Amberes: un recorrido escultórico por la ciudad de los diamantes
La urbe flamenca exhibe con orgullo su colección de arte público, un censo de 250 esculturas que abarcan más de tres siglos y con las que rinden homenaje a sus héroes locales y a su historia


En la Grote Markt de Amberes, la gran plaza del mercado y el Ayuntamiento de la ciudad belga, se escucha diariamente el mismo relato. Leyenda mediante, los guías turísticos cuentan ante el público que se agrupa frente a la escultura Bravofontein —obra del escultor belga Jef Lambeaux— lo que esta representa: en sus orígenes, la ciudad estuvo custodiada por el gigante Druon Antigoon, quien cortaba la mano a los marineros que se negasen a pagar un impuesto de entrada. Un buen día, un joven soldado romano, llamado Silvius Brabo, se enfrentó al temido villano. Tras derrotarlo, le cortó la mano y la arrojó al río Escalda. Aquella gesta dio nombre a la ciudad: Antwerpen, etimológicamente formado por las palabras hand werpen, que significa ‘arrojar mano’ en neerlandés (idioma oficial de Bélgica, junto al alemán y el francés).
Si de algo quiere, y puede, presumir la urbe más poblada de la región de Flandes (con más de medio millón de habitantes) es de su extensa colección de arte público, con 250 obras escultóricas —censadas por el ayuntamiento— que abarcan más de tres siglos y con las que rinden homenaje a sus héroes locales y su historia. Una forma de descubrir Amberes es siguiendo la pista de algunas de las esculturas más icónicas del distrito centro y visitando el original museo al aire libre de Middelheim.

Un buen punto de partida para este recorrido es la estación de tren de Amberes, en el centro. El vestíbulo de este majestuoso edificio está dominado desde 2018 por la obra del artista chino Yan Shufen, Mano de la Paz, que juega con la perspectiva para engañar al espectador con esta gran escultura de cromo que a veces parece una mano y, otras, una paloma. Antes de abandonar la estación, el viajero debe saber que acaba de arribar a una de las joyas arquitectónicas que ejemplifica la renovación estilística flamenca del siglo XIX.

Amberes es también famosa por otro tipo de arte, el de tallar diamantes, o al menos lo fue durante cinco siglos. Si bien es cierto que, por motivos de abaratamiento de costes, los talleres de pulido se han trasladado a otros países, la ciudad belga sigue siendo el epicentro mundial del negocio del diamante, y así lo corroboran la veintena de joyerías que todavía se concentran en las calles aledañas a la estación y que dan nombre a la parada de metro Diamant.
Dejando atrás el barrio diamantino, un célebre personaje antuerpiense se erige frente a la Ópera de Amberes. El pintor y grabador David Teniers El Joven es recordado por su contribución a la corriente pictórica singeries, en el siglo XVII, en la que se representaban a monos realizando acciones propias de personas. Una de sus pinturas más reconocidas es Banquete de Monos, que exhibe el Museo del Prado de Madrid. La escultura de Teniers fue creada por el belga Joseph-Jacques Ducaju en 1867.

A pocos metros, otro pintor flamenco coetáneo, Anton van Dyck, custodia la comercial calle Mier desde 1856, gracias al escultor Leonard De Cuyper. Este artista precoz, que comenzó a pintar con apenas 14 años, fue el discípulo más avanzado de Peter Paul Rubens. En su nombre firmó muchas de las 3.000 obras que Rubens llegó a producir. No era suplantación de identidad, sino algo común en la época. El escenario de gran parte de esa producción se encuentra a apenas dos minutos andando, en Rubenhuis, la casa-taller donde vivió y trabajó el artista y diplomático barroco hasta el final de su vida en 1640. Por el momento, solo se puede visitar el inmueble desde el exterior porque permanece cerrado por remodelación hasta 2030.
Aunque Rubens fue apodado “el genio de Amberes”, el mayor orgullo de los antuerpienses no nació en la ciudad, sino en Siegen (Alemania), debido al exilio de sus padres, de confesión protestante. Por supuesto, también tiene una estatua en su honor, en la plaza Groenplaats, creada por Willem Geefs en 1843.
Otros colosos de Amberes y dos pequeños héroes locales de fama internacional
De vuelta en la calle Mier, otra enorme mano sorprenderá al viajero —de nuevo, recordando el mito de Brabo y Antigoon— en una escultura de piedra arenisca. El Ayuntamiento de Amberes adquirió en 1991 esta obra del escultor francés Henri de Miller, bautizada como Écoute - De hand. Apenas unos metros de distancia, otro coloso se erige sobre la ciudad: Boerentoren o Torre de los campesinos. Este edificio de oficinas y viviendas de 97 metros de altura, reivindicado por los belgas como el primer rascacielos de Europa, debe su nombre a que parte del capital que se invirtió para su construcción procedía de la Asociación de Agricultores Flamencos. Aún sigue siendo un símbolo popular.
El Boerentoren solo es superado por la torre campanario de la catedral de Nuestra Señora, de estilo gótico y la más grande de Bélgica. Su construcción se demoró durante 200 años y, aunque en un inicio se proyectaron dos torres, finalmente solo hubo dinero para una. En 1999, la Unesco la declaró patrimonio mundial por su valor arquitectónico, junto a otros edificios de la ciudad, como el Ayuntamiento de Amberes. En su interior se exhiben obras de pintores como Otto van Veen, Jacob de Backer y Rubens, con su obra maestra el Descendimiento de la Cruz, un impresionante tríptico de más de cuatro metros de alto y seis de ancho.

