Doce playas españolas para estrenar el otoño
Junto a pinares y acantilados, de arena blanca o negra. Idílicos arenales mediterráneos y en las islas Canarias para estirar la temporada de baño
Prolongar el verano, eso que llaman desestacionalizar, es el mantra que se repite este año por la costa española, y con el que muchos bañistas buscan diferir el síndrome postvacacional. Mención especial tiene la costa mediterránea, por el disfrute de aguas todavía cálidas en otoño, pero también la de las islas Canarias —más allá del actual fenómeno eruptivo en La Palma—, con las playas abiertas todo el año. No ha llegado la hora de tirar la toalla, sino de extenderla en estos 12 arenales que convocan al placer de los sentidos; visuales y gastronómicos.
Una de cuatro
La Higuerica | Águilas (Región de Murcia)
El paisaje protegido de Cuatro Calas, que une Murcia con Andalucía, tiene en esta caleta su referencia más oculta, toda una joyita de la Costa Cálida cuyo placer se acrecienta en otoño por el descenso de usuarios con los que compartir sus 220 metros de arena fina color crema. El indicador de acceso se encuentra en el kilómetro 5,1 de la carretera RM-333. Junto al mar, guarda las esencias ecológicas una formación sedimentaria virginal, a la que se une la panorámica decididamente bella sobre el perfil de la costa aguileña. Pocos saben que La Higuerica estuvo en un tris de ser urbanizada. Un milagro la salvó. A sus pequeñas y erosionadas paredes acantiladas se suma un pequeño islote a 200 metros de la orilla, conocido popularmente como “La cama de los novios”. La entrada al mar es paulatina, muy indicada para familias, mientras que su perfil se muestra abierto a levante y resguardado del viento de poniente.
Delicias en Nagüeles
Restaurante La Milla | Marbella (Málaga)
Entre los glamurosos hoteles Marbella Club y Puente Romano, la playa de Nagüeles, con más aporte de arena del habitual en la Costa del Sol, es punto de recalada para los caminantes que se desplazan entre el centro de Marbella y Puerto Banús. Lo que empezara en este arenal en 2015 como un chiringuito se ha convertido hoy en el acreditado restaurante La Milla. Hay una belleza sobria en la gama de azules que impregna este local, la techumbre de brezos, las palmeras, las camas —las tienen individuales (35 euros) o vip (150 euros), de dos plazas y botella de champán incluida—. El chef Luis Miguel Menor opta por la cocina de producto y elabora desde las frituras y arroces que recuerdan la ascendencia chiringuitera del lugar a recetas tan elaboradas como el tartar de atún con yema curada en soja, acompañado de su clara frita y caviar. Nadie olvida la carta de 947 vinos, para la que tres sumilleres utilizan 13 tipos de copas. Mejor ir en taxi o equivalente para poder libar y evitarse el infierno de encontrar aparcamiento. Aquí es alta, muy alta, la densidad de famoseo por metro cuadrado.
Verdiblanca
Agulla | Capdepera (Mallorca)
Cala Rajada es un estereotipado foco de atracción turística que tiene como contrapunto un Área Natural de Especial Interés (ANEI). Pasamos así, sin solución de continuidad, de una concentración hotelera (donde podemos aparcar gratuitamente) a cala Agulla, una impresionante extensión de arena blanca a los pies de los puigs (cerros) de Son Jaumell y s’Aguila; rutilante, excelentemente pertrechada. El cinturón de pinares, por enigmas del destino, resistió las tentativas de la especulación salvo por un par de viviendas rurales. Se dice cala, pero luce un amplio paisaje costero, verde en toda regla, con dunas considerables, no exento de marcados tintes del sudeste asiático. Un arroz en el Coco Beach House, que abre al menos hasta el próximo 15 de octubre, compensa el corto desplazamiento en coche hasta la cala de Son Moll.
Acantilados en rojo
Es Bol Nou | San José (Ibiza)
Los paredones de areniscas y dunas fosilizadas, iluminados espectacularmente por el sol cuando este se eleva o cae, son el elemento que otorga cromatismo —del marrón al rojizo— a esta singular caleta de apenas 80 metros de largo. Bien puede decirse que, a tenor de la erosión marina, el sector de arena dorada está menguando a ojos vista. La tranquilidad que irradia Es Bol Nou se completa con el restaurante Sa Caleta, muy recomendado por los lugareños por su bullit de peix, su pescado fresco y su café Caleta. Aparte de coctelería, cuentan con finca ecológica de frutas y verduras, así como con una tienda de moda. En una pequeña excursión a pie podremos costear en 10 minutos hasta el primer asentamiento que eligieron los fenicios en la isla pitiusa. Cerca quedan las casetas-varadero de Sa Caleta, incrustadas en la roca.
