‘Jangadas’ de camino a la gran duna
En Jericoacoara, paraíso brasileño para mochileros desde hace tres décadas, las tradicionales barcas de pesca sirven más para hacer fotos bonitas al atardecer que para salir a faenar
Hace más de 30 años que los mochileros descubrieron Jericoacoara, una pequeña aldea de pescadores de difícil acceso y nombre en el Estado brasileño de Ceará, a cuatro horas por carretera de la capital, Fortaleza. El boca a boca y las guías Lonely Planet se hicieron lenguas de la calidad y fuerza de sus vientos, atrayendo a aficionados al surf, al kitesurf y al windsurf de todo el mundo. Hoy en Jericoacoara sigue habiendo pescadores, pero las jangadas, las barcas multicolores de vela triangular que aparecen en la foto, sirven más para hacer fotos bonitas al atardecer, de camino a la duna más alta para ver la puesta de sol, que para salir a faenar. Por el momento, el acceso al pueblo se sigue haciendo en todoterreno o en buggy, desde Jijoca de Tijuca, el último pueblo al que llega la carretera.
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