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Rutas urbanas

Buenos Aires, versión Juan Gatti

El artista plástico argentino, uno de los padres de la modernidad porteña (y madrileña), nos guía por la ciudad que sobrevive a todos los estereotipos

Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.
Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.Dan Hallman

Ocho años estuvo sin pisar su Argentina natal. Un poco menos de lo que duraron los dos mandatos de Carlos Menem en la presidencia de la república (1989-1999). Gatti creía que el Buenos Aires de aquel al que apodaron El Turco se estaba transformando “en un Miami de cuarta”, y para entonces su ciudad de acogida desde 1981, Madrid, ya había convertido a este diseñador y fotógrafo porteño en un mito superviviente de la movida. Él fue el director artístico de CBS que ideó la imagen de Mecano, Alaska y Miguel Bosé, amén de la identidad gráfica de tantas películas de Almodóvar. El mismo que antes de seducir al underground español había aterrizado en el Nueva York de los setenta a tiempo para documentar cómo el hilo de la modernidad abandonaba el disco de Studio 54 para abrazar el punk de la sala CBGB.

Juan Gatti en su retrospectiva del museo Eduardo Sívori, en Buenos Aires.
Juan Gatti en su retrospectiva del museo Eduardo Sívori, en Buenos Aires.Manuel Balut

Siempre tuvo el instinto para dar de bruces en el lugar adecuado, aunque él más bien lo achaque a la suerte. “O a los vasos comunicantes”, corrige, sentado en el gran salón acristalado de la tercera vivienda en la que ha residido en Buenos Aires. Un espacio diáfano, estiloso y veladamente burgués al que el artista solía acudir exclusivamente de vacaciones —“me encanta venir aquí para no hacer nada”—, hasta que el mes pasado inauguró Contraluz. Así se llama la antología, la primera que presenta en Argentina, de sus más de cuatro décadas de obra plástica (hasta el 17 de marzo en el Museo Eduardo Sívori; avenida de la Infanta Isabel, 555).

Juan Oreste Gatti nació en 1950 en “el barrio” de Quilmes. Técnicamente, una ciudad al sur del gran Buenos Aires, de las más viejas de la provincia, célebre por la cerveza que produce bajo el mismo nombre. Hijo único, cuando tenía 12 años sus padres le sacaron de un colegio de curas para mudarse a Mar del Plata, donde cuenta que le expulsaban de todas las escuelas. Hasta que su madre le matriculó en bellas artes y, tras cumplir la mayoría de edad, se emancipó y regresó a Buenos Aires. Llegó a tiempo para vivir los estertores del mítico Instituto Di Tella, semillero de las vanguardias del teatro, la música y la pintura argentinas, y que el Gobierno de facto de Juan Carlos Onganía combatió duramente hasta su clausura en 1970.

La generación Di Tella, gente fabulosa, fraguó la primera cultura de la modernidad de este país, y pasados los años también protagonizó una diáspora a la que yo mismo me acabaría adhiriendo”, dice sin atisbo de nostalgia. Pero a finales de los sesenta, antes de arrancar su peregrinaje intercontinental, Gatti se instalaría en el emblemático barrio de San Telmo, el más pequeño y quizá más viejo de la ciudad. El de los caserones coloniales, el tango y el candombe para turistas, “justo cuando pasaba de ser un barrio popular a uno guay, como cuando Chueca se transformó en Chueca”. Allí se ganaría la vida ilustrando en revistas y periódicos. “Fue el momento en que el Mercado de San Telmo [ubicado en las calles de Defensa, Carlos Calvo y Bolívar] empezaba a ser invadido por anticuarios que todavía hoy conviven con el verdulero y el carnicero. Sigue siendo uno de los sitios de visita obligada”.

La tienda del diseñador Pablo Ramírez.
La tienda del diseñador Pablo Ramírez.

