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“Es un buen momento para plantear que las familias puedan estar con sus hijos al menos el primer año”

Concha Bonet, pediatra, señala que no se hacen estudios de contagiosidad en menores “porque siempre son los últimos”, pero asegura que saber esto facilitaría saber cómo volver a las escuelas

Niños paseando por Mérida en su nuevo horario.
Niños paseando por Mérida en su nuevo horario. EUROPA PRESS (Europa Press)
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Dos, cuatro, ocho semanas. El calendario sigue avanzando a ese ritmo extraño que marca el confinamiento. Porque desde que empezó, los días parecen pasar tan deprisa como despacio. Vemos su fugacidad porque los niños y niñas no han parado de crecer, lo apreciamos en su ropa pero también en sus lenguas de trapo, que con cada día que pasa les acerca más a la infancia y les separa un poco más de su yo bebé. La cosa va de opuestos porque qué duelo y qué celebración es en realidad la adquisición del lenguaje. Que el tiempo es fugaz también se ve en las horas que faltan en un día para poder llegar a casi todo con cierta cordura. Pero ha sido un tiempo aprovechado: comienza a asimilarse que cuidar y producir –y hacerlo bajo la batuta de un ritmo frenético– son dos tareas antagónicas.

El cierre de las escuelas supuso para muchas familias un coste económico al ver reducida su capacidad para producir y cuidar, también la toma de conciencia de que quizás el sistema tenía más flecos de los que creíamos. ¿Cómo será la vuelta a las escuelas? ¿Es el momento de replantearnos esa maquinaria imposible que ahoga a las familias? Para Concha Bonet de Luna, pediatra y miembro del Grupo de Trabajo de la AEP para la Reapertura de la Escolarización, la crisis por coronavirus puede ser una oportunidad para hacer mejoras sociales “imposibles” porque “si no pedimos lo imposible nunca vamos a llegar a ello”. ”¿Cómo vamos a tener hijos en España si no tenemos tiempo ni para respirar?”, se pregunta. Permisos que alcancen al menos el año de vida del bebé y poner los cuidados en el centro son dos de esos imposibles que la pediatra propone.

PREGUNTA: Desde el Grupo de Trabajo de la AEP para la Reapertura de la Escolarización lanzabais el pasado 12 de mayo una propuesta con relación a la apertura gradual de las áreas de educación infantil y juvenil. Apuntáis que aunque la educación a distancia ha sido un plan de emergencia, no será sostenible a largo plazo. ¿Hablamos de septiembre o nos vamos más allá en el tiempo?

Concha Bonet, pediatra.
Concha Bonet, pediatra.

RESPUESTA: Es muy difícil. Debemos ser precavidos, sobre todo en Madrid y Cataluña, que es donde hemos sufrido un apocalipsis a nivel sanitario. Se nos olvida muy pronto todo lo que hemos pasado. Hay que ser prudentes y reconocer que no sabemos mucho.

Cada uno va a ver la realidad desde su perspectiva porque todos estamos deformados por nuestra especialidad. Todo lo que forma, deforma. Los médicos debemos basarnos en evidencia científica, no en opinión. Es mucho más útil para la sociedad. Y desde esa perspectiva, la realidad es que no sabemos bien cómo funciona el virus en niños porque no existen por el momento estudios concluyentes en este sentido. ¿Por qué? Porque los niños siempre son los últimos en nuestra sociedad.

Hay algunos estudios (como los realizados en Alemania) que encuentran que los niños contagian el virus como cualquier adulto. Otros (como algunos que se han diseñado en China), vienen a decir que a los niños apenas les afecta este virus y que tienen una menor contagiosidad que los adultos.

P: Con lo poco que se sabe, ¿qué medidas de protección fundamentales deberán tenerse en cuenta en los colegios e institutos?

