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Un cóctel antes del auto de fe

Una de las cárceles del tribunal religioso es ahora un bar chic. Dos rutas turísticas recorren lo que queda en Madrid y Sevilla de aquella cruenta institución

Javier A. Fernández

La Santa Inquisición fue creada por los Reyes Católicos en Sevilla para acabar con los falsos judíos conversos. "Tras la Reconquista, la Inquisición fue una máquina un tribunal para juzgar y expulsar a la élite judeoconversa que dominaba los cargos más importantes de la Corte. Los castigaban y requisaban sus bienes", explica José Martínez Millán, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de tres libros sobre la institución, que funcionó durante más de tres siglos y medio.

Auto de fe en Sevilla en torno a 1660.
Auto de fe en Sevilla en torno a 1660.

La primera etapa fue la más cruenta. "Entre 1480 y 1510, con Tomás de Torquemada y Diego Deza al frente, hubo muchísimas víctimas, más que en periodos posteriores, aunque no tenemos cifras", apunta el catedrático. Los expertos no se ponen de acuerdo si fueron miles o decenas de miles. Buena parte de la documentación se ha perdido. "Cada vez que había una revuelta, alguien prendía fuego a esos archivos”, añade el profesor. Es durante este atroz periodo en que transcurre Assassins Creed, la adaptación al cine del videojuego, que se estrena en cines el 23 de diciembre y que reconstruye un fastuoso auto de fe con la magnificiencia de Hollywood.

Las huellas de la Inquisición siguen presentes en ciudades como Madrid y Sevilla, aunque a veces no sea fácil reconocerlas. Algunos de aquellos lugares que antes infundían pavor ahora son, paradójicamente, lugares para la diversión. Sobre el principal quemadero de Sevilla se ubicó la Feria de Abril durante siglo y medio, las mazmorras del Convento de Santo Domingo el Real en Madrid alojan una coctelería y la tenebrosa y húmeda fortaleza sevillana de San Jorge ahora no es más que un mercado donde tomarse unos huevos a la flamenca y brindar con una copa de fino. Esto es lo que queda de la Inquisición.

     Ruta de la Inquisición en Sevilla              Ruta de la Inquisición en Madrid

 

Sevilla

Castillo de San Jorge

Interior del centro de interpretación del castillo de San Jorge.
Interior del centro de interpretación del castillo de San Jorge.Alejandro Ruesga

En la orilla este del río Guadalquivir se alzaba la fortaleza andalusí de San Jorge. Oscura. Con pocas ventanas, sombría y enigmática, fue la sede de la Inquisición en Sevilla desde 1481. Se encontraba fuera de la ciudad, a la que se llegaba cruzando un precario puente construido con 13 barcas conectadas por tablones, el antecesor del puente de Triana. Hoy solo quedan los cimientos. "Era un sitio idóneo para torturar con discreción y evitar las fugas", explica Eva Díaz Pérez, periodista sevillana, autora de Memoria de Cenizas, una novela sobre unos monjes ajusticiados por el Tribunal del Santo Oficio.

La Inquisición ocupó las húmedas salas del castillo durante siglo y medio. Después pasó a manos del Conde Duque de Olivares, aunque los inquisidores volvieron por un corto periodo hasta su marcha definitiva en 1785. En el siglo XIX fue demolido para construir el mercado de abastos que hoy existe. Recientemente se han recuperado los pilares del antiguo castillo, en el sótano del mercado, y se ha abierto un centro de interpretación que recrea la historia del edificio y donde se pueden contemplar los restos. Un pequeño callejón, denominado de la Inquisición, junto al mercado, recuerda el lugar donde estuvo la institución.

Iglesia de la Magdalena

Iglesia de la Magdalena en Sevilla.
Iglesia de la Magdalena en Sevilla.Paco Puentes

Fue la primera sede del Tribunal hispalense de la Inquisición. "Se improvisó allí porque era una Iglesia-convento de los dominicos, la orden que controlaba la Inquisición", cuenta Eva Díaz. El templo fue destruido en 1811 y poco después se construyó la iglesia actual. En su interior, además de varios lienzos de Zurbarán, hay un mural del sevillano Lucas Valdés que reproduce un auto de fe real. Muestra el camino al quemadero de Diego López Duro, un mercader de Osuna (Sevilla), condenado por practicar el judaísmo.

Plaza de San Francisco

Los imponentes autos de fe se ejecutaban en los centros simbólicos del poder. "En Madrid se hacían en la Plaza Mayor y en Sevilla, en el lugar donde se ubicaban el Consistorio, la Audiencia de Justicia y la Cárcel Real, en la que, por cierto, estuvo encerrado Miguel de Cervantes", argumenta la periodista.

Los autos eran juicios en los que los reos vestían el sambenito y la coroza —un peto y un capirote— decorados con su pecado y su penitencia. Estos eventos podían durar todo el día e impactaban por su imponente puesta en escena: un tablado cuadrilátero que ocupada casi toda la plaza, con gradas donde se colocaba la nobleza, el clero y el funcionariado. En el centro, en un espacio más bajo que el resto, estaban los acusados. Casi bajo la tierra, en un simbólico purgatorio.

Prado de San Sebastián

Los lugares donde se ejecutaban a las víctimas de la Inquisición se conocían como quemaderos. Sevilla contaba con dos, adonde se llevaba a los condenados tras el auto de fe. Uno se ubicaba en Campo de Tablada, en el espacio que hoy ocupa una base aérea militar. El otro estaba en el Prado de San Sebastián, una zona donde se realizaban enterramientos —antes de popularizarse los cementerios como recintos cerrados en el siglo XVIII—.

