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Ni joven ni perla: la ilusión en el cuadro más emblemático de Veermer

El misterio sobre una de las obras maestras de la pintura holandesa del siglo XVII continúa en estudio. Explicamos los nuevos hallazgos en torno al proceso pictórico de esta joya de la historia del arte universal

Lejos de disiparse, el enigma que durante siglos ha rodeado a La joven de la perla, del pintor neerlandés Johannes Vermeer (1632-1675), con un estilo artístico de aire tenebrista y protagonizado por una desconocida de rostro angelical, se acrecienta con los últimos informes en torno al artista. Si ya se apuntó, por un lado, que la figura se trataba de un tronie, denominación que en la época se daba a las efigies de uso decorativo sin intención de ser retratos identificables, ahora se sugiere que el cuadro ni siquiera contendría lo que hasta ahora se había contemplado como su elemento más representativo: el pendiente en forma de perla. Conocido también como La muchacha del turbante, La Mona Lisa holandesa o La Mona Lisa del norte, las investigaciones pueden cambiar para siempre la manera de mirar el emblemático cuadro.

En el marco de un exhaustivo proyecto llevado a cabo por expertos de la galería Mauritshuis en La Haya (Países Bajos), la obra se ha analizado durante 15 días con macrofluorescencia de rayos X, técnica que se utiliza para examinar detalles milimétricos a partir de química analítica. Los investigadores han apreciado delicadas pestañas en los ojos de la joven, así como evidencias de una cortina verde detrás de su cabeza, en lugar del fondo negro y vacío que, en apariencia, se creía contemplar. La tecnología empleada ha permitido incluso descubrir los cambios que el propio Veermer realizó durante el proceso o los pigmentos que utilizó para la ejecución de la pintura.

Un universo de ilusiones ópticas y claroscuros

Según apuntan desde el Centro de Investigación de la galería Mauritshuis, “en las técnicas usadas se visualizan líneas diagonales y variaciones de color que sugieren una tela doblada en la esquina superior derecha de la pintura. Esa cortina ha desaparecido a lo largo de los siglos como resultado de cambios físicos y químicos en la pintura verde translúcida”.

Mapa de fluorescencia de macrorrayos X (MA-XRF) para plomo (Pb-M), donde puede apreciarse la cortina [Annelies van Loon: Mauritshuis / Rijksmuseum]
Mapa de fluorescencia de macrorrayos X (MA-XRF) para plomo (Pb-M), donde puede apreciarse la cortina [Annelies van Loon: Mauritshuis / Rijksmuseum]

Aparentemente, Vermeer realizó cambios en la composición durante el proceso de pintura, por ejemplo en la posición de la oreja, la parte superior del pañuelo y la parte posterior del cuello, que después se desplazaron. Gracias a las imágenes infrarrojas, los expertos han conseguido dilucidar algunas de sus sutiles técnicas de pintura, como su primera composición con el óleo en varios tonos de marrón y negro, así como los contornos de la joven dibujados con finas líneas negras.

Desde la galería Mauritshuis aseguran que el pintor trabajó sistemáticamente desde el fondo hasta el primer plano. “Después de pintar el fondo verdoso y la piel de la cara, aplicó pintura en la chaqueta amarilla, el cuello blanco y, finalmente, el pañuelo en la cabeza y la supuesta perla”, cuenta la directora de la galería, Martine Gosselink. “La perla es una ilusión, tiene toques translúcidos y opacos de pintura blanca, y le falta el gancho para colgar de la oreja. Además, Vermeer firmó en la esquina superior izquierda con IVMeer”, continúa.

Por su parte, Abbie Vandivere, directora del proyecto The Girl in the Spotlight y conservadora del centro artístico de La Haya, ha ahondado en el proceso y concluido que las pinturas usadas por el artista provenían de lugares del mundo muy dispares, como regiones que hoy pertenecen a México, Centroamérica, Inglaterra y posiblemente Asia o Las Antillas. También cree que el azul ultramarino de alta calidad usado por el artista para el pañuelo y la chaqueta procede de la piedra semipreciosa lapislázuli, originaria de Afganistán, que posiblemente calentó a altas temperaturas para facilitar su molienda y obtener un color más intenso.

¿Tronie o retrato?

Los tronies en el siglo XVII eran unas representaciones que no tenían como finalidad ser identificadas, sino servir a los artistas para hacer alarde de su pericia con el pincel. Sin embargo, los investigadores han tratado durante años de descubrir quién era realmente la joven de la perla. Martine Gosselink explica que esta obra no se trata de un retrato, sino de una efigie, un personaje. “A pesar de que una niña posiblemente se sentó y posó para esta pintura, no hay lunares, cicatrices o pecas que se vean. A simple vista la chica parecía no tener pestañas, pero el escaneo ha revelado que Vermeer pintó pequeños pelos alrededor de ambos ojos”, comenta.

Últimos descubrimientos que, paradójicamente, enturbian todavía más el misterio en torno a la joven, aunque, en un futuro próximo, desde el proyecto confían en poder arrojar más luz. “Este no es el punto final de nuestra investigación, sino una estación intermedia. Queremos ir más lejos. Las posibilidades técnicas continúan desarrollándose, así como las colaboraciones, que crecen como nuestro deseo de obtener más información”, concluye Gosselink.

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