Videojuegos para explorar mundos
Ciudades azotadas por virus letales, escenarios marcados por la historia, grandes espacios naturales y territorios imaginados
Produce cierta zozobra jugar estos días a The Division, el videojuego de acción de la compañía francesa Ubisoft que se desarrolla en una Nueva York devastada por un virus letal. Recorrer las calles desiertas de Manhattan, con una meticulosa recreación de lugares como Times Square o Hudson Yards, provoca escalofríos al comprobar cómo ciertas distopías pueden llegar a ser premonitorias. La pandemia que ha paralizado el mundo, también el de los videojuegos, no está muy alejada de la que plantea este título pensado para jugarse en partidas multitudinarias a través de Internet. Más de uno habrá aprovechado el confinamiento en casa para volver a batallar contra los culpables de la propagación del virus, aunque posiblemente lo haya hecho jugando a su segundo episodio, que traslada la acción a Washington, conservando la misma atmósfera inquietante pero con un planteamiento más ambicioso. Un esfuerzo hercúleo de documentación plasmado en 17 kilómetros cuadrados de la capital estadounidense milimétricamente reproducidos en pantalla, a la que se asoman grandes centros del poder e instituciones que han ayudado a forjar la historia de la nación más poderosa del mundo, incapaz en esta ficción de sobreponerse al zarpazo de una crisis sanitaria de proporciones mastodónticas.
En la búsqueda de entretenimiento y de respuestas al caos que nos rodea, nos cruzaremos con águilas, zorros y otros animales salvajes que campan a sus anchas a orillas del río Potomac ante el inesperado repliegue del hombre. Un guiño más a lo que ha acabado ocurriendo en urbes alrededor del mundo por culpa del avance incontrolado del Covid-19. En esas condiciones de extrema urgencia, visitar el Pentágono, el Capitolio, la Casa Blanca, el Lincoln Memorial o el interior de los Archivos Nacionales, donde se conserva el primer ejemplar de la Constitución de los Estados Unidos (1787), es una experiencia intensa pero descorazonadora.
Para tomar el pulso al ritmo frenético que hasta hace bien poco latía en nuestras ciudades hará falta recurrir a juegos como Grand Theft Auto 5, el culmen creativo de Rockstar que, pese a llevar siete años en la brecha (una eternidad en esta industria), sigue exhibiendo músculo y siendo una de las obras interactivas más celebradas y jugadas por la comunidad gamer y los youtubers. Con una intrincada narrativa que nos coloca ante situaciones de dudosa moralidad, este título de mundo abierto —es decir, que otorga total libertad a la hora de completar las misiones— hace más por promocionar y mostrar Los Ángeles (Los Santos, en el juego) que muchas campañas publicitarias o guías de viajes. Lo que pasa es que aquí no solo se enseña la cara turística y amable, sino también la más sórdida del lumpen. De ahí emergen los tres buscavidas protagonistas a la conquista de la ciudad que mejor encarna las contradicciones del sueño americano. Visitaremos las icónicas casetas de Venice Beach (Vespucci Beach), el glamur de Hollywood Boulevard (Vinewood Boulevard), las villas de lujo decadente de Beverly Hills (Rockford Hills) o la icónica noria del muelle de Santa Mónica (Del Perro Pier), entre otras estampas de postal.
Si lo que queremos es disfrutar de la libertad que otorgan los grandes espacios abiertos, en Red Dead Redemption 2, un poderoso relato del wéstern americano jalonado de personajes memorables, hallaremos un canto poético a todo lo que la naturaleza nos brinda sin ofrecer nada a cambio. Es difícil no emocionarse la primera vez que asistimos a un amanecer brumoso junto al rescoldo humeante de la fogata donde horas antes mascábamos tabaco bajo las estrellas. La misma abundancia de sensaciones asalta al contemplar una puesta de sol teñida de sepia mientras atamos el caballo a la entrada de un poblado polvoriento o cuando uno se topa de bruces, en medio de vastas planicies, bosques frondosos y picudas montañas nevadas, con grandes mamíferos como el ciervo, el oso y el bisonte. Ilustres representantes de un bestiario que reúne a 200 animales de la fauna que puebla América del Norte: armadillos, tejones, caimanes, urogallos, buitres, cóndores…Como nos dice Evellyn Miller, un ermitaño trasunto de Henry David Thoreau, en una de las misiones del juego: “La auténtica América no se halla en los deseos, sino en la pureza de su paisaje”.
El arte de sublimar la naturaleza tiene otro alumno aventajado en Firewatch, un hipnótico walking simulator (simulador de pasear en su traducción literal, en el que pesa más la narrativa que la acción) que pone al jugador en la piel de un guarda forestal del parque nacional de Yellowstone (EE UU) que lucha contra los incendios, la soledad y una ruptura amorosa en el transcurso de un verano sofocante. Inmersos en los bosques de Wyoming, se escuchan el canto armonioso de pájaros silvestres, el sonido del agua al sortear cascadas y riachuelos y el amenazante crepitar del fuego en el horizonte, mientras vamos tejiendo una compleja relación con una mujer a través de conversaciones intermitentes por walkie-talkie. Una delicia para los sentidos y una oda a la vida y a la sencillez de las cosas.
