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24 horas en Tortosa, de las vistas desde su castillo a una travesía por el Ebro

La ciudad tarraconense es única por sus murallas y fortificaciones, la catedral gótica, las esculturas de los Jardines del Príncipe y el placer de contemplar el atardecer navegando en laúd

Tortosa Tarragona
Crucero Atardecer, en el Ebro a su paso por Tortosa.OSCAR-LANAU

Más de 2.000 años contemplan la historia de Tortosa, capital de la comarca del Bajo Ebro (Tarragona) y asentada cerca del delta del río. Es una sede episcopal histórica de arquitectura imponente —la catedral de Santa María, la judería, los Colegios Reales del siglo XVI, las Avanzadas de San Juan son algunas de sus vistas imprescindibles— y con un pasado donde hoy se mezclan huellas de las culturas romana, árabe y cristiana.

Cualquier día en esta tierra sabe a poco. Y esta ruta lo demuestra.

10.00 Para empezar el día

El escritor en lengua catalana Cristòfor Despuig, perteneciente a una familia de la nobleza y autor de Los col·loquis de la insigne ciutat de Tortosa, de 1557, ya habló de la situación geográfica privilegiada de la ciudad, gracias, en parte, a la fertilidad del valle del Ebro. En la Tortosa del siglo XVI sucedían los asuntos culturales y artísticos más relevantes de Cataluña.

Vista panorámica de Tortosa, con la catedral de Santa María en primer plano.
Vista panorámica de Tortosa, con la catedral de Santa María en primer plano. Dukas Presseagentur GmbH / Alamy Stock Photo

Pues bien, a esos tiempos y otros es posible viajar mediante la rica variedad de rutas que ofrece la localidad: entre otras, está La Tortosa templaria, amenizada por un caballero que habla de esa Orden; también, la que hace descubrir la Tortosa de la Guerra Civil española y la que habla del paso por esta zona de Ernest Hemingway como corresponsal. Sin olvidar la que lleva a adentrarse en la catedral de Santa María, gran estandarte del gótico catalán, que muestra el arte de nueve siglos: epigrafía romana, visigótica y árabe, pinturas, códices, pergaminos, esculturas, orfebrería, tapices, sillería…

12.00 Un castillo-mirador

Si se ha abierto el apetito por seguir conociendo lugares arquitectónica e históricamente relevantes, nada mejor que subir al castillo de la Zuda o de San Juan (1). Se trata de una atalaya rodeada de murallas donde no cuesta imaginar el baluarte defensivo que fuera antaño y que ofrece una gran panorámica de toda la ciudad. Fue, en el siglo VIII, la residencia del príncipe omeya Abd-al-Rahman I, que se convertiría en el primer emir independiente de Córdoba. Los árabes lo hicieron alcazaba en el siglo X y construyeron un pozo central (o zuda) gigantesco. Jaime el Conquistador, en el siglo XIII, enfatizó su función militar, y de resultas de ello pueden verse aljibes, galerías subterráneas con mazmorras y hornos. Sería con las guerras de Sucesión y contra los franceses en el XIX, más la Guerra Civil, cuando el castillo sufrió una grave destrucción, hasta que, en 1972, y tras restaurarse, se convirtiera en Parador Nacional de Turismo.

Vista del claustro de la catedral de Santa María, en Tortosa (Tarragona).
Vista del claustro de la catedral de Santa María, en Tortosa (Tarragona). Xavier Dealbert / Alamy Stock Photo

14.00 Almuerzo con postre papal

El castillo entronca con una celebración realmente asombrosa: la Fiesta del Renacimiento. En ella, cada tercer fin de semana del mes de julio, participan 3.000 ciudadanos vestidos como hace 500 años, en medio de un centenar de espectáculos que se despliegan por las calles con actuaciones, desfiles, mercados de productos variados y menús de inspiración renacentista en los restaurantes del municipio.

Tortosa y su entorno, desde el punto de vista gastronómico, es rico en arroces y otros platos como la anguila en suc, el guiso suquet calero, la sardinada, el suquet de pescado y, ya pasando a los postres, los pastissets de Tortosa, rellenos de cabello de ángel, o las garrofetas, una pasta menuda y seca que fue creada en el siglo XV para aliviar la dolencia estomacal de Benedicto XIII, el llamado Papa Luna. Según la leyenda, este dulce contribuyó a su longevidad (murió a los 96 años). A destacar el restaurante El Parc, que ofrece el know-how de la nueva cocina de vanguardia, en medio del parque Teodoro González, y otro restaurante de autor, DMiquel Cuina de Temporada, justo en el centro de la ciudad.

16.00 Los Jardines del Príncipe

Luego, para bajar el placer de una comida copiosa, es de lo más recomendable dar un paseo por los Jardines del Príncipe (2), una suerte de museo al aire libre, pues en él se puede disfrutar de las esculturas de Santiago de Santiago (Ávila, 1925). Es un espacio que antes ocupaban unos antiguos baños de principios del siglo XIX, célebres por sus aguas medicinales. En 1991 inauguraba el jardín el entonces príncipe Felipe, pudiéndose contemplar una colección escultórica de 23 piezas en torno a “El hombre, su motivación y su destino”. De este modo, la obra capta distintas etapas de la humanidad, como el hombre primitivo, la tragedia de Hiroshima o el viaje en busca de otras galaxias.

18.00 La puesta de sol desde el Ebro

El día avanza y, tras tanto andar, quizá apetezca sentarse para dejarse llevar y conocer a ras de agua el Ebro mediante el llamado Crucero Atardecer de 90 minutos, que ofrece la empresa Lo Sirgador. Esta tiene varias ofertas interesantes para atravesar el río, como una travesía con música en directo en uno de sus barcos (en un laúd, en concreto). A bordo de la embarcación, se explica la historia de la ciudad —por sus aguas, camino de Zaragoza, se trasladaban tejidos y sedas de Florencia— y la naturaleza que la rodea, y así se llega al bosque de ribera de la isla de la Xiquina (3) para acabar viendo la puesta de sol. Un rato este que está aderezado con una copa de cava o de mistela y de un pastisset local.

20.00 Cenar y dormir en el parador

A la hora de retirarse, lo mejor será cenar y dormir en el parador de Tortosa (4), que dispone de una gran piscina de temporada y desde el que se tiene una visión privilegiada de la ribera del río Ebro en su parte final, así como de la ciudad y de su casco antiguo. El mobiliario de estilo antiguo, sus techos abovedados y las vigas de madera hacen que el viajero tenga muy presente que se encontra en un establecimiento que proporciona pura historia catalana desde el medievo. El comedor, de ventanales góticos, del restaurante Marmitia Parador de Tortosa combina productos de la huerta, del delta del Ebro y de la montaña y el mar, lo cual participa del ambiente de placer y quietud que se respira allí, en lo alto de una montaña que no cesa de deparar sorpresas. Fue el caso de una lápida funeraria descubierta en 1973, en el cementerio árabe del castillo, relativa a un gobernador del siglo X, que, con una hermosa escritura cúfica, hacía mención a la vida más allá de la muerte y a preceptos religiosos coránicos.

El parador de Tortosa ocupa el antiguo castillo de la Zuda.
El parador de Tortosa ocupa el antiguo castillo de la Zuda.

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