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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal

Lugares que ver antes de hacerte viejo: kasbahs de Marruecos

Paco Nadal

En cierto sentido Marruecos empieza al sur del Atlas. O al menos ese Marruecos de postal sahariana que todos tenemos en la retina y que se concreta en la famosa ruta de las kasbhas, algo más de 300 kilómetros entre Tinehir y hasta Ouarzazate por un decorado de oasis, palmerales, ciudades de barro y montañas ocres y descarnadas. La antesala del Sáhara, la puerta del Gran Sur.

Quizá por eso siempre le he tenido un especial cariño a Tinerhir, porque es la primera gran ciudad de adobe que aparece después de ese largo viaje, el primer gran palmeral con el que te encuentras y, además, uno de los más fotogénicos que conozco en Marruecos.

Me gusta perderme a primera hora de la mañana por este bosque de palmas, que es como perderse por una suerte de edén olvidado donde la temperatura es suave y los sonidos y los aromas quedan amortiguados por una cúpula de hojas que sume en la penumbra el vergel y alienta un pequeño mundo de huertas, norias, azarbes y acequias en pleno desierto que me recuerdan tanto a la huerta de mi Murcia natal.

Y me deleita también llegar al borde de ese muro de palmeras para comprobar que fuera de su cobijo no hay nada, solo oued resecos e interminables llanuras yermas por la erosión surcadas por una maraña de senderos que no parecen ir ni venir de ninguna parte, por los que caminan viejos con chilabas raídas, niños descalzos, mujeres cargadas con enormes hatos de leña, todos enharinados en el mismo polvo blanquecino del camino.

Originalmente, una kasbha era una alcazaba o recinto amurallado y fortificado en el que habitaba la tropa militar. Su misión era defender asentamientos, cruces de caminos o el palacio del gobernador anexo, el al-ksar (de donde deriva nuestra palabra alcázar). Sin embargo, aquí en el sur de Marruecos la palabra ksar tiene otro significado y hace referencia a un conjunto de viviendas civiles rodeado por una muralla con varias torres fortificadas. Ha sido durante siglos la unida básica de estructura urbana de este pre-Sahara y un perfecto ejemplo de adaptación al uso y al medio.

El ksar (ksur, en plural) podía tener tamaños muy diferentes, pero siempre estaba –o está, porque muchos de ellos siguen vivos y habitados– formado por un laberinto de estrechas calles y un abigarrado conjunto de viviendas, incluidas mezquitas, mercados y madrasas coránicas en los más grandes, que se yuxtaponen unas con otras, como colmenas. Así se logra un doble objetivo: crear un ambiente más fresco en su interior y reducir la superficie a defender en caso de ataque en una zona tan peligrosa como ésta, sujeta siempre a razzias de tribus nómadas hostiles. Se construían con la materiales más baratos y accesibles: la propia tierra que les rodeaba, más agua y paja. Por eso se confunden con el terreno. Es la vivienda ecológica por antonomasia.

Hay infinidad de kasbhas al sur del Atlas. Algunas están abandonadas y en ruinas, pero en otras muchas se ve vida, una vida que difiere muy poco de la que sus habitantes llevan escenificando desde hace cientos de años. Cruzar el portón, a veces decorado con dibujos o relieves de ladrillo, de una de estas fortalezas de barro es como cruzar el túnel del tiempo, una vuelta al medioevo. La penumbra te invade al instante, la temperatura baja varios enteros y tienes que hacer un esfuerzo para adaptar la retina del brillo cegador del exterior a ese mundo de claroscuros que es el interior de un ksar.

Dentro se llevan a cabo las mismas labores cotidianas que en cualquier otra aldea del mundo, solo que constreñidas a un mundo en blanco y negro de calles estrechas, túneles y pasadizos de adobe: las mujeres lavan en el pozo, los niños llevan el pan al horno o juegan a aparecer y desaparecer por puertas siempre entreabiertas, los hombres gobiernan pollinos cargado de leña o de sacos de grano por lo estrechos vericuetos del laberinto....

