La ruta de ‘El hereje’ de Delibes por Valladolid: siguiendo a Cipriano Salcedo en 10 pasos
Del Palacio Real a la plaza Zorrilla pasando por el Museo Patio Herreriano, un paseo por la ciudad que replica los ambientes de la última obra del novelista, de la que este otoño se cumplen 25 años
Miguel Delibes observa, hierático, a quien entra en el Campo Grande de Valladolid desde la plaza de Zorrilla. La estatua del novelista frente al parque donde gustaba de perderse, ataviada con su gabán, libros en la mano, gafas, bufanda y paraguas, acompaña con la mirada tanto a quienes atraviesan la arboleda como a quienes allí concluyen una ruta evocativa de su última novela. El hereje cumple 25 años este otoño y con las bodas de plata de este Premio Nacional de Narrativa aumentan los motivos para seguir las andanzas de Cipriano Salcedo, protagonista de la obra, por su ciudad. Esta zona ahora céntrica era extrarradio en el siglo XVI, quemadero pintiparado para herejes y enemigos de la fe católica. Allí reza la historia que ardieron los condenados y, siendo fácil imaginar el final del personaje, concluye el recorrido vallisoletano de El hereje.
El paseo surca 10 lugares emblemáticos de la ciudad y ofrece una perspectiva literaria para conocer de otra manera la riqueza histórica y patrimonial de Valladolid. Las placas recogen extractos del libro para contextualizar lo que sucedió en esos puntos.
Majestuosa San Pablo
Delibes alumbró a Cipriano Salcedo el 31 de octubre de 1517 en el número 5 de la Corredera de San Pablo, actual calle de las Angustias, sede asimismo del teatro Calderón, unos pasos más abajo de la ubicación marcada por el libro. El hombre nació el mismo día que Martín Lutero colgó sus 95 tesis reformistas en la iglesia católica de Wittenberg (Alemania). Qué casualidad. Carlos I de España y V de Alemania, epíteto germano tan odiado en Castilla por entender que el Austria olvidaría a la ciudadanía de Castilla, aparece evocado en las placas de bronce repartidas por esta ruta. En este caso, en un lateral del Palacio Real, donde critica la gestión de los subsidios. Allí residieron los reyes Carlos I, Felipe II, Felipe III y nació Felipe IV en 1605, pues Valladolid ostentó la capitalidad nacional entre 1601 y 1606.
Enfrente del palacio se alza la majestuosa iglesia de San Pablo, con un estilo gótico tardío. Allí, cuenta la leyenda, fue bautizado Felipe II en 1527 tras sacarlo por la ventana del contiguo palacio de Pimentel para que este templo acogiera el rito y no así la iglesia de San Martín, correspondiente si salía por la puerta. Fue el propio Felipe II quien autorizó los autos de fe que recoge Delibes al final del volumen.
Plaza de Santa Brígida
Esta cercana plaza supone la segunda etapa y alude al papel de la justicia en aquella época de Inquisición. La señal, anclada en el Palacio del Licenciado Francisco Butrón, en el cruce con la calle de San Diego, recuerda a Ignacio Salcedo, tío de Cipriano, oidor de la Chancillería de Valladolid. Ese edificio actualmente sirve como sede para el Archivo de la Junta de Castilla y León y se contempla como posible hogar del Museo Delibes, inexistente en su Valladolid natal pese a la categoría del novelista.
Palacios de la nobleza
La calle de San Ignacio, un poco más adelante del punto anterior, aún cuenta con alguno de los más de 400 palacios de aquella Valladolid cortesana y prestigiosa. La placa, en un lateral de la calle de la Concepción, cita a don Carlos de Seso, a quien se atribuye la creación del grupúsculo luterano vallisoletano. Leonor de Vivero y su hijo, el doctor Cazalla, rememorado con una calle cercana, son más figuras reales a quienes la historia asigna este papel reformista, posteriormente castigado por el Santo Oficio. Entre Las Brígidas y el reconocible Palacio de Fabio Nelli, contiguo a la placa, se encuentra la plaza del Viejo Coso, una antigua plaza de toros (la primera de la ciudad) reconvertida en espacio residencial y que bien merece una visita… sin distraerse de la trama de El hereje.
