El autógrafo de Fellini

El showman que tituló uno de sus mayores éxitos musicales y televisivos Viaje con nosotros es un viajero apasionado, pero no especialmente dado a la aventura. Prefiere repetir en los destinos conocidos y darse a la mitomanía cinéfila y literaria. Javier Gurruchaga, cantante y actor que tiene en cartel en el teatro La Latina la comedia de Aristófanes Pluto,dirigida por Magüi Mira, se deja caer mucho por Londres y París, pero siente algo especial por Roma. Le gusta ir en otoño, cuando la ciudad, dice, “tiene un encanto especial”.

¿Por dónde pasa su ruta romana?

Por las plazas Navona, Spagna, y sobre todo por los escenarios de las películas de Fellini, de Rossellini, de Totò... Algunas veces me alojo en el hotel donde rodaron Dos semanas en otra ciudad, de Vincente Minnelli. Y hay un local que siempre frecuento, el Caffè Rocco, donde se reunían los escritores y los pintores en el siglo XVIII y está todo lleno de caricaturas. Es encantador. Creo que la última vez que estuve allí fue hace ya diez años, mientras preparaba un documental sobre Pasolini, pero fue otro viaje que hice solo en 1989 el que recuerdo con más cariño.

¿Por qué? ¿Qué pasó?

Pues estaba yo buscando carteles de Anna Magnani en una pequeña librería que estaba entre la Piazza Navona y la Piazza del Popolo y de repente levanto la vista y veo a un señor que resultó ser Federico Fellini. No pude contenerme y le pedí un autógrafo. Me firmó el guion de Ginger y Fred. Fue encantador y me despedí de él deseándole “mucha fortuna”. El maestro vivía por allí y mucha gente todavía le recuerda en los sitios en los que solía comer y comprar.

¡Vaya! Difícil de superar.

Pues sí, pero justo al año siguiente volví, también solo, y me encontré en plena calle con Francis Ford Coppola, buscando localizaciones para El Padrino III. A él ya no le pedí autógrafo. Mi fanatismo no llega a tanto.

Dígame un último escenario cinéfilo.

La estación de Termini, que salía en aquella gran película con Montgomery Clift y Jennifer Jones. A mí me encantan las estaciones en general y ésta en particular. Suelo tomar el tren allí para viajar hasta Milán, Florencia o Bolonia. Los trenes italianos son fantásticos y sirven un café buenísimo.

¿Y el campo?

El campo, para verlo desde el tren.

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