Ganada al Mediterráneo
Moraig | El Poble Nou de Benitatxell (Alicante)
Uno de los más sorprendentes y felices encuentros entre mar y montaña se sintetiza en los acantilados que se extienden de Xàbia a Moraira. Entre ellos se esconde esta cala que se podría pensar natural, pero que fue abierta a fuerza de dinamita para el disfrute de la urbanización Cumbre del Sol. Ya no se aplica el cupo de bañistas y dejó de prestar servicio el autobús lanzadera, lo que exige al bañista negociar una pendiente del 22 por ciento de inclinación que las temperaturas otoñales, eso sí, hacen más llevadera. Pros y contras para una playa pedregosa que debe su gran pegada visual al morro Falquí. El entorno se ha naturalizado estos últimos años, ya sin chiringuitos, añadiendo el mirador de la cueva dels Arcs, por donde desemboca un río subterráneo. A la hora de comer, nunca defrauda el restaurante La Cumbre, en la terraza o junto a la piscina, con su cocina mediterránea de toques afrancesados.
Mudanza nudista
Remolar| El Prat de Llobregat (Barcelona)
El público nudista que acuda a la playa de la Ricarda comprobará, ¡oh, sorpresa!, que ha desaparecido a causa de la regresión marina. Lo saben muy bien en el Centro Municipal de Vela El Prat, donde imparten cursillos de ocho horas de, por ejemplo, windsurf. Por ello, desde hace unos meses, Adanes y Evas se han trasladado al arenal del Remolar, comúnmente llamado playa de los Militares, unos 400 metros sujetos a la morosidad de los espacios envolventes, junto con una sensación de virginidad en el límite entre dos mundos: el aeroportuario y el marino. Para llegar hay que aparcar en la playa de la Roberta y acceder a pie hasta la nueva “platja naturista del Remolar”, según reza la web del municipio. Los chiringuitos Medusa e Iguana abren hasta el 12 de octubre. De paso se halla la Fundación Cram, volcada en la recuperación de la fauna marina —se suelen ver tortugas—. Aunque está enfocada más para niños, organiza visitas guiadas para adultos una vez al mes. Al regreso, desde el mirador de la I’lla (abierto de 11.00 a 15.00) se visualiza el humedal de La Ricarda, capaz de detener, al menos de momento, la ampliación del aeropuerto de Barcelona.
La ruta de los gracioseros
Bajo Risco | Haría (Lanzarote)
El risco de Famara ejerce un influjo irresistible en el parque natural del archipiélago Chinijo. De ahí que bajarlo a pie, apoyados en un bastón, depare un éxtasis visual que tiene como primer estímulo el playazo de Bajo Risco. Desde el aparcamiento de Las Rositas, en Ye, embocaremos la pendiente. Es fácil imaginar la zigzagueante ascensión de los vecinos de La Graciosa cargados con sus mercancías los días en que el puerto de Órzola se tornaba impracticable. Hoy los bañistas cubren la subida de 400 metros de desnivel en unos 45 minutos. El arenal, virgen, delante del estrecho del Río que separa Lanzarote de La Graciosa, tiene en el sector meridional su zona de baño recomendada. Al lado, las chozas abandonadas de los pescadores de Guinate. Cuando regresemos nos espera el asador-grill Volcán de La Corona (678 18 14 56), así como la piscina climatizada y las seis villas de la Finca La Corona, desde 120 euros la noche (dos personas).
Gesta montañera
La Rajita | Granadilla de Abona (Tenerife)
El monumento natural Montaña Pelada es fruto de una erupción volcánica submarina generadora de una simbiosis entre geología, aguas limpias y reductos playeros en arenas prístinas. Uno de ellos es La Rajita, el secreto mejor guardado de este espacio natural. El acceso, un camino de 3,6 kilómetros, precisa de buena forma física y una mochila cargada con agua. Del aparcamiento de la cala de Montaña Pelada parte el sendero que enlaza con la pista que sube al parque fotovoltaico. Allí torcemos a la derecha y a unos 300 metros giramos en el mismo sentido. Una vez en la caldera del volcán caminamos en sentido contrario a las agujas del reloj hasta visualizar una primera cala —llamada erróneamente La Rajita en Google Maps— y luego una segunda, la auténtica Rajita, cuya bajada escarpada exige agilidad. La recompensa asombra por la arena amarillenta; la garantía de tranquilidad, y poder disfrutar del mar con una minoría —paseantes de perros, parejas en actitud amorosa—, desconfiando siempre del Atlántico.
