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Las cascadas de Ordesa están en su mejor momento: excursiones para descubrirlas

Un paisaje espectacular de simas, barrancos, acantilados y valles se despliega en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el que ahora es la mejor época para emprender marcha en busca del salto de agua de Arripas, las Gradas de Soaso o la Cola de Caballo

Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido
Tres excursionistas llegando a la cascada Cola de Caballo, en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido.Sergi Boixader (Alamy / CORDON PRESS)

Las precipitaciones en el Pirineo en marzo y abril, hasta 80 centímetros por encima de 2.000 metros en algunos momentos, han pintado de blanco la montaña en primavera más que en invierno y han aumentado el caudal de los ríos de forma espectacular. El Segre, el Noguera Ribagorzana y el Noguera Pallaresa, en el Pirineo catalán, han multiplicado por 30 sus reservas en forma de nieve. En Aragón ocurre lo mismo con los dos grandes cursos de agua que bajan del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido: el río Ara está en máximos de los últimos cinco años con 86 hectómetros cúbicos y el Cinca también muy cargado con 138, según los datos de la Confederación Hidrográfica del Ebro.

Semejante abundancia de nieve hace que ahora las cascadas del parque nacional estén en su apogeo y en el mejor momento para disfrutar de su belleza. El Monte Perdido (3.348 metros) es el mayor y más alto macizo calcáreo de Europa occidental. La fuerza del agua y su poder de erosión en combinación con la caliza han modelado aquí, y siguen haciéndolo en superficie y bajo tierra, un paisaje espectacular de simas, barrancos, acantilados y valles.

Nueve cascadas en Ordesa

Desde las cimas de las Tres Sorores (Monte Perdido, Cilindro de Marboré y Soum de Ramond), el punto más alto del parque, parten a modo de brazos los cuatro valles que lo integran: Ordesa, Añisclo, Escuaín y Pineta recorridos, a su vez, por los cuatro ríos más importantes, Arazas, Bellós, Yaga y Cinca. De ellos, el Arazas es el que más y más bellas cascadas ofrece.

Señalización para senderistas en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Señalización para senderistas en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido.Verónica Lacasa (Europa Press / Getty Images)

Las primeras, las de su curso bajo, a poco de salir de Torla por el camino de Turieto utilizado antiguamente para llevar el ganado hasta los pastos de Ordesa, son seguramente las menos conocidas. En poco más de siete kilómetros a través del bosque la senda remonta el río que brinca en los saltos de Molinieto, Tamborrotera y Abetos hasta llegar al puente de los Cazadores y la Pradera en donde está el aparcamiento comúnmente usado por quienes visitan el parque y prefieren subir en coche. A partir de este punto, una pista forestal, ancha, cómoda y transitable solo a pie, discurre por el fondo del cañón entre bosques de hayas, pinos y abetos hasta alcanzar el circo de Soaso en unas tres horas de caminata por la margen derecha orográfica del río.

Varios senderistas pasando por las Gradas de Soaso, en el parque nacional del Pirinero Aragonés.
Varios senderistas pasando por las Gradas de Soaso, en el parque nacional del Pirinero Aragonés.Marek Slusarczyk (Alamy / CORDON PRESS)

A unos tres kilómetros aparece la primera cascada: la de Arripas. Un mirador en la misma pista permite disfrutar de ella sin necesidad de desviarse de la ruta. Conviene aquí alertar de la conveniencia de no sobrepasar en estos miradores las barandillas que los protegen porque están colgados sobre el vacío. A medio kilómetro hay dos nuevos saltos, los de La Cueva y El Estrecho, para muchos, este último es el más bello del parque —está a una hora aproximadamente desde la Pradera—. El agua ha excavado aquí la roca tan profundamente que en algunos tramos se oculta a la vista antes de precipitarse con toda su fuerza en el remanso de una poza. Debajo de la cascada de la Cueva un puente permite cruzar el Arazas y regresar al aparcamiento por la otra orilla del río si no se desea seguir subiendo. De camino, otro mirador ofrece una nueva perspectiva del cañón.

La cascada de La Cueva.
La cascada de La Cueva.Hemis / Alamy / CORDON PRESS

A partir de este punto, la pendiente se suaviza y el bosque de hayas da paso a una zona de pastizales con masas aisladas de pino negro. A unas dos horas desde la salida se alcanzan las Gradas de Soaso por donde el río se descuelga a través de varios escalones. Esta cascada es la entrada al circo de Soaso, donde el caminante ve, por primera vez, las montañas de tres mil metros, el Monte Perdido y la Soum de Ramond o Pico Añisclo. El sendero, casi llano, conduce en una hora más el fondo del circo y a la última cascada de este sector, la Cola de Caballo, hermoso salto de agua que se abre en forma de abanico a lo ancho del lecho rocoso.

