Toda la verdad

Las recientes críticas europeas a la gestión informativa de la crisis del coronavirus realizada por las autoridades chinas apuntan a un cambio de posición occidental ante lo que se considera una utilización propagandística de las cifras por parte de Pekín para eludir responsabilidades en la gestión global de la pandemia.

Los Gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania han señalado de diferentes maneras que el régimen de Pekín no ha estado contando toda la verdad en lo referente a las cifras y extensión del contagio en su propio territorio. Mientras Francia ha pedido “respeto”, el Reino Unido ha exigido que China aclare de forma total todo lo relacionado con el virus, y Alemania ha demandado que Pekín sea transparente “para que todo el mundo se pueda beneficiar de ello”.

Es cierto que prácticamente día a día, tanto los equipos políticos, científicos y sanitarios están aprendiendo nuevos datos para tratar de combatir la pandemia. Y también es verdad que no se puede hacer una burda utilización política del origen geográfico del estallido como hace el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Pero lo cierto es que el brote originario de la enfermedad se ha producido en territorio chino, y que son sus autoridades las que disponen, desde antes que ningún otro responsable político del mundo, de una información más extensa. Si a esto se une una importante divergencia en datos como afectados y volumen de población respecto a otros países del mundo —especialmente democracias—, las sospechas de que China no está contando toda la verdad sobre lo que está sucediendo tienen fundamento.

Probablemente, resulta inevitable que en un momento de convulsión mundial haya países que intenten utilizar su maquinaria propagandística. Pero esto no quita para que, por el bien común, sea exigible un ejercicio de transparencia informativa al que están obligados todos los Gobiernos afectados independientemente de su ideología. Y esto incluye al régimen chino.