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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

Pasa las vacaciones con el abuelo… de otro

Granny&Charly propone a los estudiantes un trabajo de verano diferente: instalarse en casa de una persona anciana

Los clientes de Granny&Charly no necesitan tanto que les hagan un favor como que les hagan compañía.
Los clientes de Granny&Charly no necesitan tanto que les hagan un favor como que les hagan compañía.(c) John Moeses Bauan

Amélie Frély, una joven francesa con experiencia en el sector médico, lanzó la plataforma Granny&Charly en Francia en febrero de este año, justo antes de que empezara el confinamiento. Su idea inicial era, a través de este espacio digital, poner en contacto a personas mayores con jóvenes que pudieran ayudarles en tareas cotidianas como ir a la compra, al médico o incluso que pudieran cocinarles y limpiarles algo la casa.

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Para su sorpresa, Frély descubrió que las personas mayores solicitaban sobre todo visitas: que vinieran jóvenes a su casa para simplemente pasar el rato con ellos. Por lo visto, los clientes de Granny&Charly no necesitan tanto que les hagan un favor como que les hagan compañía, aunque sea un rato.

Ahora han aumentado las peticiones de personas mayores que buscan jóvenes que se instalen en su casa para que pasen con ellos el verano y evitar quedarse solos. Según la fundadora de Granny&Charly se trata de una oportunidad para que los candidatos conozcan otra región de Francia además de la propia. Y no se trata de una contribución gratuita a la causa, sino de un trabajo pagado: el joven deberá siempre atender algunas necesidades de la persona mayor, por lo que cobrará de 9 a 10 euros netos la hora. Ni qué decir tiene que el alojamiento y la manutención son a cuenta de la persona mayor.

En la página web de Granny&Charly se anuncia que en su base de datos cuentan ya, cinco meses después de su creación, con más de 2.000 estudiantes dispuestos a echar una mano a una persona mayor. Cada historia es diferente y el tiempo del confinamiento ha creado muchas ocasiones para establecer relaciones a distancia que quizá no se habrían dado en circunstancias normales.

Cuentan ya con más de 2.000 estudiantes dispuestos a echar una mano a una persona mayor

Por ejemplo, Camille, una estudiante de historia del arte en la ciudad de Nantes, pasó durante el confinamiento una hora a la semana al teléfono con Simone, una septuagenaria que vive en París. Hablaban de arte, de la vida y de la familia. Harina de otro costal es la historia de Benjamín, un joven apasionado por el ajedrez, quien decidió darse cita telefónica también semanalmente y durante el confinamiento con Hugues, de 91 años. Ambos jugaban juntos al ajedrez vía teléfono.

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