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Lourmarin, en el lugar de la Provenza más querido por Albert Camus

En este pueblo en el que vivió, escribió y está enterrado el Premio Nobel se puede vivir el auténtico estilo de vida provenzal. Sobre todo si uno se aloja en Le Moulin, un antiguo molino de aceite del siglo XVIII reconvertido en hotel

Lourmarin en la Provenza (Francia)
Un callejón en el pueblo de Lourmarin, en la Provenza (Francia).Eleni Mavrandoni (Alamy / CORDON PRESS) (Alamy Stock Photo)

La última misiva de Albert Camus a su amante gallega, María Casares, el verdadero amor del escritor, data del 30 de diciembre de 1959: “Bueno. Última carta. Solo para decirte que llego el martes por carretera; subo con los Gallimard el lunes”. El novelista, ensayista y dramaturgo nunca llegó a la cita. El escritor fallecía el 4 de enero en el coche de su editor en las proximidades de Villeblevin, un pueblito en la región francesa de Borgoña: el vehículo se salió de la carretera de un bandazo, chocó contra un plátano, rebotó contra otro árbol y se hizo añicos. Paradójicamente, el francés odiaba los coches. Tenía solo 46 años. El tercer ciclo de su obra, que esbozó en El primer hombre, en la que trabajaba en el momento de su muerte, quedó inconcluso. El manuscrito de 144 páginas fue hallado en la cartera tras el accidente. “Es una escritura frenética, a veces sin puntos ni comas, difícil de descifrar, nunca corregida…”, reza el prólogo del libro.

Nacido en Argel el 7 de noviembre de 1913, de padre francés y madre menorquina, el escritor de inmensurable talento fue baluarte del movimiento absurdo. Tras ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1957, adquirió una casa con el dinero que obtuvo en una pequeña localidad de la Provenza, Lourmarin, porque la luz y las montañas del Luberon le recordaban a su tierra natal. Pronto, el autor de El extraño, La peste o La caída se involucró con el equipo de fútbol del pueblo. “Todo lo que sé sobre la moralidad lo he aprendido en el campo de fútbol y en el escenario del teatro”, llegó a afirmar. Cuando falleció, fueron los mismos jugadores del club los que portaron el ataúd. Una austera lápida de piedra en el cementerio de Lourmarin recuerda que en este lugar descansa uno de los grandes escritores y filósofos franceses del siglo XX. En 2009, el hijo de Camus se opuso a los planes del entonces presidente Nicolas Sarkozy de exhumar y trasladar al autor al Panteón de París, junto a franceses tan ilustres como Rousseau, Saint-Exupéry o Voltaire. Camus sigue estando presente en este pequeño pueblo de la Provenza, donde también está enterrada su esposa Francine.

Albert Camus en Lourmarin, en una imagen proporcionada por el hotel Le Moulin, en la localidad francesa.
Albert Camus en Lourmarin, en una imagen proporcionada por el hotel Le Moulin, en la localidad francesa.

Un castillo parece observar las sinuosas callejuelas de piedras desde las alturas. Antes de 1920 se encontraba en ruinas y durante décadas el primer castillo renacentista de la Provenza fue ocupado por familias nómadas del este de Europa. Cuando el empresario francés Laurent-Vibert lo adquirió, lo primero que hizo fue expulsar a los ocupantes indeseados para reformarlo. Los lugareños relatan que cuando estos se marcharon, dejaron tras de sí una maldición que afectaría a cualquiera que ocupara el castillo de Lourmarin.

Vista del castillo renacentista de Lourmarin (Francia).
Vista del castillo renacentista de Lourmarin (Francia).Eleni Mavrandoni (Alamy / CORDON PRESS)

Aparecieron extraños mensajes grabados en las paredes y algunas de las personas que contribuyeron a su rehabilitación tuvieron un trágico final. Suicidios, muertes repentinas y accidentes de tráfico, hasta llegar a Camus, que se mató en un coche en la carretera al día siguiente de haber donado algunos de sus derechos a la fundación encargada de la gestión de la propiedad. ¿Superstición o casualidad?

Le Moulin, el hotel que homenajea a Camus

Le Moulin, un antiguo molino de aceite que data del siglo XVIII en el corazón del pueblo, fue adquirido hace unos años por el grupo hotelero Beaumier. No hay lugar que recree más la vida de pueblo que disfrutó Camus en su última etapa que este alojamiento: el más emblemático del lugar y que frecuentan tanto turistas como vecinos. “¡Un pastís para el Sr. Terrasse!”, el seudónimo elegido por Camus, solían gritar los camareros de la Rue de Temple cuando el escritor se sentaba en la plaza del mismo nombre. Ahora las habitaciones de este molino reconvertido en hotel tienen vistas a esta pequeña calle o al castillo.

El exterior del hotel Le Moulin.
El exterior del hotel Le Moulin.Charlotte Lindet

El pueblo ha conservado su planteamiento original de herencia arquitectónica mediterránea, donde las casas de piedra y materiales como el yeso, la paja y la loza se impusieron a artificios modernos. Al atardecer, el sol baña todo de un cálido tono anaranjado y por los muros que rodean el lugar ascienden las enredaderas y hacen equilibrismo los gatos, saltando de tapia en tapia por encima del turista ocasional.

Suelos de paja o terracota, paredes enlucidas, tejidos locales... El sur viste las habitaciones y las tradiciones provenzales conviven en perfecta armonía con las técnicas artesanales modernas de la mano de artesanos locales como Jérémie du Chaffaut y Caroline Beauzon. Riesgo y autenticidad plasmados en los colores del Rosellón y en el blanco inmaculado de la estética provenzal. Aquí uno puede, además, deleitarse con los libros de Henri Bosco o Camus que pueblan las estanterías de cada habitación, del bar, del restaurante... No solo la lectura, el entorno que rodea al hotel es un paraíso vegetal de viñas, lavanda, romero, olivos, almendros, amapolas... y por ello el lugar propone diversas actividades como rutas en bicicleta para regresar por la tarde para degustar una caillette sobre un pan recién horneado.

Ambiente en las cafeterías en el centro de Lourmarin.
Ambiente en las cafeterías en el centro de Lourmarin.mauritius images / Alamy / CORDON PRESS

La herencia de Camus no solo habita en el hotel, su hija convive con dos perros y ocho gatos en la casa de su padre. Allí en la terraza con vistas al Luberon, recuerda las palabras del filósofo cuando ella se quejaba de aburrimiento “Tienes un techo, algo para comer y libros, lo tienes todo. Mi padre tenía razón”.

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