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Desde lo alto de las torres de San Gimignano se divisa una región de prados, colinas tan ondulantes como las caderas de Monica Belucci y afilados cipreses que pespuntan los caminos. Esta pequeña población toscana fue un núcleo urbano importante en la Edad Media, cuando la principal carretera que unía Italia con el resto de Europa, la vía Francigena, le aportó prosperidad. De esta época datan sus principales monumentos, concentrados alrededor de las plazas de la Cisterna y la de la Catedral, con edificios medievales como el palacio Tortolini Treccani, las torres Güelfas Gemelas o el palacio de la Podestá.
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De San Gimignano a Cefalú, 35 poblaciones italianas que se merecen un viaje

Isidoro Merino
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