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Crítica:LIBROS | Escaparate
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En la piel del extranjero

Narrativa. Cada época se busca sus ídolos y cuanto más contrarios al modo de vida reinante, más revelan sobre los sueños y aspiraciones, o las limitaciones y fobias de un tiempo. En este sentido, la fascinación que ejerce la figura del legendario viajero británico Richard Francis Burton echa un mínimo haz de esperanza sobre la era del eje del mal, teniendo en cuenta la palpitante bibliografía que va creciendo en torno a él (empezando con la estupenda biografía de Edward Rice, El capitán Richard F. Burton, Siruela, 1999). Pues Burton, el primer blanco en avistar el lago Tanganica, que lo mismo recorría como geógrafo los desiertos de Pakistán que como buscador de oro la selva de Brasil, era ante todo un gran arabista y divulgador de la cultura islámica en Occidente.

El coleccionista de mundos

Ilija Trojanow

Traducción de Rosa Pilar Blanco

Tusquets. Barcelona, 2008

398 páginas. 22 euros

Tras la lectura de El coleccionista de mundos se comprende que el redescubrimiento del agente secreto y diplomático al servicio de la reina Victoria estriba en algo más que en su faceta aventurera. Burton poseía una curiosidad cultural insaciable: llegó a dominar casi treinta lenguas y publicó una cincuentena de estudios como antropólogo, cabalista, teósofo y lingüista. Pero lo que más le distingue de otros exploradores como Stanley, Livingstone o Speke (su ocasional compañero de viajes y mortal contrincante) es su anhelo de penetrar en las culturas extrañas y de meterse en la piel del extranjero, una actitud que entraba en abierta colisión con el espíritu de superioridad que regía las empresas de conquista y dominación del Imperio colonial Británico.

Es este rasgo díscolo y al mismo tiempo exento de prejuicios el que ha perfilado Ilija Trojanow, escritor alemán de origen búlgaro, en su asombrosamente rica recreación de la vida de Burton. De ahí que no nos presente a un excéntrico tipo duro -que ya de estudiante en Oxford era temido como duelista-, sino a una mente obsesionada con experimentar y comprender las más diversas identidades culturales: bajo un turbante, Burton se confundía con un derviche persa; en la vestimenta de los brahmanes pasaba por erudito cachemir.

El coleccionista de mundos se centra en tres etapas de la vida de Burton: la estancia de militar en Bombay y Baroda, la peregrinación a los lugares sagrados del islam y la búsqueda de las fuentes del Nilo Blanco en la África Oriental. Y para documentarse, el autor ha seguido el método del propio Burton: se ha metido en la piel del explorador decimonónico, una adaptación al personaje que puede estimular la imaginación del lector casi tanto como la historia misma del camaleónico espía. Y es que Trojanow posee una biografía que le predestina para la tarea: nacido en 1965 en Bulgaria y criado en Italia y Kenia, estudió en Alemania, para luego afincarse en Bombay, de donde se mudó a Ciudad del Cabo. En la costa occidental de la India, el escritor se impregnó de los lugares e idiomas que Burton conoció en su primer destino como joven oficial británico. Desde Bombay emprendió la peregrinación a la Meca; y en Suráfrica se preparó para seguir a pie la ruta de 1.500 kilómetros de la expedición de Burton hacia el lago Tanganica.

Y Trojanow ha sabido, mediante una cuidadosa estructura de contrapunto, arrojar luz sobre el complejo personaje, sin quitarle el hálito de misterio que le rodea. El relato siempre alterna entre la perspectiva del propio sir Richard y la de sus acompañantes nativos: el mayordomo hindú, el criado árabe y el guía africano que, desde luego, ofrecen una visión sumamente crítica de las relaciones entre los señores coloniales y sus súbditos: "Dos velos separaban a los gobernantes de los naturales del país. El velo de la propia ignorancia y el velo de la desconfianza tras el que se escondían los nativos (...) Había aumentado el sentido de la moralidad, entendiendo por ello sobre todo la defensa de lo propio contra lo foráneo. Ese código moral, por muy valioso que pudiera ser en la patria, ofuscaba a los oficiales y funcionarios que estaban a sus órdenes. Ellos eran los ciegos tentáculos de un monstruo que desde una pequeña calle de Londres gobernaba el mundo".

Lamentablemente, lo que constituye el mayor atractivo de esta novela se convierte, especialmente en la segunda parte, en cierta flaqueza: el saber inmenso del autor tiende a ahogar la historia de Burton en el detalle, y los perfiles humanos permanecen, en general, extrañamente chatos. Ni siquiera cobran algo de vida en las escenas de sexo, protagonizadas, al fin y al cabo, por el traductor del Kamasutra y de Las mil y una noches. Pero ni estas tachas, ni las a menudo dislocadas metáforas embargan el placer de la lectura. El coleccionista de mundos se sostiene de sobra por su formidable valor ilustrativo y una oportunísima propuesta de entendimiento cultural, ejemplificada con la vida de un hombre para el que la diferencia cultural era un hecho enriquecedor y no motivo de marginación.

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