetros del área del parque).
3. Camino de la lana y de la seda (Toscana y Emilia Romaña)
En cualquier listado europeo de rutas de senderismo debería figurar la la llamada Vía de la Lana y de la Seda, que conecta Bolonia y Prato. Son unos 130 kilómetros, de dificultad media, que por lo general se suelen realizar en seis etapas y seis días. En el pasado fue una ruta por la que transitaban comerciantes entre dos de las grandes ciudades textiles del norte de Italia. Conviene evitar los días más calurosos del verano o los de invierno con nieve. También es recomendable salir con un guía o con el mapa de senderismo en la mochila.
El viaje revela algunos tesoros de la región: además de Bolonia y Prato, la Chiusa di Casalecchio (siglo X-XI), que es una de las obras hidráulicas más antiguas en funcionamiento en Europa; el parque histórico de Monte Sole, que todavía conserva las huellas de la II Guerra Mundial; el parque regional de los lagos de Suviana e Brasimone, rodeados de robledales y hayedos, y el fascinante pueblo de Castiglione dei Pepoli, con su centro histórico intacto al pie del monte Gatta. Hacer todo el viaje puede ser demasiado largo, pero se puede limitar a los 20 kilómetros desde Piazza Maggiore, en Bolonia, hasta Sasso Marconi, cuyo nombre es un homenaje al científico que inventó la radio. Otra ruta más exigente, de 27 kilómetros, conduce a Grizzana Morandi, en el corazón de los Apeninos boloñeses.
Todos los pueblos y ciudades están bien conectados por trenes y autobuses desde la estación de Bolonia Central.
4. Geoparque de las Colinas Metalíferas (Toscana)
Si a las sensuales colinas toscanas cubiertas de bosques se le añaden unos cuantos géiseres de aspecto infernal, algunos plácidos lagos y unos cuantos túneles cavados en las entrañas oscuras de la tierra, el resultado es el paisaje del parque nacional de las Colinas Metalíferas, un área que forma parte de la red de Geoparques de la Unesco, se extiende sobre más de mil kilómetros cuadrados y toca siete municipios de la provincia toscana de Grosseto: Follonica, Gavorrano, Massa Marittima, Monterotondo Marittimo, Montieri, Roccastrada y Scarlino.
Este territorio estuvo ya habitado por los etruscos, que del subsuelo obtuvieron la materia prima para fabricar herramientas y armas. Para comprender la singularidad de la zona, conviene empezar desde una de las siete puertas del parque (una para cada municipio), donde los puntos de información dan acceso directo a las diversas actividades: ciclismo, senderismo, equitación, escalada, quads, piragüismo o kayak. Y aún queda lo más singular, que es explorar sorprendentes fenómenos geológicos, sobre todo el parque de naturaleza Le Biancane, con el geomuseo MUBIA, o realizar alguna actividad relacionada con la extracción de metales, como la visita al museo de la minería en la Galería Gavorrano o el vertedero de mineral de cobre Le Roste, entre Montieri y Boccheggiano. Con un aspecto realmente marciano, la comarca toscana de la Maremma tiene también bellos pueblos medievales, entre los que sobresale la soberbia Massa Marittima.
Para llegar, Follonica es la estación de tren más accesible, a 24 kilómetros de Massa Marittima. Desde aquí, es posible moverse en autocares, aunque lo más cómodo es recorrer la zona en coche.
5. Monte Isola en el lago Iseo (Lombardía)
Il Sebino, más conocido como Iseo, es tal vez el lago menos famoso del norte de Italia. Quizá por eso mismo ha mantenido ese aire de languidez y romanticismo un poco fuera de tiempo. Lo protegen una corona de altas montañas y en medio, como una piedra preciosa, el monte Isola, una roca cubierta de bosques que se eleva como un espejismo: es la isla lacustre más grande del país.
