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Cómo escoger la mejor planta para tu casa

Ilustración de Carmen García Huerta
Eduardo Barba

Una planta de interior llena de vida la habitación donde se instale, rebaja el estrés y proporciona oxígeno. Solo hay que saber cuál elegir, dónde colocarla y cómo cuidarla.

A TRAVÉS DE la trama de una delicada cortina de hilo se desliza la luz. Todo en el interior tiene un tono cálido y apacible. La estancia está llena de flores. Las vemos sobre los sillones y subiendo revueltas por la pared. También adornan la cerámica en la que vive una planta, sobre una mesita. Parece una yuca, quizás una drácena, y lleva en ese cubremacetas vidriado bastante tiempo. Podemos saberlo porque está inclinada hacia el balcón, así como por la posición de sus hojas.

Ambas cosas ocurren por la necesidad de luz que tiene la planta, que se dirige hacia el lugar en el que dispone de mayor cantidad de ella. Incluso las hojas que crecen en esa orientación más favorable muestran una curvatura característica, distinta a las que crecen hacia el interior del cuarto. Así exponen más superficie hacia la claridad.

Al lado de la planta también crece una mujer, absorta en la lectura. Su cabeza se inclina en la dirección de un relato. Sus labios parecen entreabiertos. Está ausente, entre las hojas de su libro y las hojas de la yuca, que también parecen alargarse hacia el texto para atisbar unas palabras impresas. Sin darse cuenta, planta y persona se complementan entre sí. La joven inhala dulcemente por su nariz el oxígeno que acaba de fabricar el vegetal, fruto de su fotosíntesis. Por sus estomas, la planta absorbe ávida el dióxido de carbono que la dama exhala con cada renglón leído. Así que están mejor juntas.

Pintura Una joven leyendo, de Ricardo López Cabrera (1898), propiedad del Museo del Prado y expuesta ahora en el Museo de Bellas Artes de Granada.
Pintura Una joven leyendo, de Ricardo López Cabrera (1898), propiedad del Museo del Prado y expuesta ahora en el Museo de Bellas Artes de Granada.Museo Nacional del Prado

Prescindir de las plantas en el interior de las casas es renunciar a multitud de ventajas y de beneficios. Muchos estudios nos recuerdan lo positivo que es cultivarlas dentro de espacios cerrados en los que pasamos muchas horas. Como ejemplos de su utilidad, bastaría mencionar que mejoran nuestra capacidad de concentración y rebajan los niveles de estrés en las personas.

Si alguien se anima a abrirles las puertas de su casa y dejar que entren, debe aplicar tres reglas básicas para que crezcan sanas y fuertes. Lo primero será elegir bien el sitio. Para ello, localizaremos las ventanas al pie de las cuales podremos cultivarlas. Cuanto más las acerquemos a ellas, más luz podrán tener nuestras plantas. A medida que nos vamos adentrando en la habitación, la luminosidad decrece. Y esto nos obligará a seleccionar plantas más resistentes a la falta de energía que sufrirán. El lugar que ha escogido la protagonista del cuadro para colocar a su compañera vegetal es inmejorable: en alto y cerca de la ventana. Quienes hayan tenido mala suerte en el pasado con el cuidado de este tipo de plantas caseras tan solo deben probar a proporcionarles más luz en esta ocasión.

Como segunda pauta, la regla de oro en la jardinería de interiores: no volver a regar hasta que el sustrato haya perdido prácticamente toda la humedad. Sí, hay que dejar que la tierra se seque. Salvo excepciones, esa será otra de las claves del éxito. Pocas cosas hay más nocivas para una planta que el exceso de agua, sumado muchas veces a una luz exigua.

Por último, es importante escoger la especie correctamente. La mayoría de las plantas de interior que se cultivan provienen de climas tropicales o subtropicales y están acostumbradas a mantener una temperatura cálida durante todo el año, como ocurre en las casas. La estabilidad de temperatura hace de los hogares un espacio idóneo para estas especies.

Para iniciarse en su cultivo, hay candidatas muy resistentes y bellas. Una indispensable es la sanseviera (Sansevieria trifasciata ‘Laurentii’), que recuerda a un alga marina, o la zamioculca (Zamioculcas zamiifolia). Ambas toleran una menor intensidad lumínica, aunque sin llegar a la sombra profunda. Si se quiere un pequeño árbol en casa, los ficus son insuperables por su dureza. Especialmente el árbol del caucho (Ficus elastica) y las higueras de hoja estrecha (Ficus binnendijkii ‘Alii’ o ‘Amstel King’). El filodendro de hojas de corazón (Philodendron hederaceum), el archiconocido potos (Epipremnum aureum) o el singonio (Syngonium podophyllum) son perfectos para descolgar de una estantería. Y si se buscan floraciones vistosas, la violeta africana (Streptocarpus ionanthus) o el espatifilo (Spathiphyllum wallisii) pueden ser una buena elección. Si se añade una costilla de Adán (Monstera deliciosa), los domingos de lectura en el sofá estarán envueltos entre hojas.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.

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