Momento mágico en Queen’s Wharf
El histórico muelle de Auckland se ha transformado en uno de los lugares más atractivos de la ciudad neozelandesa para turistas y residentes
Auckland es una ciudad desconcertante. Contradictoria. Quizás un poco cara para los turistas, pero no tanto para los residentes, ya que el salario mínimo es bastante alto y la tasa de desempleo alcanza solamente el 6,2%. Alejada del bullicio y la vida nocturna de cualquier gran ciudad del planeta, es, no obstante, la tercera ciudad con mejor calidad de vida del mundo según el prestigioso ránking de Mercer 2014, por detrás de Viena y Zúrich. Compleja (y hasta molesta) meteorológicamente, porque el impredecible clima obliga a llevar una chaqueta aunque el día amanezca con 30 grados, está repleta, a cambio, de lugares mágicos.
Así parece haber sido pensado Queen's Wharf, un lugar único, en el centro de la ciudad, y de obligado paseo. Este muelle, el más importante de Auckland, acumula infinidad de historias desde 1850, cuando la autoridad portuaria de Auckland decidió construirlo. Entre 1909 y 1913 fue remozado –se adentró unos metros más hacia el Pacífico– y comenzó a ser conocido como Bahía Comercial, aunque la actividad portuaria se fue trasladando paulatinamente hacia el nuevo puerto (muy cerca de Queens Wharf) y el muelle quedó en desuso. Finalmente, en 2009, el ayuntamiento de Auckland compró el terreno y lo convirtió en lo que es hoy.
Mirador de película
Al frente, puedes ver tres pequeñas islas donde viven miles de aucklanders que se trasladan a la ciudad en ferry, sorteando botes y veleros en su camino. La postal ya es hermosa y se complementa de manera perfecta con el viento, que, a veces suave y otras furioso, se hace presente en el muelle y para disfrute de las bandadas de gaviotas que revolotean con las características nubes de Auckland de fondo.
Cuando el sol comienza a esconderse y su luz dorada cae sobre la ciudad llega el momento mágico en el mirador de Queen's Wharf. Decenas de personas los disfrutan paseando o sentados en algunos de los bancos especialmente dispuestos para ello, mezclados con solitarios pescadores o familias completas haciéndose fotos. El instante más evocador llega cuando el sol se posa tras el Harbour Bridge, el puente más importante de la ciudad, que conecta el centro con North Shore, dando paso a la noche. Y en ese momento se ilumina por completo el edificio que está justo a tu espalda.
The Cloud
The Cloud es un edificio alargado, de casi 180 metros, con forma de gusano y capacidad para cinco mil personas. Fue construido en 2011 para albergar actividades relacionadas con el Mundial de Rugby de Nueva Zelanda. Ya sabemos que los All Blacks son una religión en Nueva Zelanda, así que si hay que levantar un edificio en su nombre, se levanta. Por las noches, el exterior de la enorme estructura se ilumina de un púrpura fluorescente y va cambiando de color a medida que transcurren las horas para convertirse en uno de los escenarios nocturnos más vistosos de la ciudad. Por el día, el edificio es un espacio público de esparcimiento que suele acoger exposiciones o eventos para la comunidad, generalmente gratuitos. A su lado, en contraste, se encuentra uno de los edificios más antiguos de la zona.
Shed 10
Antigua barraca de lata, oxidada y desgastada, el ya remodelado Shed 10 es la única construcción original del antiguo puerto de Auckland, de gran importancia histórica para la ciudad (fue declarado Monumento Histórico de Nueva Zelanda). Alrededor de 1910 eran cinco las bodegas de carga como esta que estaban en funcionamiento, pero solo Shed 10 sobrevivió al paso de los años. Por supuesto, actualmente goza de un trato más amable, ya que se dedica a albergar eventos artísticos y a recibir a los pasajeros provenientes de grandes cruceros que pasan por la ciudad.
Caminando por la zona, a unos 200 metros de distancia se puede contemplar el maravilloso panorama acuático de Princes Wharf, un muelle casi del mismo tamaño que se caracteriza por albergar al imponente Hotel Hilton. Y frente a él se encuentra el Viaduct Harbour, un increíble lugar donde atracan los más despampanantes barcos y yates, rodeados de lujosos apartamentos, restaurantes y el Museo Nacional Marítimo de Nueva Zelanda.
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