Un acercamiento más adrenalínico al mundo exterior es lo que ofrece la saga de conducción Forza Horizon, cuya cuarta entrega nos transporta al verdor y la humedad de Gran Bretaña, donde poner a prueba los motores de 450 coches icónicos de la historia del automovilismo en un enorme mapa de carreteras secundarias que atraviesan paisajes y pueblos de Gales, Escocia e Inglaterra. En cualquier momento se puede echar el freno de mano y hacer fotos de los lugares que visitamos. El fotorrealismo está tan logrado que cuesta diferenciar la imagen auténtica de la virtual. El parque nacional del Distrito de los Lagos, en el condado de Cumbria (al noroeste de Inglaterra), es quizá la zona más espectacular precisamente por lo abrupto y montañoso. Como el resto de los escenarios que cruzamos a velocidades endiabladas, estos lagos declarados patrimonio mundial de la Unesco que inspiraron a una generación entera de poetas románticos del siglo XIX pueden visitarse en cualquiera de las cuatro estaciones y comprobar los cambios caprichosos que sobre el paisaje ejerce la meteorología. Imprescindible contemplar el lago Derwntwater, uno de los más grandes y visitados, en pleno estadillo de la primavera, cuando las colinas y bosques que lo rodean se cubren de un manto de campanillas moradas.
Pero hay paisajes históricos que nunca volverán y que solo se pueden visitar en el cine, la literatura y también en los videojuegos. La saga Assasins Creed lleva casi tres lustros recreando con enorme rigor histórico momentos clave de la historia. Su último capítulo se sumerge en los mitos y leyendas de la Antigua Grecia, en el contexto de la guerra del Peloponeso (431 a. C. - 404 a. C.) que enfrentó a las ciudades-estado de Atenas y Esparta y marcó el declive definitivo de la cultura griega. En el papel de mercenario, tendremos que elegir entre enrolarnos en la Liga de Delos (Atenas) o en la del Peloponeso (Esparta). Iniciaremos la epopeya en la isla jónica de Cefalonia y de ahí saltaremos a la península de Ática, el principal territorio de la Grecia moderna, donde exploraremos la polis de Atenas, cuna de la civilización moderna, con sus templos sagrados donde floreció la filosofía y el debate sosegado de ideas contrapuestas. Personajes como Sócrates, Herodoto (considerado el primer historiador) o Hipócrates, padre de la medicina moderna, nos iluminarán con sus juicios ponderados, mientras antes nuestros incrédulos ojos se despliega toda la belleza y poder que una vez atesoró este rincón privilegiado del Mediterráneo, con localizaciones como el templo de Apolo en la isla de Delfos, Creta o el monte Olimpo.
Para emular las aventuras de míticos exploradores victorianos como Henry Morton Stanley o Richard Francis Burton, nada mejor que desenrollar sobre la mesa un viejo mapamundi amarillento de pergamino y trazar en tinta una ruta a lo Indiana Jones para lanzarse a la caza de grandes tesoros. Uncharted, con cuatro entregas principales en exclusiva para la familia de consolas Playstation, permite vivir intensas tramas en lugares exóticos e ignotos del planeta. Nuestra ansia de conocimiento y aventuras nos llevará a Katmandú, la abigarrada capital de Nepal envuelta por el Himalaya; a la costa caribeña de la colorida Cartagena, en Colombia; al vergel exuberante de la isla de Madagascar; a las mágicas montañas de Sahyadri, conocidas también como las Ghats occidentales, en la India, o al desierto saudí de Rub al-Jhali, el más extenso y con temperaturas más extremas. Los creadores de este exitoso videojuego se inspiraron, entre otras hazañas, en las expediciones a Oriente del mercader veneciano Marco Polo y en la convulsa biografía del arqueólogo británico Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.
Y si el mundo se nos queda pequeño, habrá que enfundarse el traje de astronauta para embarcarse en la mayor epopeya galáctica hecha videojuego. No Man Sky, que como mejor se disfruta es a través de la realidad virtual, nos lanza a la conquista del espacio exterior, un universo imaginado en el que no se encuentran los planetas que los astrónomos han ido descubriendo desde la antigüedad sino un rosario de cuerpos celestes y galaxias salidos de la imaginación del estudio Hello Games. Un sinfín de estrellas y extrañas criaturas para construir nuestro particular universo sin los corsés de la ciencia moderna. Ya lo dijo el entusiasta de Buzz Lightyear en Toy Story: “Hasta el infinito y más allá”.
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