"La muerte ha estado muy presente allí, con cada subida del Guadalquivir, la riada desenterraba los cadáveres", explica Díaz. Hoy el Prado es un parque junto a la Plaza de España. Entre 1847 y 1973 acogió la Feria de Abril, antes de trasladarse a un recinto mayor en Los Remedios. "Resulta impactante que un lugar donde la Inquisición provocó tanto sufrimiento, se transformara en un espacio para la alegría, donde comer, beber y celebrar la vida", apunta la escritora.

Fuentes en el parque del Prado de San Sebastián.
Fuentes en el parque del Prado de San Sebastián.Paco Puentes
Madrid

Las mazmorras del Santo Oficio

La Inquisición tuvo sede en Madrid después de que la Corte se instalara en la ciudad en 1561. Estaba en un convento, hoy desaparecido, en la actual plaza de Santo Domingo. La calle por la que se accedía se llamó durante mucho tiempo, de la Inquisición, hoy calle de Isabel la Católica. En sus calabozos se encerraba a los procesados, que habían sido condenados en auto de fe en la cercana Plaza Mayor, y que luego serían quemados en la actual glorieta de Ruiz Jiménez.

Coctelería en los sótanos de Santo Domingo.
Coctelería en los sótanos de Santo Domingo.

El historiador y periodista Padre de Répide menciona la vía en su libro Las calles de Madrid, que recoge artículos publicados en el diario La Libertad en 1921."Llámase también de la Inquisición, por haber estado en su casa número 4 la cárcel del Santo Oficio. Consérvase la casa de la Inquisición, donde estuvieron sus prisiones hasta 1820, en que ya fue suprimida, y debió estarlo desde el tiempo de José Bonaparte, que fue el primero en abolir el Santo Oficio".

Las mazmorras se pueden visitar hoy, aunque nada recuerda a sus antiguos moradores. El edificio fue derribado en 1869 y en el solar se construyó un hotel, el de Santo Domingo, cuyos sótanos albergan una moderna coctelería. "Pudieron ser los calabozos, o una despensa, no se sabe", afirma la portavoz del hotel para justificar que nada recuerde el hecho histórico. Hay otro resto del convento, un pozo, en el número 3 de la calle de Campomanes. Pero no se puede visitar porque forma parte de un edificio privado.

El último Consejo

Este caserón de la calle de Torija, junto al Senado, es uno de los pocos edificios de la Inquisición que se conservan. Se construyó para la institución, que hasta entonces solía aprovechar iglesias, conventos y monasterios para sus dependencias. Fue proyectado por Ventura Rodríguez y en él se instaló el Tribunal desde 1782 hasta su abolición en 1834. Cuando las tropas napoleónicas llegaron a la ciudad en 1808 abolieron la Inquisición. “El ejército francés entró en la sede del Consejo buscando riquezas, pero no encontró nada de eso. El rey había ido reduciendo su poder económico durante años”, cuenta José Martínez Millán. A finales del XIX, la mansión se convirtió en convento de las Hermanas Reparadoras. El Senado lo compró en 2008 para instalar parte de sus oficinas.

Plaza Mayor

Los pocos autos de fe que se realizaron en la recién estrenada capital del Reino se convirtieron en eventos espectaculares. Una pintura de Francisco Rizi, que puede verse en el Museo del Prado, muestra la grandiosidad del evento en una plaza completamente renovada por orden de Felipe II. "La Inquisición tenía que imponer respeto", apunta el historiador Juan Carlos González, dueño de Carpetania, una asociación que organiza rutas y visitas guiadas por Madrid. Los balcones se llenaban de gente para presenciar este acto, en el que estaban participaban la nobleza, el clero y el Estado, cuyos delegados se colocaban en las gradas según la jerarquía social, con los de mayor categoría arriba.

El rey se sentaba en la tribuna con su familia. A la izquierda, en la pintura de Rizi, se distingue el solio donde se colocaba en inquisidor general. Los reos esperaban en el centro. Si habían muerto o estaban huidos antes de ser juzgados, se les representaba con una estatua que llevaba una inscripción con sus delitos y una caja con sus huesos. El veredicto podía convertirles en penitenciados, que tras cumplir una condena se reconciliaban con la Iglesia, o en relajados, que eran condenados a muerte.

Aspecto actual de la glorieta de Ruiz Jiménez.
Aspecto actual de la glorieta de Ruiz Jiménez.Carlos Rosillo

Glorieta de Ruiz Jiménez

Los quemaderos se instalaban en las afueras "para que la ciudad no oliera a carne quemada", apunta González, de Carpetania. Aparte de en la glorieta de Ruiz Jiménez, que también se conoce como glorieta de San Bernardo, el otro quemadero estaba junto a la Puerta de Alcalá, entre las actuales calles de Claudio Coello, de Columela y de Conde de Aranda. En 1749 se construyó en ese punto una plaza de toros que funcionó hasta 1874.

Plaza de la Cruz Verde

"Toma el nombre del símbolo de la Inquisición que representa la cruz reverdecida frente a la cruz seca del pecado", apunta el catedrático. En la confluencia de las actuales calles de Segovia y de la Villa se encontraba este espacio en el que se llevaban a cabo autos de fe sin público que se conocían como autillos. "Uno de los más relevantes fue el que condenó en 1778 al escritor y político Pablo de Olavide. Allí no se aplicaba el garrote vil a los reos", termina Juan Carlos González de Carpetania.

Placa que señala la plaza de la Cruz Verde de Madrid.
Placa que señala la plaza de la Cruz Verde de Madrid.Jaime Villanueva

Ruta de la Inquisición en Sevilla

Esta noticia, patrocinada por Assassins Creed, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.

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