Viaje a Persia con una guía de hace 400 años
El fotógrafo Manolo Espaliú recrea en un fotolibro la ruta por la tierra del antiguo imperio aqueménida que el diplomático García de Silva y Figueroa realizó en el siglo XVII, y que plasmó en un bello manuscrito
Guías de viajes hay muchas: organizadas por países, por regiones o las que exploran a fondo una ciudad. Las hay en papel, en formato bolsillo o incluso para libro electrónico, en un solo clic. Sin embargo, el fotógrafo sevillano Manolo Espaliú escogió otro tipo de guía para recorrer Irán: una de 400 años de antigüedad, escrita por el diplomático español García de Silva y Figueroa (1550-1624) durante su viaje a Persia para reunirse con el sah Abbas I el Grande.
García de Silva y Figueroa fue el primer occidental en identificar los restos de la antigua ciudad de Persépolis
No es una guía ligera, consta de ocho tomos que incluyen bellas ilustraciones. Tampoco lo es su título: Comentarios de don García de Silva que contienen su viaje a la India y de ella a Persia, cosas notables que vio en él y los sucesos de la embajada al Sophi. Debido a su valor histórico, se encuentra en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Silva fue el primer occidental en localizar e identificar en este manuscrito autógrafo las ruinas de la ciudad de Persépolis, la histórica capital aqueménida saqueada e incendiada por Alejandro Magno en el año 330 antes de Cristo y que supuso el fin del Imperio Persa. También registraría en sus páginas la existencia de la escritura cuneiforme, una de las formas más antiguas de expresión escrita creada por los sumerios en el 3200 antes de Cristo. Una detallada descripción de la Persia del siglo XVII que permitió a Manolo Espaliú seguir sus pasos, pese a la notable diferencia del castellano de hace cuatro siglos y los cambios geográficos que ha sufrido la región iraní. Con la ayuda de Google Earth, el fotógrafo preparó previamente una ruta de sur a norte de 2.000 kilómetros, desde la isla de Ormuz hasta la ciudad de Qazvín. El resultado: Viaje a Persia, un fotolibro (y exposiciones ya celebradas) desarrollado durante tres años en el que el diálogo entre el texto original y la fotografía se sucede a medida que Espaliú localiza y visita los lugares por los que pasó Silva en su recorrido de dos años por Persia.
Pongámonos en situación. En el siglo XVII, España y Portugal están unidas bajo la Corona de los Habsburgo. La expansión del Imperio Otomano amenaza la Europa cristiana, que busca un aliado en Oriente para frenar su amenaza. El pacense García de Silva y Figueroa es elegido por el rey Felipe III para liderar la embajada a Persia. Su objetivo: convencer al sah para unir fuerzas en la lucha contra el peligro turco.
El dominio otomano del Mediterráneo obligó a Silva a embarcar, en 1614, en Lisboa y bordear África para llegar primero a Goa (India) y finalmente arribar, tres años después, a la isla de Ormuz, ya en el golfo persa. Aunque entonces esta isla era uno de los enclaves marítimos comerciales más importantes del mundo, poco queda ya de ese poderío económico. Sí siguen siendo características del lugar sus montañas arcillosas coronadas por una capa blanca, no de nieve, como parece a simple vista, sino de sal. Un paisaje inquietante que llamó la atención de Silva, como describe en sus Comentarios…, y que Espaliú inmortalizaría con su cámara 400 años después.
En la ciudad de Bandar Abbas comienza el recorrido por la Persia continental. A Espaliú le interesaban especialmente los caravasares —antiguas edificaciones de pernoctación— en los que el diplomático descansó con su séquito de más de 100 personas y 300 camellos y que con detalle describía en su manuscrito. Del primero de ellos, el de Bandalí, solo quedan las ruinas, pero bien merecen otra instantánea. En el Irán de hoy, muchos caravasares han desaparecido por completo aunque algunos han sido rehabilitados como hoteles y restaurantes.
Silva era un hombre culto, como revelan sus Comentarios… Conocía a fondo las obras de geógrafos, astrónomos, historiadores y literatos, tanto latinos como griegos. Además viajaba con parte de su biblioteca personal, que también contenía crónicas modernas de viaje a las que recurría con frecuencia para encontrar referencias geográficas e historiográficas de la Persia coetánea. Así fue capaz de relacionar esas ruinas que los persas musulmanes llamaban Chehel Minar o Takhte Jamshid con la ciudad que los textos clásicos nombraban como Persépolis. Convencido de la importancia del lugar, documentó su iconografía. Quedó fascinado con el palacio de Jerjes y su inmensa apadana (sala de audiencias), de la que describió metódicamente su estructura y la disposición de sus columnas. Él no disponía de cámara fotográfica como Espaliú, pero ordenó a su pintor tomar apuntes de los bajorrelieves y muestras de la escritura cuneiforme. El diplomático intuía que aquellas marcas no eran meros elementos decorativos.
Antes de llegar a Qazvín, donde le esperaba el sah para su reunión, se adentró en Isfahán, la capital persa desde 1598. La tercera ciudad más poblada de Irán en la actualidad es buen ejemplo del legado arquitectónico de la dinastía musulmana persa (Imperio Safávida). Espaliú fotografía el palacio real Ali Qapu y la mezquita del Imam —ambas en la plaza Naqsh-e Yahán—, que aún estaban siendo construidas cuando su particular guía visitó la ciudad. “Se va acabando agora una sumptuosissima mezquita que con particular devoción ansimesmo el Rey manda labrar á su profecta Ali”, escribió en unas páginas en las que no solo describe monumentos, ciudades y jornadas viajeras; también habla de las gentes de Persia, de sus costumbres y fiestas.
Finalmente, el diplomático español fracasó en su intento de convertir al sah de Persia en un aliado español. Recorrió de nuevo los 2.000 kilómetros que le habían llevado hasta él y se desplazó a Goa, donde permaneció hasta que pudo embarcar de nuevo rumbo a España. En 1624, 10 años después del inicio de la embajada y casi divisando la costa lisboeta, su embarcación sufrió un accidente. Silva desapareció, pero no su legado. A finales del siglo XIX su manuscrito fue descubierto en una librería por el historiador Pascual de Gayangos. Entre 1903 y 1905 se publicó la primera y única edición completa de los Comentarios…, a cargo de la Sociedad de Bibliófilos Españoles y que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional. El ejemplar con el que Manolo Espaliú preparó su aventura por Irán como lo hizo García de Silva y Figueroa 400 años antes.
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