En 2016, se podía llegar caminando sobre el lago por la pasarela ideada por el artista Christo. Hoy el lago se recorre en bicicleta o a pie por la orilla de Brescia y la zona de Bérgamo en busca de diferentes vistas y pueblos pintorescos llenos de colorido. El tramo más espectacular es el camino que conecta Lovere con Riva di Solto pasando por el Orrido di Castro. Al barranco del Bögn de Zorzino, en cuyo fondo hay una playita agradable, solo se puede llegar de pie. Y también desde el lago parten innumerables rutas de senderismo que llevan a los picos circundantes y a puntos con vistas panorámicas. Uno de estos caminos aptos para todos es la Antica Strada Valeriana, una ruta de 24 kilómetros que puede hacerse en nueve horas o dividida en un par de días de caminata entre Pisogne a Pilzone por diminutos pueblos y espesos bosques.
Para llegar hasta aquí, las estaciones de tren de Iseo y Pisogno son fácilmente accesible desde Brescia. Y también hay autobuses que conectan Brescia, Iseo y Pisa. Para acceder al monte Isola hay un ferri en el que está permitido transportar la bicicleta.
6. Observar los flamencos en el delta del Po (Véneto y Emilia-Romaña)
El delta del Po tiene un patrimonio ornitológico extraordinario, con más de 370 especies de aves acuáticas, sedentarias y migratorias que pueden observarse en todos los rincones del territorio, pero particularmente en el anillo de la Via delle Valli da Pesca, un itinerario ciclista circular de 41 kilómetros con salida y llegada en Porto Levante. También se organizan escursiones en barca en Porto Tolle.
El agua ofrece amaneceres y atardeceres de fuego. En el cielo y en el agua, todo un espectáculo de colorido y sonidos propios del mundo alado del delta del Po: los colores brillantes de los ánades reales, el vuelo y los deslizamientos de los patos, la presencia de especies raras como la espátula, la avoceta, el avetoro, el pato moñudo y, en primavera, las nubes rosas que forman los flamencos que anidan allí.
7. Ciervos en el Bosco della Mesola (Emilia Romaña)
El Bosco della Mesola es la foresta más grande de la zona de Ferrara. Se fue creando entre dunas y aguas estancadas a lo largo de la Edad Media, cuando la orilla del mar Adriático entre el Po y Rimini estaba casi completamente cubierta de bosques habitados por miles de ciervos, de los que hoy solo sobreviven algunas manadas no muy lejos del castillo Estense de Mesola, único vestigio de la ciudad que Alfonso II de Este quiso construir sobre el mar para competir con Venecia. Los venecianos desviaron el Po con el corte de Porto Viro y la ciudad nunca se llegó a construir, pero el castillo se convirtió en un pabellón de caza y hoy alberga un museo cinegético.
El bosque no está completamente abierto a los visitantes, pero hay caminos autorizados para acceder a pie o en bicicleta, desde los que se pueden admirar ciervos y gamos. También hay una vereda adaptada para personas con discapacidad visual, con pasamanos y paneles informativos en alfabeto braille.
Los trenes TPER conectan Ferrara y Codigoro, localidad cercana a este espacio protegido.
8. Remando en los meandros del río Trebbia (Emilia Romaña)
Justo en el límite entre los Apeninos Emilianos y Liguria, Val Trebbia es conocido como uno de los valles con más encanto y más salvajes del PIacentino, surcado por el río del mismo nombre que nace en las laderas del monte Prelà y llega hasta las llanuras del valle del Po. Se trata de una estratégica encrucijada de rutas como la Vía Francígena y la Vía del Sale, donde las familias feudales de la Edad Media construyeron castillos fortificados que todavía hoy marcan el paisaje.
En la parte superior del Trebbia, uno de los ríos de agua más clara y limpia de Europa, su cauce se encaja en profundas gargantas excavadas en la roca, y las zonas de rápidos alternan con pequeños lagos rodeados de acantilados coronados por bosques.
De mayo a septiembre, el Parco Avventura Valtrebbia anima a recorrerlo por pasarelas suspendidas entre los árboles o en descensos en kayak por los meandros del Trebbia en los tramos donde la corriente es menos impetuosa, acompañados por un guía experto. Hay quien prefiere practicar barranquismo o simplemente hacer excursiones para relajarse y nadar.
