Santoña, entre montes y marismas
Una caminata al faro del Caballo, el imponente fuerte de San Martín, las vistas del Cantábrico desde el mirador de la Punta y una ruta de pinchos y 'peniques' por la ciudad cántabra
Santoña es sinónimo de mar, naturaleza, deporte. Aquí esperan desde rutas de senderismo o ciclismo de montaña por el monte Buciero hasta excursiones por el parque natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, pasando por una sesión de surf en la playa de Berria o incluso pesca deportiva, piragüismo y submarinismo. Esta pequeña localidad cántabra se puede convertir en la escapada perfecta para desconectar del mundanal ruido y disfrutar de las bondades naturales y gastronómicas que ofrece.
9.30. Mañana en el mercadillo
Empezar el día con un buen desayuno es siempre una gran idea. Si la mañana implica recorrer parajes naturales, entonces se vuelve algo casi obligatorio. La Cañuta (1), junto a la plaza de San Antonio (el centro de la ciudad), atrae sobre todo por el olor a pan y bollería recién horneada entre la que se pueden encontrar manjares de la tierruca, como los sobaos pasiegos.
De manjar en manjar, el mercado de abastos (2), en la plaza que lleva el mismo nombre, es un pequeño espacio lleno de viandas frescas y de temporada que los martes y sábados cuenta además con un mercado de agricultores locales. Si le sabe a poco, déjese caer por el mercadillo de Santoña (3). De los más grandes de Cantabria, entre sus casi 200 puestos se pueden encontrar frutas y verduras, ropa y zapatos, complementos y utensilios para casa. Un bazar lleno de gangas que tiene lugar todos los sábados del año entre las 8.00 y las 14.00 en la entrada del pueblo.
11.00. Por el monte Buciero
Imposible estar en Santoña y no subir hasta el faro del Caballo, en el monte Buciero. El recorrido, de casi tres kilómetros, empieza en la parroquia de Santa María del Puerto (4), un templo románico del siglo XIII que fue parte de un monasterio de benedictinos y que en 1931 se declaró monumento nacional. A simple vista, nada invita a pensar que su interior albergue unos retablos barrocos —el de san Bartolomé, el de san Pablo y el de la Virgen del Puerto, patrona del lugar—que son verdaderas obras de arte.
Desde aquí, en apenas cinco minutos a pie se llega al fuerte de San Martín (5), en la entrada del canal que lleva al puerto. Construido en el siglo XVII, en la época de Napoleón fue ocupado por los franceses, quienes se hicieron con Santoña por ser un punto marítimo estratégico de la navegación del Cantábrico. Seis años más tarde, en 1814, pasó a los ingleses y poco después volvió a ser español. Hoy es un museo de recursos naturales y arquitectónicos del monte Buciero (6), uno de los encinares más importantes de España que forma parte del parque natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, y que está protegido por la Red Natura 2000, como zona especial de protección para las aves (ZEPA).
12.00. Bajar 685 escalones
El fuerte es el principio de la senda que lleva al faro del Caballo (7), una construcción de 1863 desde donde se contemplan esas impresionantes vistas del mar cántabro que tantos ejércitos anhelaron. Para llegar hay que ir siempre bordeando la costa y después bajar los 685 escalones escarpados que llevan hasta él y que colocaron los presos del Cuartel del Presidio de Santoña a finales del XIX. Si el tiempo acompaña, es buena idea descender los otros 111 peldaños que llevan al agua. De vuelta, se puede hacer la misma ruta parando en el mirador de la Punta (8), también conocido como Peña del Fraile, que queda justo antes de llegar a la playa de la Redonda (9). Y si lo que apetece es un día de senderismo, se puede realizar una vuelta completa de 12 kilómetros continuando después del faro del Caballo hasta la playa de Berria, pasando por el faro del Pescador.
14.00. Anchoas y pimientos fritos
Santoña está plagado de bares para degustar productos de la tierra, frescos y de temporada. Una ruta de pinchos y peniques (como llaman aquí a las cañas) es la mejor manera de probarlos todos. Toca empezar en la Taberna de Berto (Los Claveles, 8) (10) abriendo boca con anchoas, quesos y embutidos servidos en el clásico papel de charcutería. El bar Suelen (Rentería Reyes, 18) (11) merece la pena por su especialidad: pimientos fritos servidos en papel de estraza; el bar Peralvillo (Manuel Andújar, 1) (12), por su vermut, sus jibiones (calamares) y sus cazuelitas de gambitas y almejas, y el gastrobar Siete Villas (Aro, 10) (13), por sus múltiples y más sofisticados pinchos, ganadores varios años del premio gastronómico Juan de la Cosa.
17.00. Berria, playa de olas
Nada mejor para hacer la digestión que acercarse hasta la playa de Berria (14). Una caminata de menos de dos kilómetros que pasa por las marismas de Santoña (15) y el penal de El Dueso o cárcel del mar (16), una construcción de 33.000 metros cuadrados que lleva funcionando desde 1903. Las marismas que se aprecian en esta zona de la comunidad son solo una parte de las más de 6.500 hectáreas del parque natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, que abarca un total de 11 municipios y alberga hasta 130 especies de aves acuáticas diferentes, convirtiéndolo en uno de los humedales más relevantes del norte de España.
El arenal de Berria, además de ser uno de los puntos surferos más destacados de Cantabria, es otro paraje natural clave para el funcionamiento del ecosistema: sus 2.200 metros de fina arena están rodeados de dunas donde crecen especies animales de vital importancia para la estabilización de las masas de arena. Merece la pena recorrerlo y subir al monte del Brusco, desde el que se aprecia otra perspectiva de Santoña, las marismas, las playas de Berria y Helgueras —donde está la ola del Brusco, una de las mejores de la costa cántabra, conocida a escala mundial— y la bahía de Laredo.
21.00. En un asador de sardinas
Comer anchoas y sardinas es casi una religión por estos lares. Para un buen pescado y marisco, nada como el restaurante Pascual (Chili) (942 67 12 66) (17), en el paseo marítimo, un asador de sardinas tradicional que nunca defrauda. Como tampoco lo hace Casa Muruzábal (Serna Occina, 16) (18), un lugar que invita a relajarse y a dejarse llevar por las recomendaciones de los dueños. Los platos de cuchara son excepcionales y es casi obligatorio dejar hueco para el postre.
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