Quienes sigan este camino habrán disfrutado de un gran espectáculo, pero se habrán perdido la cascada más alta del cañón y una de las mayores de la península Ibérica: la de Cotatuero, donde el agua —que nace mucho más arriba, al pie de la Brecha de Rolando en la frontera con Francia— se precipita en el vacío 200 metros. El lugar es impresionante no solo por la caída y el ruido que produce, también por las verticales murallas de los picos Tobacor y Gallinero que la encajonan. Se alcanza en una hora y media de caminata desde la Pradera por un sendero empinado y zigzagueante. Aunque fuera de los límites del parque, pero a poco más de cuatro kilómetros desde Torla, vale la pena acercarse a la localidad de Broto para ver la cascada de Sorrosal en un anfiteatro natural que conserva las huellas dejadas en la roca por el hielo del Cuaternario que cubría estos parajes. Se tarda unos cinco minutos a pie desde el centro del pueblo.

Un excursionista a su paso por el puente de Cotatuero.
Un excursionista a su paso por el puente de Cotatuero.Pablo Escuder Cano (getty images)

El impresionante (y largo) cañón de Añisclo

El cañón de Añisclo es, quizá, la garganta de origen fluvial más impactante de la Península labrada por la acción del río Bellós, que lo recorre en su integridad desde su nacimiento bajo las murallas de la Punta de las Olas (3.022 metros) hasta el puente y la ermita de San Úrbez. La excursión a pie de unos 15 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta hasta la cascada y surgencia de la Fuenblanca exige una cierta preparación física, pero recompensa con una de las rutas más impresionantes del parque nacional. Desde San Úrbez, la senda remonta la margen derecha del río durante nueve kilómetros a través de un bosque de hayas hasta el lugar conocido como la Ripareta, un llano rodeado de árboles y pastizales, buen sitio para descansar. Una hora y media más tarde, el cañón se ensancha, se atraviesa el Bellós por una pasarela y poco después se ve ya la espectacular surgencia. En la zona se conserva una antigua mallata, antiguo refugio para pastores y ganado en la época estival. Mucho más asequible, en el entorno de la ermita, la llamada Ruta del Agua (de solo dos kilómetros y medio de longitud) permite ver las ruinas del antiguo molino de Aso y las cascadas que forma el río del mismo nombre. Conviene saber, no obstante, que hasta finales de junio la carretera que da acceso a la ermita estará cerrada por obras.

El río Bellós a su paso por el cañón del Añisclo.
El río Bellós a su paso por el cañón del Añisclo.GETTY IMAGES

La garganta de Escuain, tercer brazo extendido desde las cumbres del parque, también ofrece su propio espectáculo del agua además de ser, entre otras cosas, hábitat privilegiado del buitre quebrantahuesos cuyo vuelo es fácil de ver desde los miradores del pueblo de Escuain, en donde hay también un centro de interpretación de esta ave. Para llegar a la Fuente de Escuain, cascada formada por el río Yaga, hay que partir, sin embargo, desde el pueblo abandonado de Revilla. Es una excursión no muy larga de escasos cinco kilómetros (ida y vuelta) que atraviesa el barranco de Consusa (en donde el arroyo también forma varios saltos) y baja al cauce del río para llegar a una atractiva poza de aguas de color verde esmeralda y, 200 metros más allá, a la surgencia.

Agua y nieve mezcladas en Pineta

Tanto ha nevado que a principios de este mes de mayo la nieve todavía se mezclaba con el agua en las cascadas del Cinca y cubría sus aledaños en el valle de Pineta, en donde han sido muy frecuentes en estos días de primavera los aludes de nieve húmeda. Pineta es el último sector del parque nacional hacia el Este, poseedor de un paisaje espectacular al pie de la cara norte del Monte Perdido y de su mítico glaciar —en franco retroceso, como les ocurre al resto de masas heladas del Pirineo—. Precisamente el agua que baja de este glaciar y del lago helado de Marboré a 2.597 metros de altitud forma un maravilloso rosario de saltos a cuyo pie se puede acceder con facilidad desde el aparcamiento en una caminata de unas dos horas y media de ida y vuelta. Primero una pista y luego un sendero recorren el bosque de hayas y un extenso paraje de helechos para alcanzar la base de la cascada, conjunto de varios saltos, pozas y requiebros en la roca. También desde el aparcamiento es posible subir, por la ladera opuesta, a los Llanos de La Larri y disfrutar del curso de su río, e incluso alcanzar a ver el glaciar del Monte Perdido si se llega lo suficientemente alto.

Las cascadas del Cinca, en el valle de Pineta.
Las cascadas del Cinca, en el valle de Pineta.Jaime Franch (Alamy / CORDON PRESS)

El agua del parque aún nos esconde una sorprendente curiosidad, pues son aguas españolas las que alimentan una de las mayores cascadas de Europa, la del circo de Gavarnie, en el lado francés de la montaña. La fusión de la nieve al pie del pico Cilindro de Marboré, en el lado español, se filtra por el interior calcáreo del macizo y reaparece en la vertiente norte en la parte alta de las murallas del circo de Gavarnie formado un salto de más de 400 metros de caída dando nacimiento al río Gave de Pau.

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