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Pablo Ramírez (Peru, 587), “el mejor diseñador de Argentina”, decreta Gatti sin miramientos, tiene su tienda a pocas manzanas. El modista, que trabaja en el taller situado en el sótano de su boutique rodeado de colaboradores estrictamente uniformados, fue amadrinado por Isabella Blow, la misma que descubrió a Alexander McQueen, y ha vestido con sus diseños minimalistas al quién es quién del star system local. La colección que cuelga en sus perchas, en religiosos blanco o negro, mezcla la sobriedad de los japoneses y el rigor belga con un contenido sentido del glamour, en las antípodas de los estereotipos latinoamericanos que con tanta vagancia abundan en la percepción europea.

Instalación 'Flying books', de Christian Boltanski, en el Centro Nacional de la Música de Buenos Aires.
Instalación 'Flying books', de Christian Boltanski, en el Centro Nacional de la Música de Buenos Aires.Lucas Arraut

A pocos metros de allí, agrega Gatti, se encuentra el Centro Nacional de la Música (México, 564), antigua Biblioteca Nacional, cuyo director fue Borges. Según el diseñador, uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura academicista del siglo XIX, un extraño pastiche de columnas corintias, estudiantes de danza y el fotogénico deterioro del distrito que contrasta con los tunantes callejeros que pululan ante su fachada. “El plan perfecto es acabar la jornada comiendo, a un par de cuadras de allí, colita de cuadril [una pieza sin hueso del cuarto trasero de la res] con papas al romero en La Gran Parrilla del Plata” (Chile, 594). Y advierte: “Es necesario encargarla por adelantado, porque se demora 60 minutos”.

El rastro de la ‘generación Di Tella’

En línea con la muletilla warholiana que asegura que quien se acuerda demasiado de los setenta es que quizá no los viviera, el diseñador recuerda solo lo justo de los años locos del Di Tella. Tan idealizados e imprecisamente invocados en el imaginario de su país, quizá, como lo sería la posterior movida madrileña en España. La diferencia entre ambos movimientos, resume, “es que aquí sabían tocar, y los españoles, más inconscientes, subían al escenario sin haber agarrado una guitarra en su vida”.

PLANETARIO GALILEO GALILEI Ciencia ficción rioplatense

Tras una reforma inaugurada hace unas semanas, esta deslumbrante cúpula semiesférica de los años sesenta alberga una de las salas más punteras de su género. Allí se proyecta hasta el 21 de enero la película Contraluz, sound + vision, un viaje psicodélico al imaginario menos comercial de Gatti, donde se inflitra algún desnudo tímido que otros países más timoratos no habrían colado como apto para menores. "Es la primera vez que se emplea una de estas pantallas, frecuentadas por escolares, con un propósito artístico", revela el autor. Además, alberga una roca lunar que le regaló Richard Nixon a la ciudad, amén de un meteorito metálico encontrado en 1965, que yace sobre la explanada de acceso y rubrica el aura de ciencia ficción del lugar (www.planetario.gov.ar).

Un encuentro a finales de los sesenta con el legendario Jorge Álvarez (una institución discográfica argentina que una década después produciría los dos primeros discos de Mecano y crearía Olé Olé) convirtió a Juan Gatti en algo así como el director creativo del incipiente movimiento del llamado rock nacional argentino: un fenómeno espoleado por la opresión militar de los sesenta que se haría de masas en los ochenta (posiblemente Argentina fue, tras Estados Unidos y Reino Unido, el primer país que consolidó un rock de identidad propia). Mientras Massiel ganaba en Londres el primer festival de Eurovisión para la pacata España franquista, la efervescente modernidad bonaerense vivía su particular eclosión, y Gatti la plasmaba en dos dimensiones, ideando las portadas de discos de futuras leyendas como La PesadaLuis Alberto Spinetta o Norberto Pappo Napolitano, así como su vestuario e iconografía. “Casi todos los locales alrededor de la calle Florida que aglutinaban la energía del momento han sido sustituidos por cosas para turistas: un horror”. Con todo, hace seis años el diseñador se hizo con el piso en el que tiene lugar esta charla en el céntrico barrio de Retiro, el corazón del mapa de la generación Di Tella. “Fue por una cuestión sentimental”, se justifica.

