Catar arroz, nadar con atunes y otras experiencias en Terres de l’Ebre
Bajo la marca Reserva de la Biosfera de Terres de l’Ebre se reúnen restauradores, productores y empresas turísticas que han impulsado originales actividades para dar a conocer este territorio de Tarragona, siempre poniendo el acento en la sostenibilidad y el respeto con el entorno
En el sur de Catalunya se extiende una amplia región a la que se conoce como Terres de l’Ebre y buena parte de ella está distinguida, desde 2013, como reserva de la biosfera, la prestigiosa marca de sostenibilidad y pureza natural. Son cuatro comarcas de Tarragona (Terra Alta, Ribera d’Ebre, Baix Ebre y Montsià) que, sobre todo, tienen en común su simbiosis con el Ebro, el río que penetra en Catalunya desde Aragón por este territorio y se despide tras 130 kilómetros de recorrido en el Mediterráneo.
Así, este cuarteto de comarcas son esencialmente mediterráneas, muy dispares pero con tanto en común que no ha sido difícil crear el universo Terres de l’Ebre que amalgama propuestas gastronómicas y enológicas más que seductoras y que transita de los extensos y verdes campos de arroz del Delta del Ebro a los viñedos de la Terra Alta, pasando por los campos de frutales de Ribera d’Ebre hasta los de cítricos y olivos del Baix Ebre y el Montsià. ¿Y cómo se puede abarcar todo esto? Pues bajo la marca Reserva de la Biosfera de Terres de l’Ebre se reúnen restauradores, productores y empresas turísticas que gracias a una estrecha y productiva colaboración han impulsado iniciativas originales y brillantes. Siempre poniendo el acento en la sostenibilidad y el entorno, proponen una amplísima variedad de actividades, muchas de las cuales toman como punto de partida los excelentes productos de la tierra y del mar y una oferta culinaria espectacular que abanderan varios restaurantes con estrella Michelin.
Cata de aceite milenario
Aquí la esencia mediterránea lo impregna todo y es necesario remontarse a tiempos ancestrales para admirar olivos milenarios que todavía producen un aceite soberbio que hay que venerar. La cooperativa de aceite de Godall, un pequeño pueblo de la comarca del Montsià, propone una visita con cata de aceite incluida que se inicia en el molino de la cooperativa para luego adentrarse en la finca Pou de les Piques, que alberga una gran cantidad de ejemplares de más de mil años de antigüedad. La cooperativa produce Lacrima Olea, distintos aceites de oliva virgen extra que tras la visita son degustados para apreciar sus variedades y sabores. Punto y aparte es el oro líquido que se extrae de los olivos milenarios, una producción muy reducida para delicia de gourmets.
Muy cerca de Godall, a unos 16 kilómetros, se encuentra el Museo Natural de los Olivos Milenarios del Arión, otro conjunto de ejemplares monumentales que puede ser el colofón perfecto a esta experiencia.
La garnacha es la reina
Y del aceite al vino, pues si algo abunda en estas tierras es la viña. La comarca de la Terra Alta está especialmente dotada para el cultivo de la garnacha blanca, que ha sido merecedora de un gran número de premios nacionales e internacionales como el de las Grenaches du Monde. Son 26 las bodegas amparadas bajo la denominación de origen Terra Alta y 22 de ellas ofrecen visitas guiadas y catas en sus instalaciones.
Tierra de templarios y de inspiración picassiana, la Terra Alta también fue escenario de algunos de los episodios más cruentos de la Guerra Civil española. Existen varias iniciativas que mantienen viva en la memoria la batalla del Ebro y organizan rutas por los lugares emblemáticos a la vez que se dan a conocer los vinos de esta zona. Vins de Trinxera (vinos de trinchera, en castellano) es la ruta que organizan la bodega Frisach y la agencia Terra Enllà. Esta lleva hasta las ruinas de Poble Vell de Corbera y ofrece una cata de vinos con historia a pie de trincheras. Otra opción a tener en cuenta es Marcats pel 38, cuyo artífice, Enric Ubalde, propone con el enunciado “Terra Alta: una historia de vino y guerra” un maridaje único entre los escenarios de la batalla del Ebro y el enoturismo.
El mundo del vino da para mucho e incluso se puede combinar con la aventura, el paisaje y la gastronomía. Estos son los ejes de la iniciativa turística que lidera la sumiller Llúcia Castaño, que une el descubrimiento de lugares insólitos con el disfrute sensorial. La experiencia Tast Clandestí (cata clandestina) consiste en apuntarse a ciegas a una ruta de la que solo se conoce el punto de partida. Una vez en el lugar de encuentro, la sumiller guía hasta ese lugar desconocido, siempre emblemático, peculiar y espectacular de Terres de l’Ebre, donde se ofrece un maridaje de especialidades gastronómicas y vinos locales.
