_
_
_
_
Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Confinados en edificios insalubres

No seremos los mismos después de esta crisis sanitaria, pero los edificios tampoco lo serán. ¿Hacia donde deberá ir la construcción?

Dos muejres toman el aire durante el confinamiento en el ventanal de su vivienda de Girona el pasado 23 de Abril, festividad de Sant Jordi en Catalunya.
Dos muejres toman el aire durante el confinamiento en el ventanal de su vivienda de Girona el pasado 23 de Abril, festividad de Sant Jordi en Catalunya. Toni Ferragut (EL PAÍS)
Más información
Edificios enfermos: estos son los problemas de salud que nos contagian las casas y oficinas
Las vergüenzas de los pisos españoles quedan al descubierto
El Gobierno aparca por la pandemia el plan para limitar el alquiler

La crisis sanitaria generada por la COVID-19 pone en valor, más si cabe, la necesidad de vivir en edificios más saludables y con espacios exteriores. Un confinamiento, que para la mayor parte de los individuos supera ya los 40 días, debería servir para reflexionar si están preparadas nuestras viviendas para permanecer en ellas durante mucho tiempo.

La mayoría de los edificios en los que permanecemos confinados son perjudiciales debido a que no cumplen los criterios de salubridad, exigidos en el Código Técnico de la Edificación (CTE) que se hizo obligatorio en 2006, y provocan lo que la Organización Mundial de la Salud denominó en 1982 como Síndrome del Edificio Enfermo, cuyos síntomas producen migrañas, nauseas, mareos, resfriados persistentes, irritaciones en las vías respiratorias, piel, ojos, etc. Es decir, un conjunto de molestias y enfermedades ocasionadas por la contaminación del aire en espacios cerrados, producidos por la mala ventilación, la descompensación de temperaturas, partículas en suspensión, gases y vapores de origen químico y aerosoles, etc.

Un edificio diseñado pensando en la salud y el confort (óptima sensación hidrotérmica, alta calidad del aire interior, etc.) tendría que tener en cuenta los mismos principios que se aplican para alcanzar una alta eficiencia energética:

  1. Aislamiento térmico continuo y de gran espesor.
  2. Sin interrupciones o disminuciones de este espesor en la envolvente climatizada.
  3. Unas ventanas y vidrios de altas prestaciones.
  4. Un alto nivel de hermeticidad de forma que no entre aire del exterior —sobre todo en días de viento— a través de rendijas entre las persianas, ventanas, puertas, etc.
  5. Y además, una ventilación continua con un recuperador de calor, única forma de ventilar las estancias sin alterar la temperatura interior, haga frio o calor en el exterior.

Vivir el confinamiento en un edificio que haya sido diseñado teniendo en cuenta los parámetros explicados, garantizaría: temperaturas homogéneas y constantes en todas las estancias; eliminación de la sensación de pared fría que se produce con una ventana, vidrio o pared poco aislada; desaparición de condensaciones interiores (moho y hongos) y una alta calidad del aire interior.

Por un lado, esta ventilación continua eliminaría constantemente el CO2 que expulsamos al respirar, los Compuestos Orgánicos Volátiles —sustancias químicas como los bencenos, clorobencenos, toluenos, formaldehidos, etc. que se encuentran presentes en mobiliario, disolventes, pinturas, barnices, adhesivos y son perjudiciales para la salud—, o el radón. Y por otro, el aire que introducimos del exterior entraría limpio, filtrado mediante los filtros ubicados en el intercambiador.

Además, el intercambiador puede recuperar hasta un 90% de la temperatura interior, por lo que se puede ventilar sin alterar la temperatura de la vivienda. En último lugar, la combinación de un alto aislamiento térmico y hermeticidad da como resultado un alto aislamiento acústico con respecto al exterior.

Passivhaus es uno de los estándares más exigentes y extendidos a lo largo del mundo. Cuenta con el mayor prestigio y consigue alcanzar este máximo confort con el mínimo consumo energético. Para conseguirlo, el edificio se modeliza en un software específico (PHPP) con el que se trabaja hasta conseguir el equilibrio óptimo entre lo que invertimos y el máximo resultado confort-eficiencia.

En fase de obra, una cuidada ejecución de cada uno de los trabajos permite culminar el proceso con éxito y si queremos tener garantía absoluta del resultado deberíamos solicitar la certificación. Una certificación que expide el Passivhaus Institut que garantiza que la obra construida alcanza las prestaciones para ser un edificio Passivhaus. Estos son los motivos que nos llevan a pensar que los edificios Passivhaus son los mejores espacios para garantizar el máximo confort y salubridad durante una reclusión como la que nos está tocando vivir. Y si, además, el edificio dispusiera de grandes espacios exteriores privados, contribuiría a mejorar las condiciones para un confinamiento más llevadero.

No seremos los mismos después de esta crisis sanitaria. Los edificios tampoco lo serán. Los ciudadanos han estado en sus hogares mucho más de lo habitual y les ha permitido conocerlos. Aquellas construcciones que no tengan en cuenta criterios más exigentes de confort y salubridad se devaluarán y quedarán obsoletos, anteponiéndose los que den respuesta a estos nuevos retos.

Bruno Gutiérrez Cuevas es presidente de la Plataforma de Edificación Passivhaus. 

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_