R: Las medidas de siempre: distancia de seguridad, mascarilla y no compartir objetos. Y esto es algo dificilísimo, sobre todo en niños pequeños. De hecho, las mascarillas están contraindicadas en menores de dos años por riesgo de asfixia. Y entre los tres y los cinco años tampoco es muy fácil el uso de la mascarilla porque se la bajan, se la quitan… No estamos acostumbrados a todas estas cosas. Y otra cosa: mantener la distancia de seguridad exige que las aulas tengan muchísimos menos alumnos por clase y eso obligaría a pensar en turnos de mañana y de tarde, en combinar la educación presencial y a distancia, que se vaya a clase en días alternos… Los pediatras no podemos decidir cómo debe ser el colegio, es meternos en camisa de once varas, pero sí podemos proponer las medidas que creemos que contagiarían menos.

“El objetivo debería ser normalizar un poco la vida de los niños: que puedan ir a clase y estar con sus familias”

P: En el caso de los niños y niñas de menos de seis años, ¿hace falta educación para que las mascarillas fuesen realmente efectivas?

R: Mucha. Lo bueno es que los niños tienen una plasticidad cerebral que ya la querríamos los adultos, y si tú les explicas cómo se debe hacer, ellos terminarán utilizando las mascarillas infinitamente mejor de lo que las usamos los adultos. Es cierto que lo que pasa es que cuando son muy pequeños es muy difícil, pero lamentablemente hasta que haya una vacuna o estudios serios sobre la contagiosidad todos vamos a tener que convivir en un nuevo escenario de mascarillas, como los orientales.

P: Decía antes que los niños son los últimos en nuestra sociedad. ¿Cómo cree que se ha tratado a la infancia en este confinamiento?

R: En mi opinión, muchas veces no sabemos que no sabemos. Todos tenemos un discurso con el que nos identificamos, y que nos creemos, pero luego actuamos de otra forma. Con los niños ocurre mucho esto: tenemos el discurso de que son el futuro, de que son los reyes de la casa, pero luego son el último mono para todo. También para las medidas que se toman. Cuando confinamos a toda la población, creo que esas medidas fueron necesarias y correctas. Ahora bien, una vez pasados esos primeros momentos, esa primera fase, veamos qué están haciendo otros países que van por delante de nosotros, y qué consecuencias tienen esas decisiones. También se debería plantear una serie de estudios que nos permitan saber si realmente la infancia debe seguir las medidas de protección de los adultos o no, si es posible normalizar un poco más la vida de los niños: que puedan ir a clase pero que también puedan estar con sus familias.

P: En el documento de la AEP se explica que las escuelas infantiles, del grupo de edad de 0 a 3 años, son las áreas de máximo riesgo por la enorme dificultad de cumplir las medidas de protección. Se pide que se amplíen los permisos de maternidad y paternidad hasta al menos los doce meses. ¿Se plantea como una medida perdurable? ¿Sería recomendable que, con coronavirus o no, un bebé no vaya a la escuela infantil para proteger su salud?

“No podemos trabajar 12 horas y criar a la vez. ¿Cómo vamos a tener hijos si no tenemos tiempo ni para respirar?”

R: A veces hay que pedir lo imposible –lo imposible en España, porque en los países nórdicos es otra historia– porque si no pedimos lo imposible nunca vamos a llegar a ello. La covid-19 es un buen momento para que las familias puedan participar de la crianza de sus hijos. Soy consciente de que económicamente está siendo un desastre para España, y que va a ser peor después, pero hay que tener en cuenta que es muy difícil trabajar en casa o fuera de casa y cuidar niños. No se pueden hacer las dos cosas a la vez. Es muy buen momento para plantearnos que las familias puedan estar con sus hijos al menos el primer año porque es bueno para el padre, es bueno para la madre y es bueno para el bebé. Ocurre que todas las infecciones que se tienen que pillas en los cinco o seis primeros años, se las cogen todas en año y medio. ¿Y qué ocurre? Pues que se pasan mucho tiempo enfermos.

Si nos planteamos cómo va a estar mejor un niño, si con unos padres –hablamos de un niño deseado y querido–, que están deseando estar con su hijo, educarle, disfrutarle, o estar en una clase con cuidadores estupendos, sí, pero que tienen que compartir con varios, la respuesta es obvia. Si tenemos niños, qué menos que poder estar con ellos, y ahora que la covid-19 nos da la oportunidad puede ser un buen momento para reivindicar mejoras sociales que a primera vista pueden parecer imposibles, pero que a lo mejor solo es cuestión de plantearlo. ¿Por qué no?

