24 horas de salud, casi cero de consumo energético
En un ejercicio de crecimiento profesional, en Lodosa (Navarra) VArquitectos transformaron un proyecto de ejecución propio para hacer de él un centro de salud casi sin gasto de energía
Este es un ejercicio de autocorrección, aprendizaje y crecimiento. Corría 2008 cuando el estudio VArquitectos ganó un concurso para levantar un Centro de Salud en Lodosa,Navarra. Ocho años después, cuando por fin se pudo empezar a construir, fue necesario adaptar aquel proyecto ganador a la nueva normativa. Los arquitectos optaron, además, por prepararlo para el futuro y alterar en él todo lo que, en esos años, habían aprendido sobre consumo energético nulo (Passivhaus). Lo habían estudiado en normativas europeas, en España todavía no estaba reglado, aunque sí existía desde 2015 un decreto sobre el autoconsumo energético que complicaba su implantación y prohibía la venta de la energía sobrante. Digamos que, hasta que en 2018 se cuestionó, quedaban más protegidos por las leyes españolas los monopolios eléctricos que los consumidores. Así, la actualización de este proyecto les exigía (o auto-exigía) a los arquitectos un cambio radical: acercar a casi cero el consumo energético sin poder cambiar casi nada porque el presupuesto estaba cerrado, apenas se podía alterar la distribución interior y, mientras se ampliaba el Centro de Salud, este debía continuar funcionando.
Los arquitectos se concentraron en los huecos, las fachadas y las cubiertas. Y decidieron prestar más atención al microclima de la ciudad que, bañada por el río Ebro, sufre fuertes oscilaciones térmicas y poco tiene que ver con la Navarra del Norte.
La primera decisión de cambio fue espacial: un edificio en L cerraría el solar abierto. Con la mitad del proyecto terminado, trasladaron los usos y se concentraron en la otra L, que cierra el patio ajardinado que soluciona vistas e iluminación natural.
Con estructura de hormigón, que favorece el hermetismo, el nuevo edificio tiene forjados de prelosa bajo con 20 centímetros de aislamiento. Los arquitectos explican que aumentaron el aislamiento donde más barato resultaba (la cubierta y las soleras de los forjados).
Tras un triple vidrio con puentes térmicos, la fachada es hoy una chapa plegada de acero cortain microperforada que ofrece privacidad, seguridad, oculta los conductos de las aguas pluviales y evita el sobrecalentamiento. Bajo esta capa, 20 centímetros de lana mineral de doble densidad, ladrillos perforados con raseo exterior hidrófugo y enlucido de yeso garantizan el control térmico: la inercia térmica está en las fachadas y en los suelos. Aunque la chapa unifica la fachada, esta está tratada a la carta: con mayor o menor ventilación según la zona, para evitar el sobrecalentamiento.
También hay lana de roca en la cubierta de poliestireno expandido ventilada y con pendiente que mejora la ventilación con un sistema similar a las chimeneas solares.
El edificio inicial estaba proyectado con grandes huecos exteriores, para aprovechar la luz y las vistas hacia los espacios ajardinados, los arquitectos corrigieron esa apertura por las pérdidas térmicas que entrañaba. Buscaron también el soleamiento en el sur retranqueando el edificio para evitarle las sombras del muro. Donde la privacidad estaba solucionada por jardines, eliminaron la chapa que envuelve el inmueble para que entrara el sol en los meses fríos. Los huecos verticales se convirtieron en horizontales para dejar pasar más luz. Es decir: se puso la forma al servicio de un fin: reducir el consumo energético.
En la cubierta, los arquitectos instalaron paneles fotovoltaicos en espera de una reformulación del decreto de 2015 sobre el autoconsumo. Aún sin su servicio, la potencia energética en frío se ha reducido en un 60% y la potencia en calor en un 70% respecto al proyecto inicial. Gracias también, en parte, a tres recuperadores de calor entálpicos de alta eficiencia (85%). El edificio ofrece además la posibilidad de deshumidificación en verano y de humectación en invierno.
“Sin aparentemente cambiar demasiado, hemos conseguido que todo cambie, pasando de un edificio con una demanda de calefacción de 118 kWh/(m2a) a otro con una demanda de 14 kWh/(m2a)”, concluye la arquitecta Sara Velázquez. Lo curioso de este caso es que ambos los habían diseñado ellos. En una década, Varquitectos han aprendido mucho de ahorro energético. Y lo muestran rectificándose.
Coste por metro cuadrado, según los arquitectos: 1.430 euros.
Babelia
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