De la ficción al avión: cinco paisajes de película para visitar en el futuro
De las dunas infinitas del Sáhara o los bosques del navarro valle de Baztan, escenarios cinematográficos para no dejar de viajar tras el confinamiento
Cortina d’Ampezzo (Dolomitas, Italia)
Más allá de ráfagas de disparos, persecuciones y explosiones, la película Máximo riesgo (Cliffhanger, 1993) es, ante todo, un fabuloso trampantojo alpino. Porque lo que en pantalla parece el parque nacional de las Montañas Rocosas, en Colorado (EE UU), es, en realidad, el abrupto y salvaje perfil de los Dolomitas, al norte de Italia. El rodaje de exteriores se concentró en los alrededores de Cortina d’Ampezzo, como en el Passo Falzarego o en alguna de las vías ferratas de esta zona –como la de Ivano Dibona–, que recorren crestas y túneles excavados en la roca durante la I Guerra Mundial, librada también en estas verticales montañas. Y como no podía ser de otra forma en un film protagonizado por Sylvester Stallone, el puente colgante que aparece en la imagen superior acaba saltando por los aires (en la ficción).
Indian beach (Ecola State Park, Oregón)
Le llaman Bodhi (Point break), de la después oscarizada Kathryn Bigelow, metió el gusanillo del surf a muchos espectadores a principios de la década de 1990. Un chute de adrenalina cinematográfico cuya escena final, en la que los protagonistas (Patrick Swayze y Keanu Reeves) se vuelven a encontrar supuestamente frente al oleaje salvaje de Bells beach, en Australia, se rodó en realidad sobre la arena de Indian beach, una de las playas del parque estatal Ecola, al norte de Oregón, cuya red de senderos costeros atrae a numerosos andarines, además de a surfistas y kayakistas. Eso sí, las olas gigantes que se tragan a Bodhi en las últimas tomas de la película rompen, en verdad, océano adentro: se filmaron en Waimea bay, en Hawái.
Princess Street Gardens (Edimburgo, Escocia)
Para escapar del continuo bullicio de Princess Street, una de las calles comerciales más transitadas de la ciudad escocesa, podemos echar a correr –como hacían Mark Renton (Ewan McGregor) y su amigo Spud (Ewen Bremner) por su acera al comienzo de Trainspotting (Danny Boyle, 1996)– o simplemente caminar sosegadamente hasta los aledaños Princess Street Gardens, y sentarse después a contemplar, en lo alto, el fotogénico castillo de Edimburgo.
Ksar Ghilane (Túnez)
No resulta fácil a los turistas alcanzar los escenarios reales que acogieron, en el desierto de Túnez, el rodaje del intenso romance que narra la película El paciente inglés (The english patient, 1996), de Anthony Minghella. Pero el infinito mar de dunas que se extiende desde el oasis de Ksar Ghilane, en pleno desierto del Sáhara, al sur del país, es una fiel reproducción del que sobrevuelan en avioneta la pareja protagonista –interpretados por Kristin Scott Thomas y Ralph Fiennes–, y además es mucho más accesible para los visitantes.
Valle de Baztan (Navarra)
Bello e inquietante, como la propia trama de la Trilogía del Baztán, de la novelista Dolores Redondo, llevada al cine en dos ocasiones por Fernando González Molina (El guardián invisible, 2017, y Legado en los huesos, 2019), el paisaje del valle de Baztan (valledebaztan.com), al norte de Navarra, de ondulados y verdes montes salpicados de bosques y pequeños pueblos, invita a ser descubierto. Por ejemplo, a través de las rutas temáticas que organiza, en colaboración con la propia autora de las novelas, la web elguardianinvisible.com, y que visitan los escenarios donde se han rodado las películas de la saga, como el pueblo de Elizondo.
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