Valsaín: el bosque segoviano donde cayó el Imperio Romano y a Conan el Bárbaro le salieron los dientes
Rutas por los escenarios donde se rodaron películas como ‘Patton’, 'La batalla de las Ardenas’, ‘The Promise’ o ‘El laberinto del Fauno’
Exterior noche. Marzo del año 181. La imponente silueta del castellum de Vindobona (actual Viena), la gran ciudadela romana en la frontera del Imperio con las tribus bárbaras de Germania al norte del río Danubio, se recorta contra un paisaje sombrío de montañas y bosques cubiertos de nieve. Grupos de legionarios hacen guardia al calor de grandes braseros mientras en lo alto de la fortaleza el emperador de Roma Marco Aurelio (interpretado por Alec Guinness) y su consejero griego Timónides (James Mason) aguardan la llegada del alba. Un augur ciego examina las entrañas de una paloma.
— Mi Señor y César. Los presagios son malos. No encontré el corazón.
— Cuando era niño, Timónides, tenía miedo a que la noche no se acabase, a que la vida continuase entre tinieblas. Era un miedo infantil.
— Siempre, mi Señor y César, amanece, y amanecerá.
— Tú lo dices. Pero se afirma que mueren más gentes al cesar la noche y nacer el día que en cualquier otro momento. Casi oigo a la noche que me llama: ven conmigo, descansa en mi paz. ¿Qué puede ofrecerte el nuevo día? ¿Qué puede ofrecerte el nuevo día, Timónides?
— Vida... Calor... Colores… Gentes… Mi Señor y César, ya sale el sol.
— Tú lo anunciaste. Te felicito, Timónides.
Amanece. Suenan cuernos y tubas. Un tropel de centuriones a caballo atraviesa el bosque en dirección a la fortaleza. “¡Corten!”.
Hace 59 años, un niño de menos de cinco —el autor de este blog— asistía asombrado al rodaje, cerca de La Granja de San Ildefonso (Segovia) donde vivían sus abuelos, de las primeras secuencias de La caída del Imperio Romano, dirigida en 1963 por Anthony Mann. El guion de la grandiosa y costosa (18,5 millones de dólares de la época) película, de la que tanto copió Gladiator (2000), comienza con un argumento casi idéntico al de la de Ridley Scott.
Durante su última campaña en Germania, el emperador y filósofo estoico Marco Aurelio (121-181), cansado de guerrear contra los bárbaros, decide que pasará la corona a su general Livio (Stephen Boyd) en lugar de a su hijo Cómodo (Christopher Plummer), al que ama, pero considera incapaz de gobernar. Livio y Cómodo han sido amigos de toda la vida, y Livio mantiene una relación sentimental con la hermana de Cómodo, la princesa Lucilla (Sophia Loren), aunque un aciago destino los separará tras el asesinato de Marco Aurelio (aquí por envenenamiento). Livio y Cómodo acabarán luchando en el Coliseo mientras Roma se va a pique y legiones enteras desfilan por el foro en un magnífico y grandilocuente espectáculo. THE END.
La caída del Imperio Romano utilizó a centenares de soldados de reemplazo disfrazados de legionarios romanos que compartieron rodaje con un impresionante elenco: Sophia Loren, Stephen Boyd, Alec Guinness, James Mason, Christopher Plummer, Anthony Quayle, Omar Sharif, Mel Ferrer, John Ireland, Finlay Currie, Eric Porter, George Murcell, Andrew Keir, Douglas Wilmer, Michael Gwynn, Virgilio Teixeira, Rafael Calvo y Norman Wooland.
Elvira Sanz Herrero y su marido Jesús Casas, propietarios del hotel rural El Jardín de la Hilaria, conocen al dedillo las peripecias y anécdotas de todas las producciones —como los fideos gordos que sirvieron a Sophia Loren cuando pidió espaguetis, o la corpulencia de Arnold Schwarzenegger, que casi no entraba por la puerta— que han tenido como escenario los peliculeros bosques segovianos de Valsaín: Patton (1970) de Franklin J. Schaffner; La batalla de las Ardenas (1965), de Ken Annakin; Conan el bárbaro (1982), de John Milius, El reino de los cielos (2005), de Ridley Scott; El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro, o The Promise (2016), de Terry George, ambientada a finales del Imperio Otomano, durante el genocidio armenio (1915).
El alojamiento se encuentra en La Pradera de Navalhorno, a pie de la carretera CL-601 Madrid-Segovia, frente al emblemático restaurante Casa Hilaria fundado en 1917 por Domingo Sanz Yubero y su mujer, Hilaria, donde paraban a comer los actores y técnicos de rodaje, y en el que se pagaba a los extras 200 pesetas por jornada.