Precisamente, intentando ver las obras de Rubens en el interior de la catedral, fallecieron el pequeño Nello y su perro Pastrache en el día de Navidad, los protagonistas del cuento El perro de Flandes. Un triste relato que los propios vecinos prefirieron olvidar hasta que una serie japonesa de anime lo llevó a la pantalla. En 2016, el escultor belga Batist Vermeulen rindió homenaje a estos pequeños héroes locales con una obra frente al templo, que se ha convertido en un atractivo turístico y una de las esculturas más fotografiadas de la ciudad.

Más leyendas, un túnel para cruzar el río y las mejores vistas de la ciudad
En Amberes gustan las esculturas tanto como las leyendas de gigantes. En la margen derecha del Escalda y custodiando la entrada al viejo castillo Steen, la edificación más antigua de la ciudad, se encuentra la estatua Lange Wapper, otro personaje folclórico flamenco al que se le atribuyen multitud de relatos, obra de Albert Poels de 1962.

El raudal que atraviesa la ciudad flamenca ha sido clave para su desarrollo económico y político. El puerto de Amberes es el segundo más importante de Europa —después de Róterdam— y, para no interrumpir el tráfico fluvial, la urbe decidió construir varios pasos bajo el río que uniesen ambas riberas. El de peatones, Sint-Annatunnel, se construyó en 1931 a más de 30 metros de profundidad y hoy lo siguen recorriendo miles de personas a diario, a pie o en bicicleta.

Siguiendo la pista de las esculturas de la ciudad, en la plaza Leopold de Waelplaats, la obra de la española Cristina Iglesias, Diepe Fontein, se presenta como un metafórico reflejo del Museo Real de Bellas Artes de Amberes. La pieza, de 34 metros de largo y 14 de ancho, preside la plaza del renovado museo desde el año 2006. Y en otro de los reclamos museísticos de la ciudad, el MAS Museum —en el vibrante barrio de Elindje—, se encuentra la escultura Groetend Admiraal Koppel, de Guillaume Bijl, que homenajea el entorno portuario de Amberes. La escultura que corona la terraza del edificio, a 60 metros de altura, es una excusa perfecta para obtener la mejor panorámica de la ciudad.

Un lugar donde arte y naturaleza dialogan

Para completar la experiencia escultórica de Amberes es imprescindible visitar el Museo Middelheim, al sur de la ciudad, en el distrito homónimo. Este original espacio al aire libre, que abrió sus puertas en 1950, reúne más de 1.800 piezas escultóricas –desde 1870 hasta la actualidad– que dialogan con la naturaleza. Un inmenso museo verde de 300.000 metros cuadrados y gratuito que acoge obras de artistas como Camille Henrot, Barbara Hepworth, Germaine Richier, Henry Moore, Auguste Rodin, Alexander Calder, Juan Muñoz, Berlinde De Bruyckere, Pascale Marthine Tayou, Richard Deacon o Ai Weiwei. Además de sus colecciones permanentes, merece la pena visitar el depósito, también al aire libre, donde albergan y reparan esculturas de su colección de arte público.
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