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El barrio de los curtidores, el Palmeral y otras razones para enamorarse de Marraquech

Aquí espera ese Marruecos que uno imagina: colorido, frenético y con capacidad de sorprender. Paraíso de compras en su zoco, caótico en su medina, chic en sus ‘riads’ y restaurantes, la ciudad es un torbellino en el que siempre merece la pena adentrarse

Marraquech
Un dromedario en el palmeral de Marraquech, el mayor oasis de Marruecos.Alamy Stock Photo

Digan lo que digan, es posible viajar en el tiempo, como sabe todo aquel que haya estado en Marraquech y se haya perdido por los vericuetos de la medina y sus zocos, organizados por gremios de artesanos, una ventana al pasado y la vida en las ciudades medievales. Esta ciudad es justo ese Marruecos que uno se imagina: vibrante, colorido, frenético y con la capacidad de sorprender en cada esquina. Paraíso de compras en su exuberante zoco, misterioso y caótico en su medina, sofisticado y chic en sus ‘riads’ y restaurantes de deliciosa gastronomía, es un torbellino en el que uno nunca se arrepentirá de haberse adentrado. Estas son las ocho razones básicas por las que merece la pena una visita.

01 Escapada al Palmeral

Es el mayor oasis de Marruecos, con cientos de miles de palmeras en ocho kilómetros cuadrados. Aquí están los mejores hoteles de lujo y spas donde recibir suntuosos tratamientos. Si el bolsillo no da para tanto, tomarse un té de menta viendo el atardecer entre palmeras es igual de evocador.

Especias multicolores en un puesto de la plaza de Jemaa el-Fna en Marraquech.
Especias multicolores en un puesto de la plaza de Jemaa el-Fna en Marraquech.Stefan Cioata (Getty Images)

02 Una cena en la locura de Jemaa el-Fna

Recomendación obvia pero no por ello menos imprescindible. La ciudad de Marraquech sublimada cada noche en la vorágine de sus puestos de deliciosa comida cocinada al calor de las brasas. Toda una experiencia comunal en el que podría considerarse el restaurante al aire libre más grande del mundo.

03 Visita al barrio de los curtidores

Menos conocidos que los de Fez y, por tanto, más auténticos. Están dentro de la medina y son una ventana para asomarse al Marraquech más real, en una actividad que poco ha cambiado en siglos. Pista: masticar una ramita de menta para camuflar el olor que emana del proceso de curtido de la piel.

Babuchas de piel y otros 'souvenirs' del zoco de Marraquech.
Babuchas de piel y otros 'souvenirs' del zoco de Marraquech. Natalia Plankina (Getty Images/iStockphoto)

04 Los ‘souvenirs’ de Max & Jan

No comprar algo en esta ciudad es misión imposible, pero si se busca algo distinto como alternativa a los souvenirs típicos del zoco, la artesanía, ropa y accesorios de diseñadores locales en Max & Jan Concept Store son un soplo de aire fresco sin necesidad de regateo.

05 Dos sorpresas museísticas

Los amantes de la fotografía y la cocina están de enhorabuena. La Maison de la Photographie despliega un impresionante catálogo de fotógrafos e imágenes de Marruecos desde 1879 hasta los años sesenta del pasado siglo. El nuevo Musée de l’Art Culinaire Marocain es un suculento viaje por la historia y la preparación de platos de la cocina local.

06 Dormir en un ‘riad’ en la medina

La experiencia de Marraquech hay que vivirla desde dentro y para ello nada mejor que alojarse en uno de sus muchos riads, antiguas casas nobles restauradas con suntuosos patios interiores dentro de la medina, donde sentir el latido de la ciudad.

07 Sentir nostalgia en el palacio Badi

Las imponentes murallas de adobe, las coloridas baldosas del suelo y serenidad en sus jardines son el recuerdo de un edificio considerado una de las maravillas del mundo musulmán en el siglo XVII. Más allá de la nostalgia por lo que fue, hoy sigue siendo un remanso de paz en el corazón de la ciudad.

Un vendedor de 'mechoui' (cordero asado a fuego lento) en la medina de Marraquech.
Un vendedor de 'mechoui' (cordero asado a fuego lento) en la medina de Marraquech. Alamy Stock Photo

08 Festín de cordero en Chez Lamine

Suculentos trozos de cordero (mechoui) vendidos al peso y servidos en un papel. Los dedos como únicos cubiertos con los que desmigar un cordero asado a fuego lento durante 24 horas. No tiene pérdida: las cabezas de cordero y las ollas de barro en el mostrador indican el lugar.

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