Aquel invierno de 1963 hizo mucho frío pero nevó poco en Valsaín, y para la secuencia del funeral de Marco Aurelio, ardiendo en una pira crepuscular en medio de la ventisca, hubo que echar mano de grandes ventiladores (aún no se habían inventado los cañones de nieve) y sacos de bolitas de poliuretano que se quedaban pegadas en las caras de los actores. Las batallas entre romanos y bárbaros, correteando por las praderas y pinares de Valsaín, dejaron hecho unos zorros el bosque. Es lo malo que tiene la fábrica de sueños.
El foro romano en Madrid
La segunda parte del filme (de dos horas y media) se rodó en los estudios de Samuel Bronston en Las Matas (Comunidad de Madrid), donde se construyó el decorado más descomunal de la historia del cine: una gigantesca maqueta del foro de Roma con 24 edificios de tamaño natural, 350 estatuas y más de 600 columnas de escayola. El productor estadounidense revolucionó el cine de los años sesenta con sus superproducciones rodadas en España, como El Cid, dirigida también por Anthony Mann (1961), o 55 días en Pekín, de Nicholas Ray (1963), entre otras. La quiebra de su socio, el empresario francés Dupont, y el fracaso económico de alguna de sus películas produjo el hundimiento del imperio Bronston.
En el fuerte de Germania
El asturiano Gil Parrondo (1921-2016), ganador de sendos premios Oscar a la mejor dirección artística por Patton y Nicolás y Alejandra, ambas dirigidas por Franklin Schaffner, fue quien diseñó el ciclópeo fuerte romano donde comienza la película. Por Elvira Sanz Herrero y Jesús Casas me enteré del lugar exacto (aunque estuve de pequeño, ya no me acordaba) donde se alzaba aquel enorme decorado de escayola y cartón piedra del que hoy solo quedan los bolardos metálicos que sostenían la estructura anclada a la roca, en el paraje de la peña de la Pescada, frente a la fuente de los Dos Caños, en el tramo de carretera entre La Boca del Asno y el área recreativa de Los Asientos. También construyó otro baluarte de pega junto al puente de la Cantina (este auténtico, de sillares de piedra, data del siglo XVIII), hacia el kilómetro 130 de la CL-601, pasada la última de las Siete Revueltas.
Por tierras de Cimmeria en busca de Conan
Del aparcamiento que hay junto al puente de la Cantina parten dos rutas de cine: la que se prolonga por la senda de las Pesquerías Reales hasta Valsaín, una caminata junto al río Eresma siguiendo la vereda enlosada que mandó hacer Carlos III para pescar truchas que pasa por La Boca del Asno y Los Asientos, y la que conduce por una pista forestal hasta la pradera donde se construyó (hasta hace 20 años aún quedaban en pie algunas de las cabañas y piedras de pega empleadas) la aldea natal de Conan en las tierras altas de Cimmeria, donde “más allá de las brumas del tiempo”, un jovencísimo Jorge Sanz, encarnando a Arnold Schwarzenegger de niño, veía cómo una horda de guerreros mataba a todos los habitantes del poblado mientras a su padre (William Smith) se lo comía una jauría de perros y la cabeza de su madre (la actriz hispano húngara Nadiuska), decapitada por el perverso Thulsa Doom (James Earl Jones), caía rodando por los pinares. Precisamente hace justo 40 años que se estrenó en España Conan el Bárbaro (1982), producida por Dino De Laurentis y dirigida por John Milius, basada en los relatos de fantasía épica de Robert E. Howard. A los pocos días de iniciarse el rodaje, el 23 de febrero de 1981, en medio de una de las tomas, un escuadrón de guardias civiles tomó por unas horas el campamento, mientras a 90 kilómetros de allí, en Madrid, el entonces teniente coronel Antonio Tejero asaltaba el Congreso de los Diputados.
La misteriosa Cueva del Monje
Otra ruta muy cinematográfica es la que conduce a la Cueva del Monje, donde se recreó la cabaña armenia que aparece en The Promise. El itinerario parte de la serrería de La Pradera de Navalhorno, cerca de La Granja de San Ildefonso, siguiendo siempre hacia la derecha la pista forestal que se adentra en los pinares en dirección a la montaña de Peñalara (2.428 metros), tras pasar los fortines del cerro del Puerco, escenario de una de las batallas (esta de verdad) más cruentas de la Guerra Civil.
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