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Premio Internacional de Fotografía Luis Valtueña, 2020 Un reportaje de Santi Palacios sobre las residencias de mayores durante la pandemia gana el certamen. La migración venezolana, historias de niñas supervivientes del secuestro de Boko Haram, los retratos de manifestantes chilenos que perdieron la visión debido a la represión policial y el cáncer de mama están entre las temáticas finalistas. 26 de abril de 2020. Una anciana permanece confinada a causa de la pandemia en su habitación de una residencia de Badalona, en Barcelona. Santi Palacios 29 de abril de 2020. Una trabajadora abraza a una anciana que permanece confinada debido a la pandemia en una residencia de Barcelona. Santi Palacios 26 de abril de 2020. Una anciana sostiene una muñeca en la habitación de la residencia en la que permanece confinada a causa de la pandemia en Badalona, Barcelona Santi Palacios Fatimah tiene 6 años y nació en cautiverio. Su madre, apresada por Boko Haram murió durante una redada. Fatimah pasa el tiempo escaneando imágenes de un libro de comics de Archie, con la esperanza de que algún día irá a la escuela. Ebeke Obanor Ladi tiene 16 años. Nació en el noroeste de Nigeria y fue secuestrada por su tío, un simpatizante de Boko Haram. La casaron dos veces con combatientes de grupos terroristas que murieron en distintos ataques a bases militares. Al no tener marido que la protegiera, fue atada con una bomba para hacerla explotar en una iglesia. Ella sobrevivió y pasa el tiempo recogiendo bolígrafos porque cree que un bolígrafo es más poderoso que una espada. Quiere ser escritora. Ebeke Obanor Amina tiene 16 años. Sus padres murieron en una redada en su casa al noreste de Nigeria. Fue secuestrada por Boko Haram y luego casada con un comandante del grupo terrorista. Se evadía recordando fórmulas matemáticas que había estudiado en la escuela. Ya en libertad, su tío la inscribió en una escuela. Quiere ser maestra. Ebeke Obanor Un grupo de migrantes transita por un camino rural cerca de la localidad colombiana de Villa del Rosario, en la frontera entre Venezuela y Colombia, para tratar de entrar ilegalmente en Colombia. Nicoló Filippo Rosso Niños venezolanos hacen cola para rellenar sus botellas de agua y recibir comida de una organización humanitaria en la localidad de Paraguachón, Colombia. Nicoló Filippo Rosso Una niña pide limosna en una calle de Bogotá, capital de Colombia. Nicoló Filippo Rosso Diego Leppez (27 años) sufrió el impacto de una bomba lacrimógena que le provocó la pérdida de la vista y una fractura nasal el 15 de noviembre en calle Pio Nono de Santiago de Chile. “Regresaba del trabajo, no estaba participando de la marcha”. Lucien Servants Marlen Morales (33 años) operaria de producción de una multitienda nacional. "Caminaba con mi hija y recibí un perdigón en el ojo en la comuna de Lo Prado, nunca he participado de alguna marcha. Soy madre soltera de tres hijos; no sabe cuánto lamento haber salido a caminar aquel día, sufro pérdida total de la vista". Lucien Servants Raúl del Valle (18 años). “Asistí a la marcha el 22 de octubre, por que nos pasaron a llevar, tengo pérdida total de la vista. Volvería a protestar después para que las cosas no sigan como están”. Lucien Servants Katya. “Me lo diagnosticaron recientemente, a finales de marzo del año pasado. Había muchos planes, no me creí el diagnóstico de cáncer hasta el final, no quería creerlo. Antes de la operación, empecé a leer sobre el cáncer de mama. Esperaba que todo estuviera bien. No tenía mucho miedo, soy una persona muy tranquila. Para ser honesta, todavía no entiendo si acepté mi nuevo cuerpo o no. A veces hay aceptación, pero después de eso tengo un período de depresión severa: de alguna manera tratas de perderte en el ciclo de las cosas, pero a veces es realmente difícil. Después de la operación, comenzó la quimioterapia, que me afectó mucho la piel. En cuanto al cabello, también sabía que se caería. Me lo afeité. Estoy segura de que la enfermedad cambia a las personas y definitivamente me cambió a mí. Empecé a notar la vida a mi alrededor, a valorar cosas muy simples”. Sergei Stroitelev Anya. “Me diagnosticaron el 13 de abril de 2016. No podía asimilarlo. Mi hermana estaba muy asustada, porque nuestros padres murieron de cáncer. Vio mi mirada, nos sentamos en el sofá y comenzó a llorar en silencio. Luego vino la quimioterapia. Fue horrible. Probablemente debido al hecho de que casi no tenía peso. Era una guerra, había que sobrevivir a ese momento, ya que no hay vuelta atrás. Luego perdí mi cabello. Pero la adopción de un nuevo cuerpo todavía no ocurrió. Te miras en el espejo, y hay una enorme cicatriz. Durante cinco años antes de la enfermedad, trabajé en el servicio público, había mucho estrés y decidí dejarlo. Ahora me siento más atraída por mis sueños y mi salud emocional”. Sergei Stroitelev Anna. "Descubrí mi diagnóstico en el verano de 2014. El doctor dijo: ‘cariño, tienes cáncer’ con una voz calmada y amable. Salí al pasillo, se me derramaron las lágrimas, era necesario para liberar las emociones. Tomó años desde el diagnóstico hasta la cirugía, siete meses; antes tuve quimioterapia. Percibí los cambios externos como un experimento con la apariencia y el estilo. La operación se llevó a cabo. Fue extensa y traumática. Anteriormente estaba obsesionada con la apariencia física y tenía muchos complejos. Cuando me quitaron los pechos me miré y pensé: la perfección misma. Cuando te paras al borde del abismo, empiezas a apreciar tu singularidad. Creo que los hombres tienen miedo de establecer una relación cercana conmigo. Tuve una, pero cuando mi pareja se enteró de mi diagnóstico, se fue. No lo culpo: tenía miedo de enamorarse y luego de perder”. Sergei Stroitelev