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Nochevieja en el Sáhara entre dunas, bailes y la ceremonia del té

Acampar en las dunas de Erg Chebbi, en el sur de Marruecos, es el plan perfecto para despedir el año bajo las estrellas. Una oportunidad, además, para visitar la cinematográfica Uarzazat, la Kasbah de Ait Ben Haddou y, por supuesto, Marraquech

Merzouga sur de Marruecos
Camellos en las dunas de Merzouga, al sur de Marruecos.Grant Faint (Getty Images) (Getty Images)

No hay mejor forma de empezar un año que con un viaje. Ni mejor forma de despedirlo que con un atardecer en las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga, al sur de Marruecos. Y al día siguiente, el primer día del año nuevo, ver amanecer sobre el desierto rojizo que cambia de color a medida que la luz y la vista se expande hasta el horizonte. Estamos en el Sáhara, el desierto más fotografiado del mundo. Y aquí están los tuaregs, antiguos reyes del desierto y de las caravanas que hoy en día, con las fronteras convertidas en campos minados, viven y sobreviven a lomos del turismo y de la artesanía.

Empezar el año en una jaima bajo las estrellas, a la luz y el calor de una fogata al pie de las dunas interminables del Sáhara, bailar al son de los tambores ya no es el privilegio del escritor Paul Bowles en busca del cielo protector, sino que se ha convertido en una atracción turística más. Eso no quiere decir que no valga la pena, y mucho. Aquí el tiempo transcurre a otro ritmo. Se escurre entre los dedos como la arena del desierto. Y al caer la noche un manto de estrellas protege a los viajeros y los guía para pasar de un año a otro buscando estrellas fugaces que prometan hacer realidad los buenos propósitos. “El cielo aquí es muy extraño. A veces, cuando lo miro, tengo la sensación de que es algo sólido, allá arriba, que nos protege de lo que hay detrás”, comenta el protagonista del libro de Bowles, El cielo protector, que se convirtió en la película de Bernardo Bertolucci.

Hace un siglo solo los aventureros llegaban hasta aquí. Hoy podemos llegar todos si contratamos un viaje en todoterreno por Marruecos, el país más cercano y el más exótico.

Las jaimas son de lujo con baños privados: verdaderos hoteles cinco estrellas o más bien ejemplos del glamping bereber. Antiguamente se hacían con pieles de dromedarios, pero hoy son estructuras de hierro cubiertas con hermosas alfombras. Hay grandes diferencias entre unos campamentos y otros. Escoger bien el guía y el campamento puede ser la clave entre una experiencia inolvidable y un desastre. Nosotros elegimos Sahara Desert Crew, una compañía especializada en viajes de aventura por Marruecos. Viajamos con un guía que hablaba perfecto español en un 4x4 desde Fez a Marraquech y el momento cumbre de nuestro viaje fue la Nochevieja en el desierto. El campamento era un verdadero hotel de lujo con sabor bohemio y la fiesta con tambores y bailes bereberes, la fogata, el banquete marroquí de Año Nuevo y, sobre todo, las estrellas y el silencio del desierto lo convirtieron en una de las mejores Nocheviejas. Una noche para recordar no por el cava ni el champán (que también hubo), sino por el té. La ceremonia del té es muy importante para los bereberes, y se llama yimat attay attalata.

Un bereber sirviendo té en las dunas de Erb Chebbi (Marruecos).
Un bereber sirviendo té en las dunas de Erb Chebbi (Marruecos).Matteo Colombo (Getty Images)

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Según la tradición saharaui, hay que tomarse tres tés: el primero es amargo como la vida; el segundo, dulce como el amor; y el tercero, suave como la muerte. Tomamos el té encima de las dunas después del amanecer del primer día del año y de la cabalgata en camello, una auténtica prueba para las caderas occidentales de la que al final todo el mundo sale airoso.

Llegamos al desierto desde la Medina de Fez atravesando Ifrán, llamada “la Suiza de Marruecos”, y un bosque de cedros donde viven los macacos de Berberia, para subir luego al paso de Tizi-n-Tilghmt y seguir el río Ziz. Apenas llegamos a tiempo de ver el atardecer sobre las dunas de Merzouga. Hace frío en el desierto, pero la enorme fogata y los bailes al ritmo frenético de los tambores despiden un año y nos llevan al siguiente entre luces de bengala y gritos de júbilo. Saltamos sobre el fuego y sobre el miedo.

Recorrido en 4x4 por las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga.
Recorrido en 4x4 por las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga.Eugenia Rico

Con el año nuevo visitamos viejas minas, fabulosos oasis, zonas de fósiles. No estamos solos en el desierto, hay muchos otros turistas en los palmerales. Hace años, la primera vez que vine al mercado de Rissani apenas había una vieja jaima con algunos atrevidos hippies europeos. Hoy pasar la Nochevieja en uno de estos campamentos de lujo en el Sáhara se ha puesto de moda. A pesar de ello, sigue siendo el desierto más bello del mundo. Del desierto te llevas solo lo que tú mismo traes y de estas arenas te llevarás el recuerdo de una Nochevieja diferente que recordarás para siempre.

Con el año nuevo también atravesaremos los palmerales de Touroug y Tinjdad para llegar a las gargantas del Todra: un alto cañón rojo tallado por el río a través de las montañas y hacia el valle del Dades. Las rocas forman aquí un dibujo llamado “dedos de monos”, un capricho geológico ideal para los amantes de la escalada. Un poco más allá está el llamado Valle de las Rosas, el Kelaa M’Gouna. No hay rosas en invierno, pero los locales venden sus productos: perfumes, agua de rosas, aceite de argán. Atravesando los palmerales de Skoura llegamos a Uarzazat y a sus estudios de cine en la llamada puerta del desierto.

La Kasbah de Ait Ben Haddou, un pueblo de barro fortificado patrimonio mundial de la Unesco.
La Kasbah de Ait Ben Haddou, un pueblo de barro fortificado patrimonio mundial de la Unesco.Matteo Colombo (Getty Images)

A partir de allí entramos en la famosa Ruta de las Kasbahs, las fortalezas de barro rojo con palmeras que parecen ciudades del principio del mundo. El lugar más visitado es la famosa Kasbah de Ait Ben Haddou, un pueblo de barro fortificado reconocido como patrimonio mundial de la Unesco desde 1987. Tendremos la sensación de haberlo visto en una película o en un sueño, y será verdad: ha aparecido cientos de veces en el cine, desde Gladiator hasta series como Juego de tronos.

Al anochecer llegamos a Marraquech y a su famosa plaza de Djemaa El-Fna o Asamblea de los muertos, el lugar en torno al cual gira la vida: encantadores de serpientes, contadores de historias, miles de puestos donde probar la harira, el cuscús, el tajine o extasiarse con los zumos de naranjas y granadas. Esta plaza es el ombligo del mundo y del viaje.

El ambiente de la famosa plaza de Djemaa El-Fna, en Marraquech.
El ambiente de la famosa plaza de Djemaa El-Fna, en Marraquech.Jake Wyman (Getty Images)

Marruecos es el país vecino y, sin embargo, es uno de los destinos más exóticos, un lugar en el que nos sentimos en el Oriente Lejano pero al que es tan fácil llegar desde España que se convierte en la escapada perfecta para fin de año (o para cualquier fecha).

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