340 especies para un cielo extremeño
Garcillas bueyeras en el embalse de Orellana y cigüeñas negras en Las Villuercas. Los oteaderos de Extremadura ofrecen un fabuloso espectáculo para los amantes del 'birding'
Recorrer los montes y dehesas de Extremadura en cualquiera de las estaciones del año supone encontrarse con la mayor diversidad faunística de Europa. Y si dicen los expertos que la península ibérica es la reserva ornitológica de Europa, Extremadura, sin lugar a dudas, se considera su región más preciada.
La región ha sabido mantener un equilibrio casi perfecto entre los recursos naturales explotados por el hombre y las necesidades silvestres de la rica población de avifauna. Las dehesas, la rotación de cultivos de secano y la ganadería extensiva son algunos de estos ancestrales sistemas de explotación que han contribuido al sostenimiento de esta armonía.
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Su interés ornitológico radica en el gran número de especies inventariadas, que ronda las 340, de las que 228 se consideran nidificantes habituales. Pero además, posee algunas de las poblaciones mejor conservadas de aves en peligro de extinción. Las cuidadas dehesas de encinas y alcornoques y las solitarias estepas se han convertido en el reducto preferido para aves tan singulares como la cigüeña negra, el águila imperial, el buitre negro, la avutarda, el cernícalo primilla o el águila-azor perdicera. Según el inventario realizado por SEO/BirdLife, las tres cuartas partes de la superficie de Cáceres y Badajoz se consideran de importancia internacional para las aves. Más de 20.000 viajeros eligen Extremadura como destino para sus vacaciones ornitológicas, de los que el número de birdwatchers internacionales aumenta cada año.
La época de invernada, por la cantidad ingente de especies que eligen estos predios para resguardarse del frío, y la temporada de cría en primavera son los momentos del año más agradecidos para la observación de aves en Extremadura. La Red de Espacios Protegidos de Extremadura mejora cada año las infraestructuras dedicadas a la práctica de los birdwatchers, con la colocación de observatorios, torretas y hides, y la señalización de nuevas rutas ornitológicas.
Entre las sierras, montes, dehesas y aguazales por donde proliferan las especies más singulares de esta tierra, destacan estos siete parajes de excepcional belleza:
1. Parque Nacional de Monfragüe
Mientras el río Tajo cruza la provincia de Cáceres, entre las laderas del puerto de Miravete y su encuentro con el río Tietar, las vegas fluviales y los montes aledaños crean uno de los parajes más excepcionales de la Península.
Un territorio estirado a lo largo de las orillas del río y delimitado por dos sierras paralelas, Serrejón y Corchuelas, donde se refugian especies de flora y fauna de las más singulares de la geografía ibérica. Su vegetación está formada por encinas y acebuches, con un denso matorral de jara en las zonas de solana; mientras en las umbrías medran los alcornoques, quejigos, madroños y brezos. Al cobijo de este edén mediterráneo campan gran número de mamíferos y reptiles, pero la mayor importancia faunística radica en sus poblaciones de aves, con el buitre negro, el águila imperial y la cigüeña negra como protagonistas, junto a alimoches, elanios azules, halcones, cernícalos, golondrinas dáuricas y muchos otros.
2. Sierra de San Pedro
Las dehesas de la Sierra de San Pedro, en el corazón de Extremadura, son parte de esos campos generosos que cada invierno cobijan a cientos de miles de aves procedentes del norte de Europa. A las renombradas grullas se suman miles de palomas torcaces, milanos, abubillas, rabilargos, estorninos y un sin fin de pájaros inmigrantes.
Encinares y alcornocales envueltos entre espesos jarales forman un tapiz continuo de más de cien mil hectáreas, sobre pequeñas lomas, en el último tramo de la cordillera Oretana. Un hospitalario refugio invernal para muchos, pero también un monte próvido para los de casa: aquí planean al viento las grandes rapaces imperiales y reales y los gigantescos necrófagos negros y leonados. Los escondrijos naturales de estos solitarios serrijones albergar abundantes poblaciones de jabalíes y venados, que mantienen en esta zona una ancestral tradición cinegética.