LIBRERÍA POEMA 20 Viejos afiches en el barrio de Retiro

A pocas calles de donde vive Gatti se encuentra Poema 20 (Esmeralda, 869), la librería de viejo favorita del diseñador, especializada en fotografía antigua. "Me encantan sus joyas de los años treinta y cuarenta, y me interesan menos otras piezas sobre los padres de la patria, los gauchos o, pongamos, la masonería en el Río de la Plata, que también tienen su público", explica. "Como todo el mundo sabe, odio el folclor, todos los folclores del mundo. Pero Dirán Sirinian, quien la regenta, tiene una colección extraordinaria y un gusto exquisito". Entre los muros azules de su coqueto local, Sirinian muestra un CD que le grabó Gatti (con canciones de Röyksopp, Goldfrapp y Superpitcher, y una carátula con una imagen de Winston Churchill sobre la leyenda Música 20) y explica cómo rastrea domicilios particulares de toda Latinoamérica en busca de rarezas que sacien a los "abogados coleccionistas de crónicas de viajes" y a los eruditos de las vanguardias que tiene como clientes. Sin embargo, razona, su línea de especialización (soportes originales en gelatina de plata, libros fotográficos y afiches) "no alcanza para sostener una librería en Buenos Aires como sí ocurre en Madrid o Barcelona; de ahí que me haya diversificado".

De aquello solo sigue en pie el Florida Garden (Florida, 899), sito junto al que fuera el edificio de Harrod’s, para muchos símbolo rioplatense de todo lo que pudo ser y no fue (la primera y única sucursal de la cadena de grandes almacenes fuera de Reino Unido abrió en 1914 y cerró en 1998, pero su logotipo es aún plenamente visible). “Todos los días me tomo un cortado y una media luna mini en el Florida, a modo de ritual. En los setenta, allí se gestaban, entre las siete y las ocho de la tarde, contactos amorosos, colecciones de ropa y lanzamientos discográficos. No había papeles, no se firmaba nada”. Hoy este “bar notable” alberga entre sus muros revestidos de mármol travertino uno de los servicios de té con más solera de la ciudad, donde la torta mousse de chocolate (30 pesos, casi 5 euros) es la estrella.

Delante del museo Sívori, una retahíla de patinadores sin camiseta digna de Venice Beah contempla cómo Alaska, Mario Vaquerizo, Nacha Guevara y Cecilia Roth acceden al recinto que alberga la retrospectiva de Gatti mientras, al estilo Studio 54, algunos curiosos se agolpan impotentes ante la lista de puerta. “Un amigo me dijo: ‘Descubriste el Sívori para los argentinos’. Este museo no estaba en el circuito”, revela el diseñador. “Me ofrecieron el Museo Nacional de Bellas Artes y el Malba, pero el Sívori tiene una energía y una situación únicas, con esas cristaleras que me recuerdan a un museo de Connecticut. Aunque es como un club de señoras, ¿viste?, donde van a hacer cursos de cerámica y macramé”.

MUSEO XUL SOLAR Un secreto en Palermo

Óscar Agustín Alejandro Schulz Solari, más conocido como Xul Solar, es uno de los artistas favoritos del diseñador. Pintor, escultor, escritor e inventor de idiomas imaginarios entre los años treinta y sesenta, tiene, según Gatti, "una obra insólita, entre surrealista y geométrica, muy hermética, con mucha simbología: es como el Borges de la pintura". De hecho, un amante de la precisión lingüística como era el propio autor de El Aleph dijo: "Xul Solar fue un genio sin duda alguna". El museo (Laprida, 1214), edificado en la que fuera la casa del artista, fue encargado por su viuda al arquitecto Pablo Tomás Beitia, bajo las indicaciones que el propio Solar había dejado, basadas en su particular cosmovisión pictórica. Una tradicional fachada de estilo italiano oculta una volumetría irregular de desniveles y aberturas inesperadas que componen una de las perlas arquitectónicas más desconocidas de la ciudad.

