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VIAJEROS URBANOS

Perderse en el mercado de Malangalanga

El centro del comercio de Lilongüe es un laberinto de calles estrechas rebosantes de colores y olores

El mercado de Malangalanga es el foco comercial de la ciudad de Lilongüe. Situado estratégicamente junto a la estación de autobuses, el mercado se abastece cada mañana del género que llega a la capital de Malaui. Apenas si se pueden ver un par de camiones de mercancías ya que todo se transporta en minibuses y camionetas particulares desde las distintas regiones del país.

Hace 52 años, F.K. Mdayamba asentó su puesto en este espacio, ubicado en el corazón del Área 2. Desde entonces, ha visto pasar el tiempo entre sus canastas repletas de legumbres hasta convertirse en el presidente del mercado. Sonriente, conoce qué ocurre en cada rincón del mercado e intenta velar por el bienestar de todos los trabajadores. A las 6:30 de la mañana, Mdayamba ya está sentado en su puesto mientras el mercado se pone en marcha encarando un nuevo día de ajetreo. El género se amontona en cestas de paja, cajas de madera y sacos de lona. Los tenderos escogen sus productos antes de comenzar el ritual de limpiarlos con agua, ordenarlos y ponerlos presentables para la venta.

Construido a principios de los 60, el mercado ha ido creciendo hasta convertirse en el centro del comercio de Lilongüe; alrededor del propio mercado se han creado paseíllos de tenderetes y vendedores ambulantes. Una vez en el interior del recinto comienza la aventura para no perderse. El mercado de Malangalanga se parece a una judería. Calles estrechas, laberínticas y dispuestas en círculos concéntricos. Cada sector pertenece a una categoría de productos con sus respectivos encargados de sección: verduras y frutas, pescado fresco y pescado seco, carnes y cosméticos. El mercado también cuenta con puestos de reparaciones de coches y bicicletas, ferreterías, cacharrerías, libros y productos de aseo y del hogar.

En el extremo más cercano a la estación de autobuses, un edificio arqueado da cabida a la montonera de zapatos, camisas, trajes, vestidos y camisetas de segunda mano. La mayoría de la ropa proviene de los países occidentales que mediante organizaciones caritativas donan todo tipo de prendas. Estas son vendidas a bajo coste y revendidas en distintos puntos de la ciudad. Un ejemplo de ello es el enorme mercado de ropa usada a tan solo unos minutos a pie de Malangalanga.

Este espacio de recreo abierto todos los días, es uno de los mejores lugares para conocer la ciudad y sus gentes debido a que es toda una manifestación de la vida popular de Lilongüe. Al recorrer el mercado, el visitante se sumerge en la sociedad malauí y en su rudimentario sistema económico. Es una oportunidad para el regateo a pesar de que el kilo de tomates no supere los 25 céntimos, de practicar la lengua local, el chichewa, y de probar la nsima con verduras, pollo y patatas fritas.

El mercado de Malangalanga se distancia de los grandes supermercados y comercios indios y chinos que se asientan en el centro de la ciudad. Es un lugar de reunión para comerciantes legales e ilegales, el paraíso de lo fresco y la mezcolanza de colores y olores. Es el espejo perpetuado del comercio medieval, una vuelta al pasado para el viajero que busca lo genuino y sobre todo lo malauí.

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