Río de Janeiro, en plena forma
A la espera de los Juegos Olímpicos, en agosto, la ciudad brasileña despliega sus encantos más sutiles. Nueve pistas de las que nos daría un buen amigo
La postal de Río de Janeiro se consolida como el cliché de las playas, la samba, el fútbol, el culto al cuerpo y la espontaneidad mientras la ciudad brasileña espera los Juegos Olímpicos (www.rio2016.com), del 5 al 21 de agosto de 2016. Pero una parte de los cariocas se rebelan discretamente contra su propio escaparate y la oferta cultural se amplía. En homenaje a esa transformación, recorremos algunos de esos lugares alternativos que también hacen de Río la Ciudad Maravillosa.
Las orillas más famosas del mundo en bici
(Desde Leblon hasta Copacabana)
Una de las costumbres más envidiables de los cariocas es su pasión por el deporte, que se ha traducido en todo tipo de instalaciones deportivas en primera línea de playa y kilométricos carriles bici que recorren los lugares más bonitos de Río. El Banco Itaú ofrece en alquiler unas bicicletas naranjas que pueden recogerse en varios puntos, pero es necesario registrarse antes en Internet (www.mobilicidade.com.br/bikerio.asp). Otra opción menos burocrática es irse al final de la playa de Leblon, donde está el señor Antonio, un anciano que alquila bicicletas a precios justos sin más contrato que la palabra. Saliendo desde Leblon un par de horas antes del atardecer, lo más divertido es pedalear por Ipanema y llegar, sin salir del carril bici, hasta Copacabana para, a la vuelta, parar en la playa de Arpoador y sentarse en la roca a contemplar la puesta de sol. Y como manda la tradición carioca, aplaudir el fin del día.
The Maze Inn
(Rua Tavares Bastos, 414. Catete. +55 21 25 58 55 47)
Una sesión de jazz en casa del periodista, pintor y músico británico Bob Nadkarni es uno de esos planes que distancian al viajero del turista. Convertido en posada de ocho habitaciones en 2005, las noches musicales de The Maze Inn se han popularizado en la ciudad y el primer viernes de cada mes Bob recibe hasta 800 personas. Lo más fácil para llegar es ir en taxi, pero quien quiera vivir la experiencia de merodear por una favela en calma puede bajarse en la Rua Bento Lisboa, esquina con la Tavares Bastos, y usar los medios de transporte local, furgonetillas o mototaxis.
Bar do Mineiro
(Rua Paschoal Carlos Magno, 99. Santa Teresa)
La pasión de los cariocas por este lugar, en la cima del barrio más bohemio de Río, le ha dado fama, y uno ya no puede ir a Santa Teresa sin darse un homenaje gastronómico en el Bar do Mineiro. Su dueño, de Minas Gerais, claro, ha conquistado a sus clientes con un ambiente folclórico, ruidoso e informal que invita a sentirte en casa. Las paredes están llenas de guiños a la cultura brasileña y hay una colección de marionetas que encarnan figuras como las de los músicos Cartola, Tim Maia o Carmen Miranda, que muchos querrían llevarse a casa. La elección estrella: el pastel de feijão (judía) y la feijoada. Consejo: llegue pronto y deje el nombre en la lista de espera para dar un paseo por el barrio mientras llega el turno de sentarse.
Tropicalia Discos
(Praça Olavo Bilac, 28. Sala 207. Centro)
La tienda de Tropicalia Discos propone una auténtica expedición musical. Puede ser el lugar donde aparezca aquel disco de jazz, bossa nova o tropicalia que andábamos buscando. Entre sus 30.000 ejemplares hay desde discos de umbanda (religión afrodescendente muy popular en Brasil) hasta bandas militares. Sus dueños son descubridores de rarezas y hay tocadiscos en el local para escucharlas. Para los amantes de los vinilos, pero también de lo viejo, fotos de época y antigüedades, la plaza XV de Novembro, en el centro, acoge todos los sábados a anticuarios y vendedores ambulantes que, a veces sin saberlo, venden pequeños tesoros.
Clube dos Democráticos
(Rua Riachuelo, 91. Centro)
Una noche en los Democráticos es una clase magistral de la samba y el forró. El local es viejo, muy tradicional, y no pretende conquistar por su decoración o limpieza, pero es uno de los mejores clubes para hacer algo fundamental en Río: bailar. Cerveza helada, bandas en directo y la hospitalidad carioca en la pista hacen el resto.
Pedra do Sal
(Rua Argemiro Bulcão, 1. Saúde)
El lugar era originalmente el punto de referencia cultural de un barrio de esclavos, una tradición recuperada por los cariocas con descendencia africana que celebran todos los lunes y viernes (a partir de las 19.00) el ritmo más respetado de Brasil. El ambiente es de absoluta pasión por la música. El cómo llegar es la pega principal para los turistas, pero nada que no solucione un taxi por menos de 10 euros.
Museo de Imagen y Sonido
(Avenida Atlântica, 3432. Copacabana)
Con un considerable retraso, la nueva sede del Museo de Imagen y Sonido promete abrir antes de los Juegos Olímpicos frente al paseo marítimo de Copacabana. Es un lugar inusual para un museo, y un regalo para los turistas que aprovechen la visita para almorzar en el restaurante panorámico o tomarse un café con vistas al océano. Un privilegio que de otra manera solo se tiene desde los carísimos apartamentos en primera línea. Una jornada en este museo interactivo, donde habrá cine, teatro y hasta discoteca, puede considerarse una inmersión intensiva de conocimiento sobre la ciudad, meca internacional del hedonismo, pero poliédrica en clases, culturas y orígenes. Su curador Hugo Sukman lo resume así: “Tal vez sea el primer museo en Brasil sobre algo tan aparentemente abstracto: las maneras de un pueblo y una ciudad”.
Adega Pérola
(Rua Siqueira Campos, 138. Copacabana)
La Adega (bodega) Pérola es lo que llamaríamos un bar de toda la vida. Famoso por sus casi cien variedades de tapas, españolas y portuguesas, y la veintena de tipos de cachaza y vinos, el local despierta pasiones. La taberna estuvo a punto de cerrar en 2010 tras la muerte del último de sus dueños, pero tres clientes la compraron y la mantienen casi como el original. La comida, con variedad de pescados, es excelente, y el precio, justo.
Excursión a la favela
Algunas favelas de Río de Janeiro se han convertido en polo de atracción turística en los últimos años. Tras la expulsión, de éxito discutible, de los narcos de algunas comunidades, la economía del turismo ha comenzado a florecer. Es recomendable la visita de Vidigal, a menos de dos kilómetros de la playa de Leblon, en la ladera de la montaña de Dois Irmãos, con vistas maravillosas de la playa de Ipanema de la ciudad. La excursión hasta lo más alto del morro, unas dos horas de caminata, puede hacerse solo o con un guía local. En Facebook, al buscar "trilha Dois Irmãos", hay varios grupos que organizan la subida; el más conocido es https://www.facebook.com/Trilhadoisirmaos.
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