Un árbol para Tim Burton

Gatti, que se considera enemigo de “todos los folclores”, propone rituales auténticamente porteños que nada tienen que ver con el tango, el fútbol ni el dulce de leche. Cada vez que pisa Buenos Aires visita religiosamente el gomero de la Recoleta (plaza de San Martín de Tours), un árbol de caucho de dramáticas perspectivas que sigue fornido tras dos siglos y ha presenciado el devenir de la oligarquía residente en este distinguido barrio. “Es impresionante. El tronco es como el salón de mi casa, y la caída que tiene… ¡es como de Tim Burton!”.

El paseo habitual continúa a tres minutos de allí, en el cementerio de la Recoleta (Azcuénaga), que, más allá de las hordas de turistas que atrae en busca del mausoleo de Evita Perón, esconde un pastiche de estilos, estatuas, bóvedas y enigmáticos símbolos que harán palpitar a emos y necrófilos de todo pelaje. Aquí duermen los prohombres de la patria, y alguno que quiso serlo. Cuentan que uno de los cuidadores del recinto a principios del siglo XX, David Alleno, vivió una vida miserable para poder construirse allí un panteón. Al lograrlo tras innumerables esfuerzos, estaba tan orgulloso de él que se pegó un tiro. Hoy, una escultura recuerda al que llaman el sereno impaciente.

Javier Belloso

El palacio Barolo (avenida de Mayo, 1370) es otro de los ineludibles del diseñador. Cien metros de hormigón armado componen el que fuera el edificio más alto de Latinoamérica, con una réplica hermana en Uruguay. Construido entre 1919 y 1923, mezcla el neorromántico y el neogótico con el estilo islámico indio de su cúpula, que representa la unión tántrica entre Dante y Beatrice, los protagonistas de La divina comedia. De hecho, el edificio al completo es un homenaje a la obra de Alighieri, lleno de analogías, referencias y símbolos ocultos. “Es arquitectura de ciencia ficción vintage, como de Flash Gordon”, cuenta Gatti. “Traté de comprar un piso allí, pero fue medio difícil”.

ANTICUARIO GABRIEL DEL CAMPO Lujo y espíritu punk en San Telmo

De todos los anticuarios que invadieron el barrio de San Telmo desde los años sesenta, el de Gabriel del Campo (Bethlem, 427) es el favorito de Juan Gatti. "Un tipo que mezcla anárquica y exquisitamente, con un gusto ecléctico y bohemio, y por qué negarlo, bastante caro", opina mientras señala unos huevos de cristal que adquirió en el local. Un espacio abrumador y fascinante que combina caóticamente esculturas de mármol con viejos muñecos de anatomía, motocicletas antiguas y baúles pintados a mano de Louis Vuitton (por encima de los 10.000 euros) que habían pertenecido a las grandes fortunas argentinas de finales del siglo XIX al primer tercio del XX, vestigios del quinto país más rico del mundo que llegó a ser. "Son todo objetos que nos cuentan algo de sus dueños anteriores", discurre el propio Gabriel del Campo. "Deben transmitir no solo el paso del tiempo sino un poco de la compañía que le han hecho a sus propietarios".

Guía

Cómo ir
» Iberia, Air Europa y Aerolíneas Argentinas son compañías que ofrecen vuelos directos a Buenos Aires. Con Iberia, por ejemplo, ida y vuelta desde Madrid, a partir de 678 euros, todo incluido.

Información
» Turismo Argentino.
» Oficina de Turismo de Buenos Aires.
» www.timeout.com/buenos-aires.
» www.ohbuenosaires.com.
» www.pagina12.com.ar.
» www.clarin.com.
» www.lanacion.com.ar.

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