Para llegar, la estación de tren más cómoda es Piacenza, y desde aquí hay líneas de autobuses hasta las localidades del valle.
9. Gargantas del Alcantara (Sicilia)
En esta zona de Sicilia, los paisajes de basalto parecen tallados por la mano del hombre, con sus surcos y sus peculiares formas de abanico o en columna. Estamos en el parque fluvial del río Alcantara, que recuerda el pasado árabe de la isla de Sicilia (al-qantara significa puente). Las paredes de las gargantas se elevan hasta 30 metros de altura mientras el agua va excavando su camino entre las rocas formando rápidos y una pequeña cascada que desemboca en la piscina de Venus.
Para experimentar Alcantara con una pizca de adrenalina hay que ponerse un traje de neopreno, un chaleco salvavidas y un casco y sumergirse en las heladas aguas cristalinas. La experiencia del body rafting es una de las que ofrecen aquí las agencias de aventuras en la naturaleza. También hay opciones para quienes prefieren algo más suave como una caminata clásica junto al río o relajarse en una playa fluvial a la entrada del cañón, en unas piscinas en el tramo del río cerca del pueblo de Francavilla.
Hay autobuses desde Taormina a las gargantas.
10. Avistamiento de delfines en las islas Flégreas (Campania)
En las profundidades del golfo de Nápoles, entre cuevas y cañones submarinos, praderas de posidonia, rosas de mar, madréporas y falsos corales, viven los delfines. El área protegida marina Neptuno cubre una superficie de 11.000 hectáreas de mar Tirreno alrededor de las islas Flégreas, con una enorme variedad de hábitats. Los tesoros hundidos están escondidos en aguas de Isquia, donde se puede nadar sobre las ruinas submarinas de Aenaria, un yacimiento romano del siglo III, o contemplarlo desde la borda de un barco. Se pueden avistar delfines entre Isquia y Ventotene, y también existe la posibilidad de subir a bordo del velero histórico Jean Gab, que surca los mares desde 1930, y unirse al equipo de la asociación Oceanomare Delphis Onlus en un original viaje pensado para contribuir al conocimiento y protección de los cetáceos.
Desde el muelle Beverello en Nápoles, las embarcaciones de la naviera Alilauro llegan a Isquia y Capri.
11. Caminar, pedalear y remar en la costa del Salento (Apulia)
En la costa jónica del Salento no solo hay dunas de arena, aguas caribeñas y una sabrosa cocina mediterránea. Allí la naturaleza resiste al turismo cada vez más masivo. La protege la reserva natural Palude del Conte e Duna Costiera di Porto Cesareo, entre Punta Prosciutto y Torre Squillace: una costa irregular, con islotes visibles frente a un área marina protegida.
Un poco más al sur, el apacible arco del mar Jónico sobresale junto a los acantilados de la costa de Nardò. Allí nos encontramos en la zona más alta del Jónico, protegida por el parque natural regional de Porto Selvaggio y Palude del Capitano. Cruzar el parque a pie o en bicicleta acompañados por un guía de la empresa Avanguardie da la oportunidad de conocer todos los secretos de la zona. Si el plan es simplemente disfrutar de sus playas, la más pintoresca es la de la bahía de Porto Selvaggio y la más salvaje, la de Torre Uluzzo, a la que se puede llegar atravesando un camino bastante empinado.
Se puede llegar a Nardò en tren desde Lecce en aproximadamente una hora, mientras que para ir directos a Porto Cesareo hay que combinar con autobuses.