No es necesario hacer mucho esfuerzo para que te inviten a un té y enseguida te veas sentado en el suelo de algunas de estas viviendas, sobre esteras de paja o toscas alfombras mientras los hombres te dan conversación y las niñas y niños miran absortos desde detrás de las puertas. Me impresiona la sensación de uniformidad que trasmiten las estancias, porque no hay más un único material: el barro. Un color terroso y uniforme que es igual para techos, suelos y paredes.

Y recuerdo sobre todo la percepción de constreñida verticalidad que provocan las casas del interior del ksar, porque dado la carencia de espacio se construye con una planta muy exigua pero con una gran altura, a veces hasta de cinco pisos.

Por desgracia, este tipo de vida está severamente amenazado. La vida en el interior de la kasbha es incómoda y sinónimo de atraso. Las pocas familias que van quedando en ellas están ahí porque no tienen un sitio más moderno y funcional al que irse. Si pudieran hacerlo, lo harían. Y entonces otro ksar, otra kasbah más quedaría abandonada. Y el problema de estas edificaciones de barro es que sin un mantenimiento constante el agua de lluvia las diluye como terrones de azúcar y terminan volviendo a fundirse con la misma tierra del desierto de la que salieron. ¡Id a verlas antes de que caigan en el olvido!

Algunas de las kasbahs que no te puedes perder:

-Las de Aït Hani o Tamtattouchte, en el alto valle del Todra

- La de Aït Abou, en Skoura

- La kasbha del Jalifa, en Tundunt; el conjunto de kasbhas y tigremt del oasis de Sidi Flah, y las cinco kasbahs deshabitada que forman la aldea de Timatdit, todas en la zona baja del valle del Dades.

- Kasbha de Taourirt, en Ouarzazate

- Ksar de Aït Benhaddou, a 35 kilómetros de Ouarzazate por la P31, dirección Marrakech

- Todas las del valle del Draa

Bibliografía recomendable

Fortaleza de barro en el sur de Marruecos, Roger Mimó y Jordi Esteva, Compañía Literaria, 1996

Desierto, Jean Marie Le Clézio, editorial Gallimard, 1985. Uno de los mejores títulos del premio Nobel francés.

Comentarios

Muy bien explicada la casuística de las kasbahs, Paco.Aunque, bien pensado, ese carácter efímero, seguramente le de mayor autenticidad y poética al paisaje que forman: si no se ocupan, pierden su identidad y desaparecen, en lugar de quedar como cascarones sin vida. Aunque en el caso de la de Aït Ben Haddou, teniendo en cuenta que fue declarada patrimonio de la humanidad y el interés turístico y cinematográfico que tiene, tengo mis dudas de que desaparezca alguna vez.
Bello texto sobre una de las zonas más bellas de Marruecos. Estuve allí en 2008 y aconsejo fervorosamente su visita
Muy interesante, parecen que son una de esas cosas que hay que ver al menos una vez en la vida, intentaré visitarlas antes de que desaparezcan!
Yo creo que el lugar es lo de menos, lo importante es la compañía con la que viajas. A mi si me das esta compañera de viaje: http://goo.gl/VdW2n7 te aseguro que me da igual donde vayamos ;-)
Un país magnífico tan cerca pero tan lejos, solo nos separan 14 km pero una vez allí descubrimos otro mundo. Y como alternativa ¿por qué no recorrerlo en bicicleta?
Preciosas las edificaciones, una de las muchas cosas bonitas que puedes ver en Marruecos.
Ey me gusaron mucho tus comentarios de Marruecos, yo solo he ido al norte a la ciudad azul Chef Chauen, al puerto de Ceuta y a Tanger y tambien es muy muy recomendable.Apreciaria mucho si te dieras una vuelta por mi blog.Saludos
Fantástico escrito sobre las kasbhas de Marruecos, lugares mágicos que se deben visitar si o si. Felicidades Paco
Mientras exista el turismo en esas zonas se mantendrán por el interés económico no por las familias que todavía viven en ellas. Merece la pena conocer esa forma de vivir
Tanger es muy recomendable por que està cerca de espagna y hay muchos lugares intersantes alli.

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