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A bordo del Lunatic Express

El periodista Javier Triana recuerda sus años de corresponsal en Nairobi y la aventura de viajar en el tren desde la capital de Kenia hasta Mombasa

El periodista Javier Triana.
El periodista Javier Triana.Roman Pilipey

Pasar tres años en Kenia es vivir una sorpresa constante, o así lo hace ver el periodista Javier Triana, que acaba de publicar Matumbo (Libros del K.O.). En él recuerda los lugares y personajes que conoció cuando fue corresponsal en Nairobi, y aquí nos cuenta algunas de sus impresiones sobre el país africano.

¿Llegó a Kenia por trabajo?

Sí, pero fue de rebote. Yo me iba a instalar en Costa de Marfil, pero en la agencia Efe me dijeron que necesitaban un corresponsal en Kenia. Así que cambié de planes y me mudé a Nairobi, al barrio de Kilimani, donde solían vivir los extranjeros.

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¿Cómo era Kilimani?

Había bloques de apartamentos, centros comerciales y bares donde cocinaban carne a la brasa y tocaban música en directo. Recuerdo ver a un hombre en camello por la calle. En mi última visita a Nairobi todo estaba muy cambiado: encontré rascacielos donde antes había pequeños restaurantes locales.

Cuando comía fuera, ¿qué pedía?

Lo más común era el ugali, una masa de harina de maíz parecida a la polenta y acompañada de verduras, carne o pescado. Y también el plato llamado sukuma wiki, que significa en suajili “empujar la semana”: se prepara con hojas verdes de berza, y hasta Barack Obama lo menciona en sus memorias porque lo comía su padre.

¿Recuerda su primer viaje por el país?

Fui a hacer un reportaje sobre una excavación arqueológica en la costa del océano Índico, cerca de la ciudad de Malindi. Me gustó mucho la experiencia de montarme en el tren histórico Lunatic Express desde Nairobi hasta Mombasa. Eran 14 horas de viaje, y te daban cena y desayuno si viajabas en primera o segunda clase, que no eran tan lujosas como las de aquí. Desde el tren veías jirafas, antílopes, ñus…

¿Y el último?

Mi despedida la celebramos en una playa típicamente paradisiaca del Índico llamada Diani, con sus cocoteros y todo. Aún recuerdo la última cena porque fue en el interior de una cueva de corales donde está instalado el restaurante Ali Barbour’s Cave.

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