3. Comarca de La Serena
La mayor estepa sin cultivar de Europa extiende sus campos ondulados entre las aguas del río Zújar y las sierras y terruños de Hornachos y Azuaga, con más de 100.000 hectáreas de pastizales. Desarbolada y abierta, fue uno de los principales destinos de la trashumancia de ovejas merinas durante muchos siglos. Con paso del tiempo y el abandono de estos parajes, la comarca se ha convertido en el mejor refugio de aves esteparias de España. Avutardas, sisones, alcaravanes, canasteras, gangas, aguiluchos cenizos y calandrias, comparten los rasos con las ovejas. El alto del puerto Mejoral, en la sierra de Tiros, es uno de los mejores miradores de toda la comarca, pero para encontrarse con la fauna esteparia hay que recorrer los caminos y cordeles, como el que sale de la ermita de Belén, en Almorchón, y traspone la llanura por la mina Peña Lobosa.
4. Embalses de Orellana y García Sola
El cauce del río Guadiana se embalsa entre un rosario de grandes presas al noreste de Badajoz, para dar forma al mar de agua dulce más grande de la Península. En las orillas del embalse de García Sola, los farallones de cuarzo de Puerto Peña y la sierra de los Golondrinos dejan caer sus riscos inaccesibles sobre las aguas, habitados por buitres leonados, cigüeñas negras, águilas reales, alimoches y búhos reales. Otro espectáculo inolvidable es la colonia de garcillas bueyeras, con más de 2.000 parejas, que se asienta en los tarajes junto al Canal de las Dehesas, en la cola del embalse de Orellana. Pero el gran acontecimiento invernal de la zona son las idas y venidas de los bandos de grullas, entre las dehesas de la sierra de Pela y sus dormideros a orillas del embalse de Orellana. El Centro de Interpretación dedicado a las grullas de Moheda Alta, en Navalvillar de Pela, recoge toda la información sobre estas aves.
5. Parque natural de Cornalvo
Arropando una monumental obra hidráulica construida hace mil ochocientos años por el emperador romano Trajano, se ubica uno de los parques naturales más sorprendentes de la comarca. El hábitat natural creado entre los ríos Aljucén y Albarregas, que vierten sus aguas al embalse de Cornalvo, compone las 10.750 hectáreas que abarca este espacio natural dominado por encinas, alcornoques, brezos y madroños. Estos campos amparan un total de 220 especies de vertebrados, entre aves, mamíferos, anfibios, peces y reptiles, entre los que destacan aves emblemáticas como la cigüeña negra, águila imperial, elanio azul, buitre negro y águila culebrera. El embalse sirve de invernadero a varios miles de anátidas y fochas y las dehesas de alrededor acogen cada año a nutridos rebaños de grullas.
6. Las Villuercas
El cálido y profundo olor de jaras y brezos es una de las primeras sensaciones que embriaga al visitante de Las Villuercas, comarca situada en el sureste de Cáceres que tiene como principal centro de atracción la localidad de Guadalupe, donde se alza el monasterio franciscano del mismo nombre, centro de peregrinaje de los extremeños.
Una comarca montañosa que combina la suavidad y redondez de sus elevaciones con numerosos y encrespados paredones rocosos, convertidos en buitreras. En las laderas montanas sobresalen las dehesas de encina y alcornoque, junto con apretados bosques de robles, castaños y pinos, mientras en los ribazos de ríos como el Ruecas, Almonte, Guadarranque o Guadalupejo, se alinean bosquetes de chopos, sauces y fresnos. Una tierra vieja y despoblada convertida en santuario para todas las rapaces ibéricas, tanto diurnas como nocturnas, que ofrece también al observador de aves el encuentro con la escasísima cigüeña negra.
7. Dehesas de Jerez de los Caballeros
La mejor y más extensa dehesa de la Península Ibérica extiende sus encinares por todo el sur de la provincia de Badajoz, donde este especial ecosistema encuentra su mayor desarrollo en un amplio paisaje de suaves elevaciones alomadas. Un bosque modelado por la mano humana, que sustenta al ganado doméstico, con el cerdo ibérico como especie más relevante. Pero la mayor diversidad se muestra entre los pobladores silvestres, de hecho este es uno de los ecosistemas más valiosos por su capacidad de acogida para la fauna salvaje. Las aves más típicas de las dehesas forman en estos lares bandos invernales de miles de ejemplares, como las palomas torcaces y las tórtolas, junto a abubillas, rabilargos y totovías.
Cruzando estas extensas ondulaciones encinadas se haya el río Alcarrache, una vena de aguas limpias declarada Corredor Ecológico en su trayecto hacia la frontera portuguesa, donde se pueden observar cigüeñas negras, garzcillas, martines pescadores y grullas.
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