Un pulpo volando
Dunas de Corralejo | La Oliva (Fuerteventura)
El parque natural de las Dunas de Corralejo, al noreste de la isla canaria de Fuerteventura, consta de ocho kilómetros de dunas móviles, tan blancas que hace daño mirarlas. Pocas imágenes más sedantes en el litoral español que contemplar el rayar del día desde este diván de reposo, entre aguas verdosas y azules cambiantes. El viento sopla de continuo, razón de ser de la veterana escuela Flag Beach, especializada en kitesurf, windsurf y la nueva modalidad de wing foil, para aquellos que aceptan el reto de los vientos invernales. Los hay que alcanzan el islote de Lobos en menos de cinco minutos. Un evento espectacular que ameniza la playa del Burro todos los años es el Festival Internacional de Cometas; este 2021 se celebra del 11 al 14 de noviembre, cuando volará todo un muestrario animalístico (pulpos y mariquitas no suelen faltar), junto con descomunales seres fantásticos alados, a cuál más fotogénico.
Retando al mar
Piscinas intermareales | Agaete (Gran Canaria)
El complejo se articula en tres charcones que, merced a la carrera de mareas, se ven ampliamente desbordados dos veces al día. Es gracias a los pilotes clavados sobre los escollos que las olas no pueden arrastrar a los bañistas mar adentro. Aun así hay que estar atentos a la bandera roja de aviso, así como también a la de medusas. Antaño, estas charcas que se caldean ligeramente en horario de bajamar sirvieron a los aborígenes como salinera, y muchos hoy las eligen para disfrutar de crepúsculos esplendorosos (mejor llevar ropa de abrigo), en los que son una presencia constante el roque Faneque y la Cola del Dragón que forma el sur de la isla. El recinto cuenta con escaleras, barandillas, un quiosco bar, aparcamiento de pago (dos euros) y, para quienes prefieran una alternativa, una playa de callaos (piedrecillas).
Carta de naturaleza
El Medio | Alajeró (La Gomera)
Este arenal salvaje, enmarcado en una bahía que amortigua el oleaje, por fuerza había de llamar la atención de los viajeros devotos de la naturaleza. En el sur de La Gomera, pasado el campo de golf de Playa de Santiago, renunciamos a bajar al arenal de Tapahuga y seguimos conduciendo por la izquierda, a lo largo de la estrecha pista que lleva hasta el arenal de El Medio. Aguas vibrantes besan esta costa también de callaos y, en menor medida, de arena negra, con vistas a la isla de El Hierro. Durante la bajamar, muchos aprovechan para pasar por el arco natural hasta la playa de Chinguarime, en cuyas cuevas viven a menudo gentes que se salen de la forma de vida convencional. Para saborear cocina casera autóctona, en la zona de Playa de Santiago se encuentran los bares playeros Tarajal y La Chalana.
La playa dúplice
La Zamora | Fuencaliente (La Palma)
Con su flamante acceso peatonal y estabilizado el talud con mallas de alambre galvanizado, Las Zamoras, que así debería denominarse este dúo playero separado por un risco, se acaba de consolidar como uno de los hitos de La Palma. Los acantilados roídos, desmoronados por el oleaje, la arena negra y la nueva escalera metálica del porís vertebran este escenario que cuenta desde 2021 con todas las garantías de seguridad y que, al menos de momento, no se ha visto afectado por las recientes erupciones volcánicas de la isla, aún activas a unos 35 kilómetros hacia el norte.
A La Zamora Grande se accede negociando 191 escalones: en ella se reconcentra menos el calor y aun con mar agitada queda arena para el disfrute. La Zamora Chica es la predilecta de los surfistas cuando el Atlántico se alborota pese a la protección que generan las Siete Islas. Dispone de ducha y solario. En el kiosko La Zamora (618 85 72 73; cierra lunes y martes), encaramado al acantilado, cocinan pescado fresco e informan sobre el estado de la mar para, en su caso, ahorrarse el desplazamiento hasta el suroeste de la isla. Y es que el océano es traicionero; por el contrario, las puestas de sol son arrebatadoras.
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