Monstruo solicita visitantes
Memphré, legendaria criatura del lago Memphrémagog (Quebec), es la versión canadiense del famoso plesiosaurio del Lago Ness
La leyenda del monstruo del lago Ness tiene su réplica a 142 kilómetros de Montreal, en Canadá. Al igual que en el caso escocés, las aguas del lago Memphrémagog han dado lugar a historias que sugieren que allí habita un plesiosaurio, según unos, o una serpiente gigante con cabeza de caballo, según otros. A pesar de que no existen registros fotográficos o en vídeo que hayan documentado el cuerpo de la criatura, el mito de otro monstruo del lago no ha dejado de crecer.
Magog es una pequeña ciudad ubicada en la región quebequense de Estrie. Comparte con Vermont (Estado Unidos) el fronterizo lago Memphrémagog, de 52 kilómetros de largo, y hogar del supuesto monstruo. Al llegar a Magog, uno queda sorprendido por la pulcritud de sus calles y por la gentileza de sus habitantes. Es el lado ordenado y bonachón de Canadá, pero la curiosidad puede más que todo: hay que correr al lago para ver si Memphré ha decidido asomar la cabeza. Algo se mueve a lo lejos. Profunda decepción: es la rama de un arce que flota con placidez.
En el territorio que ocupa actualmente la provincia canadiense de Quebec, diversos grupos étnicos han vivido desde hace miles de años. Los primeros exploradores franceses que se adentraron en lo que hoy es Magog recibieron, al llegar, un consejo de los miembros del pueblo amenaki: jamás bañarse en las aguas de Memphrémagog, infestadas de serpientes gigantes. De hecho, el rito de iniciación de la tribu para que los jóvenes transitaran a la edad adulta consistía en zambullirse en el lago durante algunos minutos para probar su valentía.
En 1816, Ralph Merry (hijo del primer europeo establecido en Magog) escribió en su diario los testimonios de ocho personas que afirmaban haber visto a la criatura, que superaba en dimensiones a una vaca. A finales del mismo siglo, la prensa de la época informaba de distintos avistamientos por parte de residentes cercanos al lago. Aseguraban que un animal de más de cuatro metros de longitud y de rugosa piel se acercaba a la orilla por las noches.
Las apariciones del monstruo aumentaron considerablemente a partir de los años 60 del siglo pasado. En 1961 se dio uno de los avistamientos más detallados de Memphré: dos pescadores observaron durante casi un minuto a una bestia negra salida de la parte más profunda del lago; medía unos ocho metros de la cola a la cabeza y emitía un ruido muy extraño. El último encuentro con un ser humano tuvo lugar en mayo de 2003. Desde esa fecha, el monstruo no ha vuelto a aparecer. ¿Habrá decidido camuflarse mejor?
215 avistamientos
Al leer los testimonios es fácil percatarse que, con el tiempo, Memphré ha aumentado de tamaño. Resulta inevitable asociar esta progresión con los vídeos de ovnis y extraterrestres. Las grabaciones de los años 50 muestran a rudimentarios platillos voladores y a alienígenas con músculos de gomaespuma. Actualmente, los avistamientos que llegan a ser filmados exhiben a naves multicolores y marcianos mejor diseñados y fabricados. La tecnología terrícola avanza a pasos agigantados, de la misma forma que los mitos ganan volumen como las bolas de nieve ladera abajo.
En total, se han documentado 215 avistamientos del monstruo. Este recuento fue el resultado del trabajo minucioso y apasionado de Jacques Boisvert. Exitoso empresario y aficionado al buceo, Boisvert fue la persona que bautizó a Memphré para distinguirlo de otras criaturas en el abultado almanaque canadiense de seres misteriosos. A principios de los años 60, Boisvert se sumergió por todas las zonas del lago, recuperando cientos de vestigios de los pueblos que habitaban la región antes de la llegada de los europeos. A mediados de los años 70, tras escuchar diversos testimonios, despertó su interés por el monstruo y comenzó a recopilar documentos relacionados con Memphré hasta lograr un archivo sorprendente, donado a la Sociedad de Historia de Magog después del fallecimiento de Boisvert en 2006.
Pierre Rastoul, actualmente el coordinador de esta sociedad, señala que el trabajo de Boisvert es de gran importancia ya que va más allá de la existencia de Memphré. “El archivo que nos legó contiene abundante información sobre los primeros pobladores de la zona, la riqueza cultural de nuestra ciudad y los cambios que ha experimentado el lago a través de los siglos”, comenta Rastoul.
Después de la muerte de Jacques Boisvert, la defensa de la existencia del monstruo ha disminuido considerablemente, y en Vermont, vertiente estadounidense del lago, apenas ha tenido cobertura mediática. Boisvert registró, no obstante, el nombre Memphré con fines comerciales y sus herederos lo vendieron hace poco tiempo a un empresario, aunque el único producto actualmente disponible es un muñeco de peluche que puede adquirirse en la Oficina de Turismo de Magog a cambio de nueve dólares canadienses.
Además del muñeco, las autoridades de esta población han tratado desde hace algunos años de incluir a Memphré en la promoción turística de la zona. Por ejemplo, construyendo un mirador a orillas del lago para observar a criaturas acuáticas no identificadas. En 2013 se inauguró una escultura del monstruo de 15 metros de largo y desde hace más de una década la Galería de Magog expone en verano una colección de pinturas inspiradas en Memphré, realizadas por artistas locales.
Alain Yvon, portavoz de la Oficina de turismo de Magog, reconoce que algunas personas visitan la zona al sentir curiosidad por la criatura, pero no son tantas. La región cuenta con otros atractivos turísticos, como pistas de esquí muy apreciadas por montrealenses y estadounidenses, vela y pesca durante el verano y bosques idóneos para largas caminatas. Incluso un teleférico que permite elevarse a cientos de metros y cuya majestuosa panorámica deja sin aliento a cualquiera.
Más allá de intenciones económicas y, sobre todo, de creencias en lo sobrenatural, el monstruo de Memphrémagog es un ejemplo más de la riqueza cultural canadiense, específicamente en lo relacionado con la tradición oral fantástica. Hay muchos más ejemplos, como el Cerdo Azul de Saguenay, el Yeti canadiense o el Wendigo, el hombre-bestia de los relatos algonquinos.
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