Plaza de la Trinidad
Lo que en el siglo XVI era el almacén de la judería y hospital de expósitos se conoce hoy en la ciudad como plaza de la Biblioteca de Castilla y León, por donde hormiguean pucelanos ávidos de lecturas o chavales estudiando dentro y camelando fuera. Cipriano, de niño, pasó varios años en ese colegio de expósitos hasta que su pudiente tío Ignacio lo reclamó. El almacén de lanas que heredó se encontraba en la vieja judería de Valladolid. Muy cerca está el parque de las Moreras, junto al río Pisuerga y el entonces único cruce sobre el cauce, el puente Mayor, vía para el comercio con Burgos y el posterior traslado de lanas a Europa.
Calle de Santo Domingo de Guzmán
La calle de Santo Domingo de Guzmán, poco frecuentada pese a sus coquetas paredes amarillas y suelo adoquinado, contaba durante El hereje con varios conventos. Aún sigue activo el monasterio de Santa Catalina de Siena. Por allí, escribió Delibes, se reunían clandestinamente los seguidores de Lutero para departir sobre la fe y leer las obras prohibidas y conseguidas de estraperlo. Al fondo de la vía se erige la monumental iglesia de San Agustín.
Capilla de los Condes de Fuensaldaña
El autor narra con detalle el entierro de Leonor de Vivero, madre del doctor Cazalla. El silencio del funeral se interrumpió con un: “¡A la hoguera!”, que ilustró las sospechas hacia ella de parte de la sociedad católica. Su casa acogió también a luteranos en busca de apoyo. La capilla de los condes de Fuensaldaña se ha reconvertido en la actualidad en una sala del Museo Patio Herreriano, otro atractivo de Valladolid que hay que visitar aprovechando la ruta.
Plaza de la Fuente Dorada
El paseo prosigue hacia el centro de la ciudad y la plaza de la Fuente Dorada cobra doble protagonismo: primero, en la actual calle de Cánovas del Castillo y antaño calle de Orates, fue ingresada Teodomira Centeno, esposa de Cipriano, por una enfermedad mental. Después, por allí transitaría el cortejo de herejes desde la cárcel de la Inquisición rumbo al auto de fe de la cercana plaza Mayor, la siguiente parada del recorrido.
Plaza Mayor
El centro del centro de Valladolid, con su majestuoso Ayuntamiento y un entorno de típico soportal castellano, acogió los autos de fe como los de Salcedo y los suyos. La documentación efectuada por Delibes permitió confirmar hasta 27 condenas en 1559, con Felipe II como asistente de honor e imán para la población. Estos actos permitían mostrar la fuerza imperial y amenazaban a la gente sobre qué les ocurriría en caso de desviarse.
El atrio de Santiago
En esta iglesia situada en el lateral de la arteria de la calle de Santiago predicaba el doctor Agustín Cazalla, de alto prestigio social en aquella época pero denostado a medida que proliferaban las teorías sobre su fe luterana. Cazalla no pudo escapar de las llamas purificadoras y formó parte de la comitiva que recorrió esa vía rumbo al fuego, ahora travesía comercial y peatonal para caminantes menos perseguidos por sus creencias que en la novela de Delibes.
Plaza de Zorrilla
“Desde lo alto del borrico, Cipriano divisó las hileras de palos, las cargas de leña, a la vera, las escalerillas, las argollas para amarrar a los reos, las nerviosas idas y venidas de guardas y verdugos al pie”, escribe Delibes mientras su protagonista se dirige al quemadero citado al principio de este texto. La ruta concluye muy cerca de la estatua del novelista, en un entorno abierto y verde frente a la Academia de Caballería y en ese Campo Grande protegido a ambos lados por las estatuas de José Zorrilla y Cristóbal Colón, dos de los ilustres personajes —reales— de Valladolid.
Aquí concluyen los 10 pasos del itinerario de El hereje por Valladolid —el Ayuntamiento también organiza rutas teatralizadas siguiendo este recorrido—. Queda a disposición de cada caminante el detenerse en los bares que acompañan cada fase o dar algún rodeo para disfrutar de la ciudad mientras se siguen las andanzas de Cipriano. Más allá de la ciudad se encuentran los montes Torozos o Santovenia de Pisuerga, más localizaciones para los valientes que se animen transitar por completo sobre las páginas de Miguel Delibes. En un par de horas, con mucha calma, pueden cubrir el céntrico recorrido para antes, durante o después, degustar vinos como los de Cigales, tan cotizados para Delibes y, cómo no, citados en El hereje.
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