P: ¿Las medidas para esa supuesta conciliación influyen, o pueden influir de alguna manera, en la salud de los niños y niñas?

R: Claro, todo está mezclado. Una cosa que he aprendido con Médicos del Mundo es que hay que ir por delante de la epidemia. Siempre por delante. En España e Italia no estábamos preparados y la epidemia nos ha arrasado como un tsunami. Ahora que estamos en un momento más tranquilo es momento de planificar, de gestionar bien el conocimiento, debemos tener líderes políticos que sean faros en la tormenta. Debemos plantearnos cómo sociedad qué es lo verdaderamente importante. El rey de Bután planteó a Naciones Unidas que siempre se habla de producto interior bruto, de la riqueza de los países, pero que el PIB no nos hace más felices. ¿Qué nos hace felices realmente? Pues el tiempo con nuestros hijos, el tiempo para tener hobbies, para trabajar y producir pero no como si estuviéramos dentro de una película de Charlie Chaplin, todo el día de los nervios. Los niños necesitan unos padres que estén presentes y tranquilos, y con eso ganaríamos todos. Las personas no somos máquinas, no podemos estar trabajando 12 horas para la empresa, cuando a la vez queremos criar. ¿Cómo vamos a tener hijos en España si no tenemos tiempo ni para respirar?

"Los niños necesitan unos padres que estén presentes y tranquilos”

P: Según el estudio Infancia Confinada, ¿Cómo viven la situación de confinamiento niñas, niños y adolescentes?, realizada por un grupo de sociólogos, la mayoría de los menores encuestados manifestaban que el principal motivo de alegría era estar con su familia (45,37%).

R: Es importantísimo. Los pediatras vemos muchísimas consultas en las que vemos que ese niño o esa niña lo que tiene es hambre de padre o de madre. Necesitan tiempo con su familia. Y las familias, pobrecillas, la realidad es que no lo tienen. La covid-19 puede ser un momento excepcional para parar, pensar, y replantearnos lo verdaderamente importante: si es vivir para trabajar o trabajar para vivir. No es fácil, ojo, porque con todo esto no quiero tampoco idealizar la crianza porque es dificilísima, pero necesita un tiempo que injustamente no le estamos concediendo.

P: Me da la sensación de que el relato que se ha ido construyendo en los últimos años en torno a la conciliación se asienta en la productividad y no en los cuidados. No sé si se puede proteger la infancia y la adolescencia sin darle la vuelta a esto y poner los cuidados en el centro.

R: Ponemos la prioridad en la producción porque vivimos en un Estado hiperliberal, y quizás donde hay que poner el acento es en la relación, en el cuidado, porque un trabajo te espera pero tu hijo no. Y cuando te das cuenta no sabes nada de tus hijos.

"No se hacen estudios de contagiosidad en niños, siempre son los últimos. Esto facilitaría saber cómo volver a clase”

Cuando nos vayamos a morir, ¿crees que recordaremos si publicamos en The Lancet o si tuvimos una buena reunión? Nos acordaremos de lo que quisimos y de lo que nos quisieron. ¿Qué vida queremos llevar para que cuando nos vayamos no tengamos cuentas pendientes? Es momento de pensarlo ahora porque esto nos está dando una oportunidad de redefinir nuestras prioridades.

P: ¿Esto es posible dejando el tema de los cuidados y la conciliación a las empresas o es un asunto que exigir al Estado?

R: Creo que el Estado somos todos. Y si todos nos ponemos de acuerdo en decir basta, podremos cambiar las cosas. La ambición, la competitividad y la codicia, no nos están haciendo nada felices. Si como sociedad no tenemos una voz colectiva potente, el Estado no puede hacer nada porque el Estado somos nosotros. En España nos falta mucho de asamblearios. Hay que abrir el camino, sobre todo a la gente joven, para que tengamos menos dinero, menos producto interior bruto, pero más calidad de vida.

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