Olor de arroz
A finales de agosto empieza la siega del arroz en el Delta del Ebro que se prolonga hasta entrado el mes de octubre. Es una época de gran actividad en la que cosechadoras y tractores se adueñan de las carreteras mientras el delta va cambiando de color. El cultivo de este cereal es una de las actividades agrícolas más importantes en el tramo final del río Ebro. El arroz se ha convertido en pilar fundamental de la economía de la zona, pero también de la cultura y la gastronomía deltaica. Existe la DOP Arroz del Delta del Ebro, con seis variedades autorizadas de gran calidad.
Sin duda, cuando se visita este territorio es obligado degustar una buena paella o un exquisito guiso de arroz con pato o marisco. Existen diversos productores que, además de cuidar el producto y comercializarlo, ponen su empeño en dar a conocer cómo se cultiva, cuáles son sus fases, qué variedades se producen en el delta y cuál es el uso más adecuado de cada una. Tere i Rafel, tercera generación de la empresa familiar Molí de Rafelet, saben mucho de arroz. En esta familia son arroceros desde 1910 y han conservado el antiguo molino que data de 1935 y todavía está en funcionamiento. Una de las actividades que proponen es la cata de distintos arroces (bomba, carneroli, bahía o marisma), para observar sus diferencias y resultados gastronómicos.
Otra familia vinculada al arroz y que ofrece visitas guiadas y actividades es Lo Nostre Arròs. Eva Casanova acompaña a los visitantes a conocer el molino y después se acercan hasta los arrozales, que van cambiando de aspecto cada estación del año e incluso proponen degustaciones de arroz in situ.
Ostras y mejillones
Del corazón del delta a las bahías de los Alfacs y del Fangar, donde cuatro bateas invitan a disfrutar de la degustación de ostras y mejillones en un marco incomparable. En el extremo norte del delta se abre la bahía del Fangar, custodiada por el faro que lleva el mismo nombre. Aquí se puede visitar Mirador Badia, que ofrece distintas experiencias que permiten apreciar la belleza del Fangar en diferentes horas del día con catas especiales. Se accede en lancha rápida desde el puerto de L’Ampolla, el bonito pueblo pescador de casas blancas que domina la bahía.
De La Ràpita, en el sur del delta, zarpan las lanchas que llevan hasta el Musclàrium, en la bahía de los Alfacs. Es una batea preciosa y bien acondicionada, ideal para degustar un aperitivo de ostras o contemplar la puesta de sol tomando una copa de cava. En la misma bahía se hallan dos mejilloneras más, la de L’Avi Agustí y la llamada La Ràpita, de reciente inauguración. A esta última se accede mediante una golondrina que sale del puerto y realiza una visita turística de unos 75 minutos por toda la bahía, con parada en la mejillonera donde deleitarse con una cata de ambos moluscos acabados de sacar del mar. La de l’Avi Agustí es la batea más veterana, con más de 40 años dedicada al cultivo del mejillón. Es accesible en kayak y también en golondrina.
Firmamento Michelin
El atún rojo Balfegó está considerado uno de los mejores del mundo, si no el mejor. La empresa está situada en L’Ametlla de Mar y para dar a conocer su producto al gran público hace 12 años ideó la experiencia Tuna Tour, que consiste en nadar entre centenares de atunes de más de dos metros y más de 200 kilos en las piscinas de engorde de la compañía, situadas a unos cinco kilómetros de la costa. Del puerto de L’Ametlla de Mar parten los catamaranes que llevan a la zona donde se hallan los atunes, y una vez allí uno puede sumergirse entre estos peces tan grandes como inofensivos que pasan cerca pero nunca entran en contacto con las personas. La sensación es única. Una vez terminado el baño, y ya de vuelta al puerto, se sirve una degustación de atún rojo acompañada de vino o cava que pone en valor la calidad gastronómica de esta apreciada especie. La iniciativa cuenta, además, con la certificación de sostenibilidad medioambiental para la pesca y mantenimiento vivo del atún rojo salvaje.
Los amantes del atún rojo no pueden dejar de catar alguna de las propuestas que ofrecen en varios restaurantes de L’Ametlla de Mar que han convertido este manjar en su razón de ser. El Molí dels Avis y La Subhasta son dos de ellos.
En un territorio en el que la gastronomía tradicional es casi religión brillan con luz propia tres restaurantes distinguidos con estrella Michelin. Dos están en la localidad de Ulldecona: el restaurante Les Moles, liderado por Jeroni Castell, y L’Antic Molí, de Vicent Guimerà. En Xerta brilla el Villa Retiro, del chef Fran López. A estos tres hay que añadir la propuesta de Joan Capilla y su restaurante Algadir, situado en Poble Nou del Delta, que este año ha sido merecedor de una estrella verde Michelin. Y un poco más al sur, en Alcanar, está Citrus del Tancat, una nueva apuesta gastronómica que llega a Terres de l’Ebre de la mano del chef Aitor López. Todos ellos apuestan de forma clara y decidida por el producto de proximidad, siempre de temporada y, cómo no, de la máxima calidad.
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