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Columna
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Seguridad es diversidad

El shock del coronavirus ha hecho que “incertidumbre” y “vulnerabilidad” se hayan convertido en los sustantivos que mejor definen el presente

Cristina Monge
Un hombre con una mascarilla pasa por delante de una mujer, el pasado 23 de marzo en Praga.
Un hombre con una mascarilla pasa por delante de una mujer, el pasado 23 de marzo en Praga. MICHAL CIZEK (AFP)

No hay análisis de lo que está sucediendo que no señale cómo esta crisis ha mostrado, de forma casi obscena, el modo en que operan las interdependencias en un mundo globalizado, y hasta qué punto vivimos en sociedades vulnerables. El shock hahecho que “incertidumbre” y “vulnerabilidad” se hayan convertido en los sustantivos que mejor definen el presente. Lo abrupto de su emergencia los hace aparecer como nuevos, cuando en realidad se dejaban ya ver en muchas de las actuales megatendencias.

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Al analizar los desafíos del desarrollo de una inteligencia artificial sin ningún control público, la enorme crisis climática o el reto demográfico, entre otros, se comprueba que tienen en común varias características. Todos ellos son fenómenos complejos, todos son propios de la globalización, todos nos sitúan en un contexto de incertidumbre reconocido ya por la ciencia y todos incrementan la vulnerabilidad del sistema en su conjunto, en especial de quienes cuentan con menos recursos para hacerles frente.

En dicho contexto, la idea de seguridad merece ser repensada a fondo. Ninguno de estos desafíos se combate con más ejercito ni con más fronteras, lo que lleva a incorporar otras dimensiones para acercarse a esa clásica aspiración del ser humano que es la seguridad. La naturaleza nos da la pista. Años de estudio han evidenciado que la pérdida de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas debilitan las defensas contra virus y pandemias. Un ecosistema sano, repleto de biodiversidad, plural y complejo, es la mejor defensa. A mayor biodiversidad, más seguridad.

La misma lógica se está viendo en el ámbito económico. Esta crisis ha mostrado que la idea de desindustrializar Europa externalizando gran parte de la manufactura ha debilitado enormemente la posibilidad de reaccionar ante la catástrofe. Hemos quedado a la espera de que algún país asiático, con el precio y las condiciones que considere, haga llegar respiradores de los que dependen miles de vidas. Una sociedad más segura será aquella que mantenga una economía diversificada que dé cabida a todos los sectores, desde el agrícola y ganadero hasta la más alta innovación tecnológica, incorporando reservas de seguridad en todos ellos.

Mirando al interior de las ciudades, y aunque hoy nadie esté hablando de falta de abastecimiento, acaba de ponerse en evidencia que un espacio urbano, si tuviera que cerrarse a cal y canto, tardaría apenas unos días en carecer de alimentos. Las ciudades son grandes consumidoras de comida, energía y otros insumos, pero raramente producen aquello que necesitan para vivir. Una ciudad será más segura en la medida en que sea capaz de generar al menos una parte de aquello que consume. Esta misma lógica se puede aplicar a otros campos. Desde la generación de energía, más segura cuanto más descentralizada sea su producción, hasta la propia democracia, más segura y de mayor calidad cuanto mayor capacidad tenga de integrar la pluralidad y la diversidad. Vayamos, por tanto, repensándola idea de seguridad en términos de diversidad y pluralidad, y no tanto de fronteras ni muros.

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Sobre la firma

Cristina Monge
Imparte clases de sociología en la Universidad de Zaragoza e investiga los retos de la calidad de la democracia y la gobernanza para la transición ecológica. Analista política en EL PAÍS, es autora, entre otros, de 15M: Un movimiento político para democratizar la sociedad y co-editora de la colección “Más cultura política, más democracia”.

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