12. Los Dolomitas del Brenta (Trentino-Alto Adigio)
Una grieta verde se abre entre los bastiones helados del monte Adamello, al oeste, y los pináculos y torres encantadas de los Dolomitas del Brenta, al este. Val Rendena da la bienvenida al parque natural Adamello Brenta, el área protegida más grande de la región. En el fondo del valle, casi una frontera donde se encuentran dos mundos geológicos, corren las aguas heladas del río Sarca, acompañado en todo su curso por los diferentes pueblos del valle, que pueden servir como campamento base para caminar por extraordinarios paiajes alpinos. Un laberinto de caminos sube hacia los valles salvajes: Val San Valentino, Val di Borzago, Val Nambrone, Val Brenta y Val d’Agola. Hay excursiones con todo tipo de niveles de dificultad. La ruta clásica va por los principales refugios que enlazan con las cumbres donde se escribió la historia del montañismo. Por longitud, diferencia de altura y la exposición de algunos tramos, el itinerario requiere una buena preparación y levantarse al amanecer para llegar a la localidad de Palù en Madonna di Campiglio. La famosa vía ferrata delle Brocchette atrae a entusiastas de todo el mundo.
Se puede llegar hasta aquí en autobús desde Trento a Pinzolo y Madonna di Campiglio.
13. Sentiero della Libertà (Los Abruzos)
Los 31 kilómetros del Sentiero della Libertà, entre Sulmona y Palena, siguen las rutas y pistas de los prisioneros aliados que lograron escapar del campo de concentración de Fonte d’Amore de Sulmona en 1943. Los dos primeras partes del camino llevan hasta Campo di Giove. La segunda parte es la que no hay que perderse, aunque es más difícil y casi todo el camino va por encima de los 1.000 metros. Este itinerario histórico-naturalista, hecho parcial o totalmente, permite sumergirse en la vegetación del parque nacional Majella, con 20 hectáreas de hayedos. La mejor época del año para hacer estos senderos es a finales de primavera y en las primeras semanas de otoño.
Se puede llegar desde Pescara a Sulmona en tren en solo una hora. Desde aquí con el Transiberiano de Italia (línea Sulmona-Isernia) o en autobuses locales hasta los pueblos del parque nacional majella.
14. Una experiencia volcánica en el monte Amiata (Toscana)
Amiata es un antiguo volcán extinto, de 1.738 metros de altura que domina la Toscana meridional, entre las provincias de Siena y Grosseto. Considerado sagrado por los etruscos, hoy este monte conserva una atmósfera mágica, tal vez porque resulta tan diferente de los ambientes que lo rodean: por un lado, el apacible Val d’Orcia y por el otro, la salvaje Maremma. Y mientras se sube para conquistar el pico del Amiata se contempla gran parte del centro de Italia, y paisajes de profunda belleza, realmente sorprendentes.
En el entorno del Amiata hay piscinas naturales de agua termal, bosques encantados de castaños o hayas y pueblos que parecen anclados en el pasado. Todo un mundo para descubrir o hacer actividades al aire libre en cualquier estación: senderismo, bicicleta de montaña, rutas a caballo o, en invierno, bucear en las cálidas aguas termales o deslizarse por las pistas nevadas de las estaciones de esquí.
El punto de acceso es Abbadia San Salvatore, adonde se llega en autobús desde Siena o Grosseto, aunque lo más práctico es recorrer la zona en coche propio.
15. Volar en los Dolomitas Lucanos (Basilicata)
La adrenalina se dispara mientras se sobrevuelan en tirolina los pináculos rojos que emergen del exuberante paisaje verde de los Dolomitas Lucanos (o Pequeños Dolomitas). Un cable de acero de 1.100 metros de longitud une los pueblos de Pietrapertosa y Castelmezzano en el llamado Vuelo del Ángel, una experiencia segura y emocionante que también se puede hacer en tándem.
El complemento al salto es la visita de lugares como Pietrapertosa, una ciudad-fortaleza medieval a la sombra de los Pequeños Dolomitas, o Castelmezzano, un apartado anfiteatro urbano con encanto. Ambos están conectados por un antiguo sendero de dos kilómetros, el camino de las Siete Piedras, con tramos bellísimos. A lo largo del camino hay una serie de instalaciones de arte que van creando un viaje literario inspirado en la tradición de cuentos de la zona (partiendo de Pietrapertosa).
A los Dolomitas Lucanos se llega en autobús desde Potenza.
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